Engaño a primera vista

Uno de los posibles atributos del arte es la ligereza. Algo liviano es algo que no pesa en la conciencia, que no marca el cuerpo y cuya huella es efímera. La ligereza solo resulta sencilla en apariencia. A menudo la queremos pero no la logramos (somos «pesados»). La ligereza (pensemos en el aire) se asocia con la rapidez, la dinámica, el calor. Se requiere cierto tipo de talento para planear por el cielo y otro distinto para perforar la piedra o para edificar.

«Engaño a primera vista» es una película auténticamente ligera, lo que significa que está concebida como tal y logra plenamente su objetivo, pero también que se toma uno de los grandes obstáculos del cine nacional, la falta de plata, con particular desfachatez, siendo una gigantesca «product placement», esto es, organizando su trama como el albergue de múltiples anuncios publicitarios «subrepticios».
Pese a lo que uno podría pensar, esto no conspira contra la fluidez de la película, gracias a un guión con pocos errores, una cámara ágil y el uso (y abuso) de los «montajes detenidos».

Estos recursos también (sobre todo la gracia y coherencia del guión) permiten que veamos con benevolencia los atascamientos actorales (especialmente del reparto, ya que los protagonistas no lo hacen mal) y un final demasiado copiado de las comedias románticas anglosajonas.
Los autores de esta película, los jóvenes hermanos Benavides, han demostrado que tienen lo que hace falta para hacer cine. Ahora falta ver si lo usarán para crear algo memorable o para ganar plata con más películas como esta

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