“LA MULA” DE CLINT EASTWOOD

Ya se encuentra en las salas de exhibición La Mula,  la última cinta dirigida y protagonizada por  Clint Eastwood, uno de los directores en actividad más respetados del espectro norteamericano. Se trata de una película solvente y agradable, aunque está lejos de ser una de las obras maestras del realizador, el caso de Los Imperdonables (1992) o Los Puentes de Madison (1995)). Y por algunos elementos presentes, da la impresión de ser una suerte de testamento personal del cineasta, que ya ronda los noventa años de edad.

NARRATIVA Y PERSONAJE

La película es una muestra de construcción narrativa articulada alrededor del desarrollo del  personaje principal; se trata de un recurso que es usado en varios otros productos notables de distintos ámbitos, el caso de la serie televisiva catalana Merli (2015 – 2018), por ejemplo. En la obra da la impresión que elementos tales como la propia trama argumental y el desarrollo de los  personajes secundarios, están sino ligeramente descuidados, por lo menos subordinados en exceso a la estructuración – lucimiento del personaje-actor-director.

Earl Stone es un octogenario veterano de la guerra de Corea y exitoso productor de flores para la venta. Pero sobre todo es un “bon vivant”, trabajador sí, pero sobre todo cultor de las relaciones sociales, las fiestas, los eventos profesionales donde siempre sabe cómo ser el centro de atención. También le gustan las mujeres. Se trata de un conquistador “elegante”, de viejo cuño podríamos decir.

Earl es un buen tipo chapado a la antigua, muestra amabilidad y se preocupa por los demás aunque sin dejar de sacar a la luz sus prejuicios. Al encontrarse con un grupo de motoqueras lesbianas trata de ayudarlas, aunque pone hincapié en que se trata de “lesbis”. Más adelante ayuda en plena carretera a una familia de color, y les dice con toda  amabilidad que le encanta ayudar a una “familia de negros”. Los asombrados receptores del apoyo, no saben cómo explicarle a su benefactor que ese término es “políticamente incorrecto”.

Pero el talón de Aquiles del  personaje es su familia, a la que ha descuidado toda la vida para poder dedicarse plenamente “al trabajo”, es decir a su propia realización personal.  Precisamente la escena que abre el conflicto de la obra, es la que muestra como falta al matrimonio de su hija, por asistir a la recepción de un premio.

La desgracia de Earl, caballero de la vieja época, se da merced al internet, ya que su falta de adaptación lo lleva a la ruina. Entonces, en el punto en que no puede cumplir sus obligaciones familiares, (pero sobre todo no puede seguir teniendo recursos para ser el centro de su vida social), decide convertirse en Mula,  en un mensajero que traslada droga, para lo cual lo ayudan su edad, su apariencia física y sus antecedentes laborales. De esa manera  desarrolla otro de sus rasgos centrales: la amoralidad. Trata con la misma amabilidad que al resto de la gente, a los delincuentes y si puede  aprovechar una fiesta o y realizar una conquista sexual en la casa del jefe mafioso, lo hace sin que se le mueva un pelo.

PERSONAJE Y DIRECTOR

Es muy difícil no encontrar varias similitudes entre el “Earl” personaje y el “Clint”, actor -director. El segundo siempre fue un “outsider” en varios de los ámbitos en los que se movió. Se afilio al partido republicano en los izquierdistas años sesenta, pero allí dentro ha defendido causas tales como la del aborto, los derechos homosexuales, la defensa del medioambiente, etc. Al mismo tiempo se ha opuesto sistemáticamente a las intervenciones militares en países como Irak o Afganistán. Una especie de “conservador social – progresista”.

En el ámbito de la vida personal también se podrían encontrar parecidos. Según declaro una de las  hijas de Eastwood, este es padre de “ocho hijos en seis mujeres distintas”, algunos de los cuales al parecer, tardó en reconocer. Y según han señalado sus diversos biógrafos, siempre ha encanado al mujeriego consumado.

Quizás por eso la película pone tanto acento en la importancia de la familia (con un énfasis que ha momentos raya en lo cursi). Por eso también la historia recala en la expiación del personaje que pone en riesgo su libertad y hasta su vida, para reparar las décadas de abandono a las que sometió a su entorno.

La Mula se sostiene merced a la riqueza en la construcción de Earl: el descubrimiento de sus principales rasgos de personalidad y el sostenimiento de estos en las diversas circunstancias que plantea la  historia, logran que sobrellevemos con facilidad los 116 minutos de metraje, y que en definitiva lo asumamos como un personaje entrañable. Lamentablemente no ocurre lo propio con los otros personajes, algunos de los cuales dan la impresión de constituir promesas incumplidas: el caso por ejemplo del mafioso Julio, o del  policía Colin, que de un momento a otro o desaparecen del marco argumental, o se desinflan casi sin explicación alguna.  De igual manera, en el desarrollo de la trama, da la sensación que Eastwood se ha esforzado tanto en contarnos las características del personaje, que el momento culminante, en el que antepone por fin sus obligaciones morales a su estilo de vida, pasa sin pena ni gloria.

En alguna entrevista Sergio Leone, el director que lanzo a Eastwood al estrellato gracias a su trilogía de spaghetti western- Por un puñado de dólares (1964), La muerte tenía un precio (1965) y Lo Bueno, Lo Malo y Lo Feo (1966) -, dijo que sus capacidades actorales se reducían a tres expresiones faciales básicas. Puede ser cierto, pero también es verdad que eran efectivas. En La Mula al actor le basta con una actitud irónica y despreocupada para componer un personaje formidable. Y si alguien puede dudar sobre sus aptitudes para la actuación, las relacionadas con la dirección son incuestionables. En un producto relativamente menor, y a pesar de las limitaciones señaladas, la película muestra un manejo narrativo pulcro y a momentos brillante, a kilómetros de distancias de la mayor parte de los bodrios que componen nuestra cartelera.

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