“Huelga”, una fábula moral

Me recomendaron que viera “Huelga”, que algunos consideran el mejor capítulo emitido hasta ahora de la serie “Historias de Libertad” creada por Jorge Sanjinés para conmemorar el Bicentenario. Como el guionista y codirector (junto con Andrea Camponovo) de esta entrega es Martín Boulocq, a quien tengo como uno de los mejores realizadores bolivianos, me “afilé” para presenciar el filme de más de una hora dedicado a la gloriosa huelga de hambre de las mujeres mineras que dio entrada al país a la democracia. Pero terminé decepcionado.

Menciono aquí dos motivos: la falta de reflexión sobre la relación entre el arte y la historia, y los desaciertos narrativos.

Parece que Bulocq no ha pensado a fondo sobre la complicada cuestión de la adaptación histórica. Seguramente alentado por Sanjinés, quien tiene una tendencia muy acusada a la teleología y el presentismo, es decir, a contar la historia como una preparación y como una alegoría del presente, Boulocq ha escrito un guion –justamente– teleológico y presentista. Esto, que se puede aceptar en las películas de Sanjinés porque son políticas, con “mensaje”, resulta más grave en un trabajo que (por su relación con el Bicentenario, por su tema, por el carácter verídico de sus personajes y sucesos, etc.) se supone que tenía pretensiones de representatividad histórica.

Ejemplo de la teleología de “Huelga”: El jesuita Luis Espinal participó en el segundo piquete de la huelga. La película muestra una escena en que la jerarquía católica lo reconviene y hasta amenaza por tal motivo. Uno de los obispos le dice en tono macabro que está escribiendo en contra de intereses poderosos que pueden llegar a eliminarlo. Este parlamento se refiere a las denuncias sobre los narco-vínculos de los militares que Espinal publicó en el seminario Aquí y que condujeron a su asesinato en marzo de 1980. El problema es que el diálogo del filme tiene necesariamente que ocurrir en enero de 1978, cuando aún faltan nueve meses para que se cree Aquí. En ese momento, Espinal trabajaba en la radio y lo que publicaba en Presencia eran críticas de películas. Así que el guion se adelanta a lo que aún no se ha configurado en la vida de este cura: actúa desde el futuro con efectos que, claro está, son distorsionantes.

Otro ejemplo: Según “Huelga”, la mente maestra detrás del ayuno por la amnistía fue Domitila Barrios (entonces de Chungara). Con ello Boulocq acata el juicio (impreciso) de la posteridad, que decidió acordarse de Domitila antes que de cualquier otra (en lo que tuvo mucho que ver el libro “Si me permiten hablar” de Moema Viezzer, que se publicó el mismo año de la huelga de las mujeres mineras). Pero en la época, Barrios solo era una dirigenta importante, tan discutida y parcial como las otras. Más significativa en ese momento era en todo caso Aurora Villarroel de Lora (y no solo por estar embarazada).

Ejemplos de presentismo: a fines de los años 70, las militantes sindicales y políticas estaban lejos del feminismo, también del proto-feminismo con que se las adorna en el filme. La Iglesia Católica, incluso su jerarquía, era menos reaccionaria que como aparece (seguramente por la posición que ha adoptado en los días presentes). Y etcétera.

El talento de Camponovo y Bulocq se observa en la dirección de actores y en la sobriedad y fluidez de los diálogos,  pero se tiene que reconocer que los grandes trazos narrativos de “Huelga” resultan maniqueos, propios de una fábula moral. Una fábula moral que, como suele pasar, usa a los niños para sus propósitos edificantes.  

La película comienza muy bien, con una escena verdadera y conmovedora en la fila de la pulpería. Luego viene una reconstrucción de la asamblea de mineros que se estraga por el parlamento de los dirigentes, que más tiene que ver con el teatro que con un debate sindical. Enseguida viene la presentación de las cuatro mujeres, que es fallida porque se basa en hechos cotidianos sin referencias claras; cuando estas mujeres hablan, pasan dos cosas: o se quejan de su sufrimiento o expresan conceptos abstractos. Todo ocurre de forma más bien confusa: hay muchos abusos militares, hay miseria, hay niños que no se atienden, hay unos planes rebeldes que no se especifican, en fin…

Las mujeres y sus hijos viajan a La Paz. Entonces se produce una escena muy bien lograda, cuando todos se alojan en el cuarto sin camas de una pensión. Luego viene una segunda asamblea, que me pareció todavía más inverosímil que la primera, así que me pregunté si no sería metafórica, una simbolización de los debates dentro de la izquierda en torno a la decisión de las mujeres de entrar en huelga. No tengo una respuesta clara sobre este punto.

La asamblea o metáfora termina en una toma semifija de las cuatro mujeres. Tono épico. Música en consonancia. Como dije, estamos en una fábula moral o patriótica. Las heroínas así retratadas, listas para entrar a la historia, siguen ulteriormente el camino que les marca el destino (teleología): enfrentan varias pruebas bastante predecibles (que pueden resumirse en un maletín lleno de dinero), dudan y sufren ante ellas, las vencen y cumplen su “moira”.

Como dijo otro crítico respecto a otro capítulo de esta misma serie: en todo esto hay algo que nos remite a las horas cívicas del colegio.       

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