La materia oscura y el multiverso del aburrimiento
La realidad contiene un número infinito de universos que prácticamente conviven juntos, en diferentes planos de la misma. Para acceder a ellos no es necesario recorrer grandes distancias, sino simplemente entrar a otro estado de consciencia (o perder temporalmente la actual, lo que viene a ser más o menos lo mismo).
Los universos se acumulan uno tras otro en forma prácticamente infinita. El fenómeno se da cuando cualquier ser humano toma una decisión vital para el curso de su vida. Por ejemplo, en el momento en que yo decido casarme, el actual universo se dividirá en dos, uno donde efectivamente me caso y otro donde sigo soltero, ¿y si luego me divorcio?, ahí sobrevendrá un tercero. El mismo mecanismo se da con otras decisiones de importancia; si me traslado a vivir a otra ciudad, si decido tener un hijo, etc., etc. De esa manera una sola persona puede generar varios universos durante su vida, y si los multiplicamos por el número de habitantes del planeta, nos daremos cuenta de la magnitud que frenéticamente se va alcanzando. Esa es la premisa de la que parte Materia oscura, la serie estrenada hace algunas semanas en la plataforma de streaming Apple TV.
Evidentemente hay varios físicos que desde finales del siglo XIX han comenzado a mencionar la posibilidad de universos “conectados” o “paralelos”, aunque hay otros que han señalado que este enunciado no es más que una coartada para explicar la imposibilidad de entender a cabalidad el funcionamiento de lo “existente”, barrera expresada sobre todo en las incompatibilidades existentes entre la física clásica, que explica el movimiento de las grandes masas del universo, y la física cuántica, que estudia los movimientos del átomo, es decir, de lo minúsculo de la materia.
Pero lo que en la ciencia constituye un enigma, en el audiovisual contemporáneo ha resultado una ayuda insuperable para reciclar historias y personajes ya gastados. Esa ayuda se ha empleado, sobre todo, aunque no únicamente, en el cine de superhéroes.
¿Qué haces si tienes un personaje como Superman que ya ha sido visto en innumerables películas, series, comics, etc.?, pues le inventas un universo paralelo donde tendrá alguna variante, se encontrará con personajes que ya murieron en su “universo” original, o donde inclusive podrá enfrentarse a si mismo. El gran éxito del cine de superhéroes de este año, Deadpool y Lobezno, resucitó al segundo personaje, recurriendo al fácil expediente del “otro universo”, con lo cual ha logrado un resultado de taquilla espectacular, merced a lo cual seguramente se producirán varias otras películas de este tipo.
En el caso de Materia oscura, nos encontramos con una producción de alta factura técnica y escenográfica, como generalmente ocurre con las producciones de Apple TV, que de alguna manera se ha especializado en historias de ciencia ficción; algunas de las mejores series contemporáneas de este género como Separación (2022), Silo (2023) y Fundación (2021 – 2023), se encuentran allí.
Inclusive el planteamiento dramático está bien trabajado, al comparar de manera adecuada el comportamiento de los dos “yo”, transportados a realidades distintas (construidas a partir de decisiones tomadas por ellos mismos).
Pero la historia cae al momento de irse develando los distintos misterios, ya que las explicaciones dadas no solo son simples, sino muy previsibles. Se trata de un final de fiesta pobrísimo, y muy por debajo de las expectativas que generaron el inicio, y un poco antes la invitación.
La historia no termina de convencernos, aunque la temática contenida en ella, nos hace recordar algunas de las ideas que el arzobispo de Berkeley construía en el siglo XVIII; ¿y si la materia en realidad no existiera y fuera tan solo producto de nuestros sentidos?, ¿y si lo que entendemos como “realidad”, no fuera más que una expresión de nuestro estado de consciencia?, ahí sí podríamos explicarnos la razón por la que la mecánica física no se compatibiliza con la mecánica cuántica.