My Lady Jane y la reinvención de la historia
Esta serie, recientemente estrenada en Amazon Prime, sin llegar a ser una obra maestra, es divertida y ejemplifica una fuerte tendencia que se está dando en el audiovisual actual; la reinvención de la historia.
Quentin Tarantino dio mucha fuerza a la “reescritura de la historia” a través de dos películas: Bastardos sin gloria (2009) y Había una vez en Hollywood (2019). En la primera, un grupo de soldados dotados de fuertes dosis de sadismo, mata a Hitler en un teatro antes de que termine la Segunda Guerra Mundial, mientras que, en la segunda, un especialista de escenas de acción de Hollywood, evita que los seguidores de Charles Manson asesinen a Sharon Tate, la esposa de Roman Polansky.
La “reescritura” de la historia tiene una larga tradición en el cine y la literatura, basta recordar por ejemplo El hombre en el castillo (2015 – 2019), serie basada en una novela de Philip K. Dick, en la que se plantea un futuro alternativo, en el que alemanes y japoneses ganaron la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, esa “reinvención” se ha sumado en nuestro tiempo a ciertas tendencias, que, bajo el paraguas de un progresismo forzado, terminan siendo a nuestro juicio terriblemente conservadoras. Por ejemplo, colocar a actores de color o asiáticos, ocupando lugares preponderantes en las sociedades europeas del siglo XIX (cuando en realidad solo podían ser esclavos o sirvientes); Bridgerton (2020-2024) puso de moda esta tendencia, que lo único que logra es teñir de igualitarismo, sociedades en la que el racismo está renaciendo en forma intensa.
En nuestro caso, la verdadera Lady Jane, fue una noble inglesa que llegó a ser reina de Inglaterra en 1553, por nueve días, hasta que fue derrocada y posteriormente decapitada por su media hermana María. Jane tenía un fuerte prestigio en círculos intelectuales, y se la consideraba una de las jóvenes más cultas de su época, pero evidentemente su hermana tuvo mayor habilidad política en ese momento.
Lo que hacen la directora Jamie Babbit y los productores MacDonald & Parques, basados en la serie de novelas escritas por Brodi Ashton y otros autores, es reinventar el personaje, convirtiéndola en una feminista divertida, que se mueve en una sociedad ampliamente ridiculizada. Obviamente la serie nos está hablando del ahora. Los realizadores no solo cambian los hechos, sino que también recurren exitosamente a la fantasía (seres humanos que se convierten en animales en procesos de ida y vuelta), para dotar la historia de mayor dinamismo.
Lo que hace a My Lady Jane divertida, es su desenfado, expresado en que no se toma en serio a sí misma y en que de escena en cuando, introduce con éxito el humor negro; uno de los mejores momentos, por ejemplo, lo encontramos cuando la hermana menor de Jane (de unos 8 o 9 años), asesina con la mayor tranquilidad a su flamante cuñado, antes de que pueda consumar el matrimonio. Se trata de un noble decrépito y desagradable, con el que su madre ha obligado a su hermana del medio a casarse, a fin de mejorar su posición económica.
Con el tratamiento del sexo ocurre lo mismo (simpática la conversación con señas que Jane y su criada sostienen, mientras a esta última le realizan una felación), en los primeros minutos de la serie. Los distintos “rituales de apareamiento” que se muestran en la serie, sin duda se realizaban en la época, pero la forma de contarlos, definitivamente pertenece a la nuestra.
El mecanismo dramático utilizado por la serie es similar al que ha popularizado The Boys (2019 – 2024), aunque es aplicado en forma menos violenta y desagradable; dos protagonistas intachables desde el punto de vista ético (no moral, porque violan varios preceptos de la época), que están obligados a moverse en un medio impregnado de cinismo. El entorno es cada vez más agresivo, y en este caso caricaturesco, y parte del atractivo de la trama es ver como la heroína se mueve en este medio.
My Lady Jane es una obra fresca, se deja ver y en algunos capítulos es ampliamente disfrutable.