EL PODER DEL PERRO Y TOP OF THE LAKE DE JANE CAMPION


El Poder del Perro es la película que la directora neozelandesa Jane Campion ha estrenado el pasado año en Netflix, y que ha sido saludada por el conjunto de la crítica como una de las mejores cintas de la gestión; merced a ello ya ganó el globo de oro a mejor directora, y es candidata a hacerse con alguno (s) de los premios Oscar. Las temporadas 1 y 2 de la miniserie televisiva Top of The Lake (a la segunda se le añadió el subtítulo de China Girl),  constituyen los anteriores productos de la realizadora; diferenciamos entre ellos porque si bien comparten protagonista, encaran historias distintas, tanto en lo argumental como en lo geográfico (la primera fue rodada en el área rural de Nueva Zelanda, y la segunda en un centro urbano de Australia). Campion es la realizadora mujer más destacada de las décadas anteriores, en 1993 estrenó El Piano, gracias a la cual recibió distinciones como la Palma de Oro del Festival de Cannes y el Oscar a la mejor dirección.

Lo que hace centralmente Campión en los tres trabajos, es construir universos de personas dañadas. Son mundos en los que existe una clara diferenciación entre villanos y héroes, entre el bien y el mal, pero donde todos los personajes tienen el común denominador de haber sufrido el embate de la sociedad, de haberse “quebrado” en algún momento. En Top of the Lake los malos desahogan sus frustraciones infringiendo sufrimiento a los que los rodean, mientras los buenos, al revés, luchan por reconstruirse y reivindicarse haciendo frente a la extrema crueldad del medio. En El Poder del Perro, la división no es tan marcada; evidentemente en un principio se construye una fuerte antipatía hacia el personaje principal, sin embargo, la demarcación va haciéndose más tenue en la medida en que queda claro, que también en este caso todos los participantes en realidad son víctimas, de las convenciones machistas que rigen el relacionamiento social del medio.

En todo caso, lo importante en los tres productos es la habilidad con la que la realizadora realiza la construcción de un ambiente, íntimamente relacionado con la psiquis de todos los personajes. Esa habilidad se traduce en que en general de los visionados de los trabajos mencionados (especialmente los de Top of the Lake),  produzcan una continua sensación de malestar. Los personajes construidos por la directora están continuamente en una situación límite, lo que genera una ansiedad que es transmitida eficientemente al espectador.

De los tres productos reseñados, sin duda el más completo es la primera temporada de Top of the Lake. Allí la directora sin forzar ningún mecanismo argumental, describe el ambiente dañino y opresor generado por un patriarcado despótico. La soledad del campo, a pesar de su excepcional belleza, es el marco para que la directora muestre, como las relaciones de poder grupales pueden desarrollar una marcada  crueldad.

No es casual que El Poder del Perro haya elegido el western como su localización geográfica y genérica. Se trata el ambiente machista por antonomasia. Allí Phil, el personaje principal, se comporta como el alfa, burlon y despiadado con su débil hermano George, su nueva cuñada la alcohólica Ross y el afeminado hijo de esta, Peter. Sin embargo, de un momento a otro, y merced a un repentino acercamiento de Phil y de Peter, descubrimos que la hostilidad de Phil, está motivada por la frustración amorosa de un viejo romance homosexual. En El Poder del Perro, se extraña la construcción detallada de Top of the Lake; finalmente se entienden las motivaciones de Phil, pero el rápido salto de un extremo a otro en el personaje (de la animadversión, a la amistad, y probablemente al vínculo sentimental con Peter) está poco justificado por las acciones. De ahí se genera la impresión de que la narrativa en la cinta, se sacrifica de alguna manera al postulado ideológico.

Algo similar en Top of the Lake, China Girl. Después de un enorme esfuerzo por describir personajes dañados y hasta cierto punto irracionales, Campion nos lleva a una suerte de desenlace sorpresivo, en el que la necesidad de acomodar a la víctima al presupuesto ideológico (la joven víctima se libera cuando pierde el miedo al agresor), rompe con la construcción narrativa previa (la joven alienada por el agresor).

En todo caso queda claro que la neozelandesa no es una realizadora menor y que posee una extraordinaria capacidad narrativa. Su principal habilidad a nuestro juicio es la de su  habilidad para construir una estética propia, bella sí, pero reveladora de las principales violencias y miserias de la sociedad patriarcal y machista. Por eso es que El Poder del Perro y las dos temporadas de Top of The Lake son productos imprescindibles (por suerte en estas épocas fáciles de visualizar, ya sea mediante alguna plataforma de streaming, y si no haciendo un pedido a cualquier tienda de películas especializada).

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