La sustancia y Sangre en los labios: ¿hacia un nuevo tipo de estética feminista?
El elemento común, de mayor visibilidad, entre ambos títulos, es el del tratamiento de los cuerpos. En ambos casos se salta abruptamente de una visualización preciosista (cosificadora es un término que podría usarse en forma complementaria), a otra de grotesco extremo. Los cuerpos curveados, retratados con intensa sensualidad, de repente engrosan, se distorsionan y literalmente revientan.
De las dos películas, la más atrevida es La sustancia, y también la que presenta mayores inconsistencias en la trama argumental. Una estrella televisiva en decadencia que toma la opción de desdoblarse en “otra”, y así conservar la juventud. A la directora Coralie Fargeat le importa poco la lógica; no interesa demasiado de dónde sale la tecnología que permite dicho artilugio, tampoco resulta coherente la vida de una “diva” aislada completamente de su entorno y sus seguidores, y finalmente tampoco se entiende bien el sentido de una mujer que se somete a un infierno para que “otra” (con otra consciencia, otro cuerpo, otros gustos e intereses) pueda vivir en el paraíso.
Con dichas características, La sustancia concentra todo su arsenal en las transformaciones estéticas, intensas, erráticas a momentos, cada vez más desesperantes, a las que se somete la protagonista. Y hay que decir que la decisión de Fargeat da resultados hasta cierto punto: no se complica explicando los porqués, ni las alternativas y por tanto puede insistir reiteradamente en su tesis básica: el culto a la belleza que esconde las mayores aberraciones, en el marco de una sociedad superficial que nos dirige a la miseria moral y la autodestrucción. El mayor cuestionamiento que se le puede hacer a esta propuesta es el que muchas veces corresponde a este tipo de productos extremos: ¿Dónde termina la denuncia y comienza el espectáculo?, ¿no es la película un resultado más de lo que aparentemente pretende criticar?
Sangre en los labios (también se llama Amor, mentiras y sangre en otros países de Latinoamérica), dirigida por Rose Glass, describe un amor lésbico intenso, narrado en clave de thriller. La hija de un gánster sociópata empieza un romance apasionado con una fisiculturista errante. La hija está en permanente conflicto con el ambiente machista y abusador donde tiene que desenvolverse, lo cual combinado con la inestabilidad emocional de su nueva pareja da como resultado un quiebre violento de las normas que rigen ese mundo.
Se trata del retrato de dos mujeres apasionadas, que sacrifican a cada momento la viabilidad de su futuro, debido a la atracción que sienten la una por la otra, atracción que las empuja a enfrentarse a la cultura machista violenta que las rodea. El recorrido de la pareja se orienta hacia el delirio a pasos agigantados. Y en ese contexto, aprovechando el elemento del fisiculturismo, los músculos protuberantes, agigantados, exagerados al límite, son los que acompañan ese camino.
En La sustancia, los cuerpos se degeneran en una escalada de aberración extrema, en Sangre en los labios terminan entrando en una suerte de realismo mágico exagerado. En ambos casos, sin embargo, el elemento común es la muerte, relacionada siempre con lo físico. No es casual, por tanto, que en ambas propuestas el “gimnasio”, televisado y glamoroso en un caso, marginal en el otro, juegue un rol determinante como contexto.
Otro punto en común en ambas películas es el de la juventud de sus directoras. En ambos casos además se trata de “la segunda” película. Coraline Fargeat dirigió antes Revenge (2017), cinta de violación y venganza en la que lo más atractivo resulta siendo el detalle con la que la directora retrata el cuerpo de la protagonista. Por su parte, Glass hizo Saint Maud (2019), tratando de innovar en el cine de terror; en la cinta, la fe cristiana dogmatizada hasta el extremo, evidentemente se convierte en un elemento horroroso. En todo caso se trata de dos realizadoras interesantes.
¿Podría decirse que ambas películas plantean un tipo de visión estética especifica? Evidentemente, tal como hemos señalado, tienen elementos en común y claramente se enmarcan en una suerte de reacción a ciertas tendencias ideológicas y estéticas imperantes. El tiempo dirá si se trata de una propuesta merecedora de un desarrollo mayor.