UN LADRON CON ESTILO La despedida de Robert Redford

El título original de la película es Un Viejo y un Revolver y  es el mismo título que aparece en la copia que se exhibe en las salas de Tarija.  Hemos llegado al absurdo de tener que ir a ver una película bajo un nombre que ni es el  elegido por sus creadores, ni es el que  identifica la cinta en la sala de exhibición. En este tiempo de globalización (en la que los productos se mercadean globalmente, por lo que es ridículo cambiar los  nombres con fines comerciales), y de renacimiento de las nociones de soberanía, no estaría mal que algún organismo oficial declarará la obligatoriedad del estreno de las películas con su título original. De esa manera se ganaría también en respeto al espectador.

Un Ladrón con Estilo marca la despedida de Robert Redford (82 años) como actor, de acuerdo a sus propias declaraciones.  Es imposible no relacionar este “adiós” (ni compararlo), con la suerte de “testamento” que hace poco  lanzó Clint Eastwood  (89 años casi cumplidos), a través de La Mula (2019). Se trata en todo caso de un comienzo de año crepuscular para dos de los principales representantes de una generación.

ACTOR, DIRECTOR, SEX SIMBOL

Igual que Eastwood, Redford es actor, director y sex simbol, y si bien es difícil comparar la importancia global de ambos, podemos decir que los componentes tienen una  dimensión distinta.

Como figura mediática Eastwood se caracterizó por encarnar al tipo duro,  macho de los años sesenta – setenta. Por el contrario Redford dio vida a personajes agradables, no solo por ser bien parecido físicamente, sino por su simpatía personal. Y si los personajes representativos como actor de Eastwood fueron el hombre sin nombre de la trilogía de Spaguetti Western de Sergio Leone (Por un Puñado de Dólares (1964), Por unos Dólares más (1965) y Lo Bueno, lo Malo y lo Feo(1966),  y el inspector  Harry El Sucio (cinco cintas entre 1971 y 1988), Redford más bien  entregó personajes entrañables tales como los protagonistas de Butch Cassidy y el Sundance Kid (1969), El Golpe (1973) y Todos los Hombres del Presidente (1976). Obviamente se trata de un juicio subjetivo, pero diera la impresión de que el Redford actor, tuvo más peso que su colega Eastwood en el imaginario colectivo (y capacidad actoral también). Como un dato interesantes está el que ambos nunca ganaron un Oscar a la actuación, aunque si fueron nominados en una solitaria ocasión, Redford por  El Golpe (1973) y Eastwood por A Millón Dólar Baby (2003).

Revisando esos personajes, queda claro que estos fueron congruentes con las opciones políticas tomadas por ambos; Estwood  se decantó por los republicanos (aunque en su ala moderada), mientras Redford apoyó  a los demócratas (es especialmente recordada la campaña de 1977, en la que brindo un respaldo importante al ganador Jimmy Carter).

Pero si con una buena dosis de subjetividad podemos pensar que Redford llevó ventaja en el terreno de la actuación, con una base más sólida podríamos afirmar que en el terreno de la dirección su par lleva claramente la delantera. Redford logró un gran éxito con su primera película Gente Ordinaria (1980) merced a la cual ganó el Oscar a la mejor dirección, pero en sus ocho trabajos posteriores no logró repetir el impacto. Quiz Show de 1994, fue la que tuvo más relevancia, siendo pionera en la denuncia de “realitys” y programas de concurso en la televisión. No es el caso del director Eastwood que supo imponerse con un universo propio, consolidándose como uno de los principales creadores de las últimas décadas,  con  cintas que que han sabido  reflejar a su manera las tensiones políticas y sociales de las  últimas  décadas.

EL ÚLTIMO ROBERT REDFORD

El Viejo y la Pistola, está escrita y dirigida por David Lowery, cineasta destacado del cine independiente. Basada en una historia real (al igual que La Mula), su protagonista Forrest Tucker tiene dos cualidades que sin duda Redford comparte; por un lado la simpatía (se repite reiteradamente a lo largo del metraje que se trata de “un caballero”) y por otro la persistencia: Tucker no es ladrón porque necesite el dinero, sino simplemente porque no puede dejar de ser el mismo. Es un sobreviviente, aprendió a robar y escapar de prisiones a sus trece años y sigue haciéndolo hasta los ochenta.

Hay un momento en que la cinta insinúa que el protagonista fue un mal padre (una de las personas que lo denuncia es una hija suya, a la que no llegó a conocer, luego de que abandonara a su madre y su hermano). Pero es apenas una mención, el director prefiere no profundizar en esos temas escabrosos y persiste más bien en los rasgos agradables de Tucker.

Si Eastwood en la Mula nos presentaba los conflictos familiares de un hombre que al final de sus días optaba por el cambio y por tanto el sacrificio y  la redención, en este caso la  dupla Lowery  – Redford nos muestra más bien a un personaje que no quiere cambiar, que rehúye los aspectos sórdidos de su evolución personal y que se refugia en su simpatía. Por eso es que El Viejo y la Pistola si bien es una cinta agradable de ver, no llega a tener la envergadura de La Mula.

En gran medida la película es un canto de amor a Redford y por eso sus escenas clave tienen más que ver con ciertas poses montadas para el homenaje al actor – personaje, que con la misma dinámica de la historia. Es el caso por ejemplo del ademan de disparo que hace con la mano a los policías cuando es capturado (y que sirve de paso para la imagen del afiche), y de la escena cuando montado en un caballo, en una clara referencia al Sundance Kid, observa como la caravana de carros policía llega a buscarlo.

Una película dispar, pero que nos brinda la posibilidad de seguir apreciando el fin de una época en el cine.

Publicaciones Similares

Deja un comentario