Dunkerque, un filme apolíneo

La banda sonora discurre a lo largo de todo el metraje cargada de amenaza y ansiedad. Parece anunciar un suceso inminente. Sin cesar. Una y otra vez.

El sonido contrasta agudamente con la luz de la película, que es plena como la de un anuncio vacacional.

En efecto, estamos en una playa. Es una playa extensa, blanca y, sin embargo, inquietante.

Llegamos a ella detrás de un soldado que escapa de un tiroteo. La cruzan enormes hileras de efectivos, esperando ante un mar vacío. Filas de hombres que desean embarcar, pero ningún barco que los recoja.

Sentimos el nerviosismo típico de las situaciones claustrofóbicas, pero en este caso el «claustro” es una enorme bahía, inundada rítmicamente por los espumarajos del océano azul.

Hay, como siempre en los grandes escenarios desolados, cierto espíritu de alienación: nadie, ningún ser humano, puede pertenecer completamente a un mundo así.

En torno a los soldados está «el enemigo”, que ni siquiera merece otro nombre que éste.

«Enemigo”. Aparece intermitentemente, manifestándose como una ráfaga contra un barco, como el vuelo rasante de un caza, como un torpedo moviéndose, como una bomba cayendo desde el cielo brillante.

En este escenario, el talentoso guionista y director Christopher Nolan (al que conocemos sobre todo por su trilogía de  Batman, una de las mejores series de películas de superhéroes) cuenta tres historias separadas y convergentes, que se desarrollan en los tres medios en los que se produjeron los hechos de la evacuación de Dunkerque. El mar, el aire y la playa.

Tres historias

La primer historia, que sirve como enlace a las otras dos, consiste en las vicisitudes de un barco civil, capitaneado por un inglés corriente (interpretado por el genial Mark Rylance)  y con una tripulación compuesta por el hijo de éste y un ayudante. El barco acude al llamado de las autoridades para salvar a las tropas británicas y francesas que quieren escapar de la arremetida alemana desde Dunkerque, en el continente, a la Isla, atravesando el Canal de la Mancha.

Cruzar de Gran Bretaña a Francia y viceversa nunca ha sido muy difícil, pero hacerlo mientras los aviones alemanes disparaban y bombardeaban, y con el tiempo justo antes de que se derrumbara el «perímetro” creado y defendido por los franceses para posibilitar la evacuación, esta ya era otra historia. Y sin embargo, cientos de barcos respondieron al llamado y se convirtieron así en los autores del «milagro de Dunkerque”.

La segunda historia es una alegoría del heroísmo de los aviadores de la Royal Air Force que trataron de mantener despejados los cielos durante la evacuación. Los aviadores, sin embargo, eran impopulares en esta etapa de la guerra. Así lo determinaba su inferioridad respecto a las alas alemanas.

Finalmente, está la historia de dos soldados, primero, y de un grupo algo mayor de ellos, luego. Ellos tratan de escapar del encierro por todos los medios posibles, incluso algunos no muy santos, como aprovecharse de la prioridad de que gozaban los heridos para colarse en un destructor que estaba a punto de zarpar. Como dice uno de ellos: «sobrevivir es cuestión de miedo y egoísmo”. Y también: «pura mierda atravesándolo todo”.

Esta es la historia más realista de las tres, la menos «ideológica” de ellas, la que logra el propósito que abrigaba Nolan de narrar la historia estrictamente desde el punto de vista de los protagonistas.

Que son, hay que recordarlo, los protagonistas de una fuga, no de una batalla. Lo que Nolan intenta contar –y por eso su película es original en el contenido, además de serlo, como veremos, en la forma– es un angustioso escape «por los pelos”, y por eso me parece injusta la crítica de algunos medios franceses al hecho de que el realizador no haya mencionado a los heroicos soldados de esta nacionalidad que se sacrificaron para permitir que las tropas británicas y lo que restaba del ejército francés cruzaran el Canal.

Pedir que Nolan retratara todo lo sucedido en Durkenque resulta injusto (ya que esto siempre es imposible) y además pierde de vista que la suya es una obra de ficción, no un documental que pretenda retratar la realidad tan comprensivamente como le sea posible.

Digo que el tema es original porque va a contrapelo del de los filmes bélicos de gran presupuesto (éste costó 100 millones de dólares). Por exigencias de Hollywood, en general dichos filmes deben versar sobre episodios victoriosos en los que los Estados Unidos hayan tenido particular relevancia. Éste en cambio habla de una derrota, en la que, además, los Estados Unidos no participaron directamente (aunque esto no impida que haya una alusión muy importante a ellos, como el espectador tendrá oportunidad de comprobar).

Lo que importa es la forma 

Todo lo anterior, sin embargo, es finalmente accesorio. Lo que en verdad importa es la forma. El estilo hemingwayiano del guión, en el que prácticamente no hay diálogos, pero lo que dicen los personajes es matemáticamente preciso y muy revelador. Las imágenes fuertes y desgarradoras pero en ningún momento sensibleras o manipuladoras de la audiencia. La edición, que baraja las tres historias de las que hemos hablado de una manera que resulta siempre intrigante y reveladora.

La sensación de apremio que la película logra imponer a quien la mira, y que a momentos llega a ser perturbadora.

El tema de este filme es histórico, pero la manera de contarlo, las emociones que despierta, su cinematografía, resultan en extremo actuales.

Por supuesto que al final no se trata más que de un «cuento de hadas”, que tiene menos que ver con la guerra verdadera que los sangrientos melodramas de Mel Gibson, pero es un cuento de gran poder visual y emocional. Y este poder no proviene de la ornamentación ni del aderezo ni de la exageración, sino que, con madera clásica, emerge de la contundencia de los detalles, de la claridad de visión, de la inteligencia de la puesta en escena.

Un filme apolíneo, en todas la extensión de esta palabra.

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3 comentarios

  1. No entiendo el titular, apolíneo según mi diccionario se refiere a que está vinculado con el dios Apolo… que diablos tiene que ver con la pelicula en cuestion?

  2. Hola y felicidades por su página, muy buena iniciativa, en cuanto a ésta película, solo la aguanté hasta la mitad, aburrida y con formato de documental, prueba de la decadencia del cine actual, sobre todo el de Hollywood y el de su hermano (Reino Unido). Prefiero mil veces ver cualquier peli Argentina, Sueca, Belga o Española medianamente buena que éstas «superproducciones» propagandísticas.

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