La segunda temporada de “Ragnarok”
Netflix ha subido hace poco la segunda temporada de la serie noruega “Ragnarok”, que trae la mitología nórdica a nuestros tiempos de la misma manera en que Neil Gaiman lo hace en su novela “Dioses americanos”. Gaiman también tiene un libro sobre “Mitología nórdica”. En él nos explica que “los mitos nórdicos son historias de un lugar frío con largas noches invernales e interminables días de verano, mitos de un pueblo que no confiaba del todo en sus dioses y ni siquiera los apreciaba demasiado, pero aun así los respetaba y temía”. También nos cuenta que el Ragnarok es “el crepúsculo de los dioses, el final de todo, el día que los dioses batallarán contra los gigantes de hielo y morirán”.
Un apocalipsis relativizado en la versión de Marvel, que lo convirtió en el tópico de una de las películas de la franquicia Thor. Este es el más valiente, el más fuerte y no necesariamente el más listo de los dioses de Asgard; hijo de Odín, hermano de Loki y defensor de los mortales. En la serie de la que hablamos, el Ragnarok consiste en una lucha entre un joven adolescente en el que se reencarna Thor y unos millonarios que contaminan un valle, que, por supuesto, son gigantes disfrazados secularmente…
¡Un momento! ¿El resurgimiento de la mitología nórdica, cierto nacionalismo noruego en algunos pasajes y ecologismo? ¿No tendremos, entonces, que asociar esta serie a la ideología de la extrema derecha escandinava? Afortunadamente, no. La serie y los extremistas abrevan de los mismos fenómenos culturales y políticos, pero la primera se distingue insistiendo en la diversidad racial y cultural, que está presente tanto en el lado de los malos como en el de los buenos.
Si en su primera temporada “Ragnarok” es una historia para adolescentes en un ambiente natural y social atractivo y solo tiene la mitología como trasfondo, en la segunda temporada esta pasa a la primera línea y se convierte en el eje narrativo. Ya conocíamos la conversión del muchachote disléxico Magnus en Thor, así como la crueldad de los gigantes, que asesinaban a su amiga y lo empujaban a desarrollar sus poderes. Ahora vemos cómo, capítulo a capítulo, se va formando la legión de los dioses que se enfrentarán a los gigantes. Entra en escena Odín, el que todo lo ve con un solo ojo, ya que perdió el otro en su búsqueda de sabiduría; Freya, la diosa del amor y de la magia, y Tyr, el dios de la guerra, provisto de una sola mano. Todos ellos se encarnan, como en American Gods, en personajes más bien marginales y oscuros. El más interesante, y clave en la trama de la serie, es Loki, hermano de Thor y medio dios y medio gigante, una figura sin bando claro y ambigüedad moral, lo que en este caso se encarna en su no binarismo sexual.
¿Qué nos puede ofrecer la mitología hoy a nosotros? Aventuras, magia y súper poderes, claro. Alguna vez escribí lo mucho que la industria cultural actual le debe a estas referencias clásicas. Si estamos más familiarizados con los dioses greco-latinos, “Ragnarok” es una ocasión para aprender algo de los mitos que generó la imaginación de los seres humanos del gélido y boscoso norte. Evitando los procedimientos de Hollywood, esta serie no se apoya en los efectos especiales, ni mucho menos. Pienso que su principal preocupación es adaptar los caracteres y valores de los dioses antiguos a situaciones contemporáneas, y “discutir” la incompatibilidad entre algunos de aquellos y los valores modernos. Así, Magne se resiste a la responsabilidad que tiene, en tanto encarnación de Thor, de matar gigantes, violando el quinto mandamiento cristiano. Todo lo cual es un poco obvio y no salvaría a la serie. Esta encuentra su justificación en las andanzas algo retorcidas de Laurits (Loki) y en la bondad, ingenuidad y liberalidad de la madre de ambos chicos-dioses, que a mi juicio representa el aspecto más benigno de las sociedades escandinavas. La amenaza que acecha para la tercera temporada es cruda y desagradable, así que, como suele ocurrir con las series que por una razón u otra llegan a engancharnos, habrá que seguir viéndola.