HUYE

Huye (Get Out) se estrenó a principios del 2017. Aprovechamos la relevancia que alcanzó en el pasado premio Oscar (nominada a mejor película, premiada por mejor guion original), para revisarla. Quienes no tuvieron la oportunidad de verla, pueden adquirirla sin problemas en cualquier puesto de venta, lo que sin duda recomendamos, dados los argumentos expuestos a lo largo de la presente nota.

Son dos las principales razones que hacen relevante el visionado de esta cinta, primeriza del cómico Jordan Peele: en primer lugar su construcción impecable como estructura de suspenso, y luego el que replantee de manera llamativa, con una buena dosis de ironía, el conflicto racial que vive Estados Unidos.

IGUALDAD DE DERECHOS MEDIATICA

Lo que ocurre con los derechos de los negros en Estados Unidos es lo mismo que pasa con la justicia social a nivel planetario; hace mucho tiempo que las leyes, las políticas e inclusive el imaginario publico han logrado en las formas la igualdad racial, al punto que lo que parecía imposible hace tan solo unos años, ocurrió recientemente sin ningún trauma: la asunción al poder de un negro a la presidencia. Sin embargo en la realidad pura y dura, en las calles, más allá del glamour que acompaña a la política y a los medios, la realidad es muy distinta; los afroamericanos son de lejos el sector más pobre y abusado del país del norte (22% de pobreza, frente a un 9% de los blancos), lo que motiva que por más Obama(s) que haya, las revueltas y tensiones sociales se sigan sucediendo sin parar (a nivel mundial no tienen cuestionamiento los datos que señalan que las 85 personas más ricas tienen el mismo ingreso que las 3.500 millones más pobres, con lo que todas las cumbres mundiales, declaraciones universales de derechos humanos y responsabilidades sociales corporativas se van directamente al tacho).

De ahí que una película como Huye no solo sea interesante por la vigencia de la temática, sino por la forma en que comenta esta, dadas las nuevas características en que se desenvuelve la discriminación contemporánea.

La evolución de la conciencia social respecto a la segregación racial, puede notarse al revisar una cinta como El Nacimiento de una Nación (1915) de David W. Griffit, en la que los negros eran retratados como repulsivos  y los héroes culminaban la historia fundando el Ku Klux Klan, (la película es considerada una obra maestra ya que en ella se sistematizan los fundamentos de la narrativa cinematográfica). En las primeras décadas del anterior siglo el cine de Hollywood siguió siendo discriminador y condescendiente, pero ya en la década de los sesenta, a tono con la evolución política de la sociedad, la reivindicación igualitaria se hizo presente. Podría decirse que una producción para televisión como “Raíces” (1977) que relataba la historia de una familia de negros a través de distintas generaciones, fue el punto final de inflexión en el que la lucha contra el racismo se hizo omnipresente en la industria cinematográfica.

Huye se inspira para su planteamiento inicial en uno de los títulos emblemáticos de esta tendencia; Adivina Quién Viene a Cenar (1967) de Stanley Kramer en la que una muchacha blanca presentaba su novio negro a sus padres liberales, sacando a flote los prejuicios y miedos escondidos bajo el manto del progresismo.

OBJETOS DEMASIADO PRECIADOS

En Huye se repite la situación en el contexto de la era de Obama (lo que es reiterado varias veces en los diálogos). En principio los padres blancos celebran la elección del novio negro, y a lo largo de la cinta los personajes involucrados no dejan de proferir elogios hacia “su raza” (“los negros tienen mejor físico”, “los mejores deportistas son negros”, etc.), finalmente uno de los personajes resume la situación en la frase: “ser negro está de moda”.

La maestría de Huye, consiste en que a través de los mecanismos del cine clásico de suspenso, expone claramente esta tesis: que “lo negro” en este caso “de moda”, no está en condiciones de igualdad, y que más aún, lo dominante, “lo blanco”, no hace más que desarrollar mecanismos para aprovechar y si se quiere disfrutar “lo negro”.  En realidad una producción televisiva tan lejana como American Crime Story. The People vs. O.J. Simpson (2016) expone una tesis parecida: el famoso jugador de futbol americano fue admitido por los blancos cuando “se convirtió” en uno de ellos; se casó con una blanca, se mudó a un barrio de blancos, etc, sin embargo cuando cayó en desgracia fue expulsado de ese mundo y volvió a “ser negro”. De alguna manera todo ello también resume la tragedia del propio Obama; un presidente altamente efectivo en cuanto a lo simbólico, pero completamente inútil en términos prácticos: más allá de un tímido intento de reformar la salud y de su tardía defensa de los hijos de inmigrantes ilegales (los “dreamers”), su presidencia fue la más radical en cuanto a expulsión de indocumentados, el uso de drones para atentados militares, y pasó sin pena ni gloria, sin haber realizado el más mínimo intento por atacar las causas reales de la desigualdad.

De esa manera en propio Obama se convierte junto a figuras tan emblemáticas como la presentadora de televisión Opra Winfrey, el actor Will Smith, el ya mencionado Simpson  y muchos otros, en uno de los “objetos preciados” negros, extraños a la realidad cotidiana.

UN GUION PRECISO

La clave para la credibilidad de la historia se encuentra en la naturalidad con la que Peele logra construir la relación de la pareja protagónica. En la medida en que seguimos creyendo, o por lo menos dudando, respecto a las intenciones de Rose (actuación excepcional de Catherine Keener), podemos identificarnos con las dudas y la incertidumbre de Chris. De esa manera hay una genuina contradicción entre los cambios que se van produciendo en el ambiente externo, y la psicología de la relación de pareja.

Un segundo acierto se da cuando se desencadenan las escenas de acción. Peele no especula para nada, y tampoco se regodea con las escenas de sangre, costumbre ya arraigada en los realizadores de las cintas de horror. Al igual que la tensión psicológica en las dos primeras partes de la trama, la violencia fluye sin desvíos ni trabas en la última.

Huye es una cinta echa para el disfrute, de esas que dejan una sensación de vacío cuando se llega al final, deseando que hubiera durado un poco más, pero sabiendo que el final se encuentra donde debería estar.

Para la anécdota queda el dato de que Peele es hijo de una pareja interracial y que además está casado con una mujer blanca (¿Cómo serán las sesiones del psicólogo?). Para el futuro se plantea la interrogante de si podrá mantener el nivel de esta, su primera cinta.

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Un comentario

  1. Efectivamente la película muestra al inicio, y desde la perspectiva del personaje principal Chris Washington, señales de racismo: la excesiva y tensa gentileza de los padres de Rose y de toda la comunidad, el servilismo de otros personajes de raza negra, los comentarios raciales y sin lugar a dudas la subasta. Todo parece dar razón a las críticas favorables de “Get Out” sobre su manera de denunciar la actualidad del problema racial en nuestros días en Estados Unidos; sin embargo, todo se viene abajo cuando se revela la verdadera razón de los secuestros; eso cambia toda esa lectura en 180 grados.
    El racismo se puede detectar en el día a día a través de las mismas señales que muestra la película y más. El racista ve a ese otro como un no-humano, como a algo menos que un animal al que puede explotar para su beneficio sin ningún escrúpulo y con todo el derecho. En el film se secuestra personas para hacer trasplantes de cerebros de cuerpos enfermos y viejos a vitales y jóvenes, ese es el objetivo principal, lo de menos es el color de la piel. En la fiesta de subasta solo se aprecian las cualidades genéticas de la raza: fuerza, atractivo, juventud, salud, “sementalidad”; el color de la piel negra hasta resulta glamoroso. La peor pesadilla de un segregador sería reencarnar en el objeto de su fobia, ¿Por qué trasplantaría su “ser” a un cuerpo de la raza que odia y considera inferior cuando podría escoger cualquier otro buen espécimen de la suya propia?; esa contradicción no se explica (a menos que decir que “el negro está de moda” sea una justificación; casi no puedo aguantar la risa si pienso en que la moda es la cura de tales discriminaciones, todo el tiempo bajo nuestras narices). Puestas las cartas de esa manera “Get Out” muestra todo lo contrario de lo que sus realizadores pretendían: la paranoia de la raza discriminada, que la ciega y la hace incapaz de ver otros puntos de vista que casi les cuesta la vida. Mucho peor todavía: se repite con insistencia la superioridad genética de la raza negra… (eso me suena peligrosamente familiar). Seguro que el director no es eso lo que quería, y aunque él, la crítica y público en general digan que el tema es el racismo hacía los negros, lo que se muestra es otra cosa. La única escena que podríamos calificar de racismo es en la que una patrulla de policías interroga a la pareja interracial por un accidente en el camino, el resto tiene otros móviles. Quizá se entienda mejor mi punto de vista si uno, haciendo un pequeño ejercicio de imaginación, trasplanta la historia a nuestra sociedad boliviana.
    Si se quita de vista ese tema, la película no tiene nada que la haga sobresalir de otras miles del género llamado “terror” o “suspenso”, es igual de mala en realidad. Rose no pasa de ser una carnada ninfómana (que tampoco se hace ningún problema por el color de la piel) de la que no conocemos nada de su psicología que nos haga entender su interesante comportamiento por lo que sólo la podemos calificar de “loca”. La narración es bastante predecible ya que sabemos que vamos a ver una película de “terror” y seguro algo va a pasar, y efectivamente no faltan todas las fórmulas gastadas del género… (largo etcétera de cabos sueltos).
    Estoy de acuerdo con que el tema del racismo no está zanjado y está hipócritamente disimulado en la sociedad, pero está película no habla de eso; más bien se aprovecha de un tema candente para lograr la atención (¿comercial?) de una comunidad abusada.

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