READY PLAYER ONE

Una verdad de Perogrullo acerca de Spielberg, es que se trata de un cineasta trabajador: pocos meses después de presentar Los Papeles del Pentagono (2017), estrena Ready Player One, ambas representativas de distintas facetas del autor, y dotadas de la capacidad de atraer la atención de la crítica y del público, lo que ha sido una constante a lo largo de su carrera.

En las 36 obras que el director ha realizado desde su debut en 1971 con El Diablo sobre Ruedas, varias de ellas hechas para la  televisión, encontramos desde obras maestras, hasta uno que otro trabajo intrascendente (los menos hay que decir), pero lo que queda claro es que es un cineasta que ha sabido poner su huella al cine norteamericano en los últimos cuarenta años.

SPIELBERG RESUMIDO

En estos años Spielberg ha hecho que su nombre sea un sinónimo de éxito económico, y en ese sentido se asemeja a una figura del Hollywood clásico como la de Cecil B. De Mille, que en las primeras décadas del anterior siglo se hizo célebre por producciones tipo Rey de Reyes (1927) o Sansón y Dalila (1949). Pero el director también nos ha dado obras magistrales de la narrativa contemporánea, de tal manera que también podríamos afirmar que es heredero de realizadores como John Ford, autor de clásicos como La Diligencia (1939) y Searchers (1956)), que contribuyeron a construir la forma de contar del cine estadounidense.  De tal manera que en forma gruesa es fácil afirmar que Spielberg combina las dos principales características de la industria cinematográfica: olfato comercial y habilidad narrativa, y que por tanto se ha convertido en su portaestandarte privilegiado, en su representación más genuina en una perspectiva histórica.

Se podría afirmar que el periodo de oro del realizador (desde el punto de vista cinematográfico, no solo comercial) es el que va desde su debut en 1.971 hasta la mitad de los noventa. En este periodo el director desarrolla su cine característico, ambicioso en la taquilla pero también pulcro y creativo en la construcción lingüística. En este periodo destacan cintas como la mencionada Reto a Muerte, Loca Evasión (1974), Tiburón (1975), Encuentros Cercanos del Tercer Tipo (1977), la trilogía de Indiana Jones (1981, 1984 y 1989), ET (1982} La Lista de Schlinder (1993) y Jurasic Park (1993).

En dicho lapso la “mano” narrativa del director sirvió para opacar los rasgos más débiles de su cine, especialmente la tendencia a cierto edulcoramiento rayano en lo cursi, inspirado según el mismo en el estilo de Disney. Ese rasgo ha incidido en que varias de sus cintas sean simplemente y llanamente olvidables; el caso de Always (1989), Hook (1991) o El Imperio del Sol (1987), en la que una de las últimas secuencias, en la que los aviones norteamericanos tiran regalos tipo navidad a los prisioneros de guerra aliados, se puede fácilmente inscribir en una antología del mal gusto.

A partir del último quinquenio del anterior siglo, Spielberg entró  a una etapa mucho más relajada, fiel a la anterior en cuanto al deseo de engranar en la tradición de la narrativa clásica hollywoodense, pero menos condicionada por la necesidad de buscar el superéxito comercial en cada lanzamiento. De esa manera se permitió indagar en la ciencia ficción pesimista con Inteligencia Artificial (2001) y Minority Report (2002), o en la comedia tradicional con intenciones políticas con Atrápame si Puedes (2002) y La Terminal (2004).  Es en este periodo que produjo otras dos obras notables, menos ruidosas en el impacto comercial, pero más profundas que las anteriores en cuanto al desarrollo de personajes y situaciones: Munich (2005) y La Guerra de los Mundos (2005).

CIENCIA FICCION DESCAFEINADA

Se entiende que el guion de Ready Player One haya entusiasmado a Spielberg; por una parte lo acerca al mundo de lo que podríamos denominar la “ciencia ficción cercana”, aquella que basada en las innovaciones tecnológicas que vivimos actualmente, centradas en el desarrollo de la tecnología digital, anticipa los efectos que tendrá a futuro. Y por otra, lo hace empapada en las referencias culturales de la década de los ochenta, precisamente la de Spielberg, en la que no solo las películas que dirigió fueron una referencia imprescindible, sino también otras que inspiró o produjo tales como Los Gremlins (1984), Los Goonies (1985)  o Regreso al Futuro (1985, 1989, 1990).

Ready Player One desarrolla un fenómeno que ya vivimos; el de nuestra vida paralela (complementaria en realidad) al mundo real, lograda merced al universo digital y expresada a través de mecanismos tales como las redes sociales, los juegos en línea, etc. Para llegar al nivel que plantea la cinta, tan solo hace falta un mayor desarrollo de los mecanismos de realidad virtual y probablemente lo hagamos en menos tiempo de lo que esta plantea, dentro de unos 27 años.

Lo mejor de la película se encuentra en la forma en que el director combina la acción real, con los efectos de animación en los que recrea la realidad virtual. En los primeros dos tercios de la cinta, Spielberg una vez más muestra su maestría para lograr un ritmo fluido. Sin embargo en la última parte peca de cierto engolosinamiento, lo que se traduce en una prolongación innecesaria del metraje. Por otra parte lo más disfrutable se encuentra en las referencias culturales mencionadas; hay momentos, el caso de la recreación de “El Resplandor”, que son simplemente deliciosos. Spielberg juega con elementos que sabe que nos son gratos (a los consumidores de la cultura global contemporánea), se divierte y en esos casos logra que nos divirtamos junto a él.

Lo peor de la película se encuentra en la chatura con la que encara el problema que ella misma se plantea: la relación entre mundo real – mundo virtual y sus efectos sobre la vida de la gente. Alguien podría decir que es una opción legítima tomada por el director, pero lo cierto es que los espectadores tenemos derecho a reclamar lo que se nos promete en el planteamiento inicial de la obra, y en este sentido Spielberg incumple.

Trabajos como Black Mirror (serie de televisión 2012, 2014, 2016, 2017), se han ocupado de desnudar el impacto de las nuevas tecnologías en la sociedad (las que en la mayor parte de los casos no solo no liberan a los seres humanos, sino que acentúan sus peores rasgos: discriminación, manipulación masiva, incomunicación, insensibilidad, crueldad, etc.).

En las primeros minutos Ready Player One contrasta la extrema pobreza real con la exuberancia virtual y nos habla de los seres humanos que han dejado de resolver sus problemas, simplemente para sobrellevarlos. Pero al instante, y por el resto del metraje, dicha contradicción se diluye en una historia que podría estar calcada de cualquier capítulo de una serie de televisión animada de los años ochenta; un millonario que juega el destino de la humanidad en una competencia para chicos, cinco amigos que merced a la buena voluntad derrotan al malo – malísimo, y finalmente una contradicción entre realidades (material y virtual) no tan extrema como nos la pintaron al principio (la chica hermosa virtual que se transforma en una chica semi –hermosa real), y que se resuelve dando dos días de descanso a la semana a los usuarios del internet.

Es dable pensar que si Spielberg hubiera sido menos ambicioso en sus propósitos iniciales, y se hubiera planteado simplemente un divertimento retro, podría haber logrado un trabajo más redondo, poblado de personajes dotados de mayor verosimilitud. En todo caso “Ready Player One” vale para los nostálgicos, y para los que seguimos la carrera de un realizador que a pesar de todo, todavía tiene la capacidad de sorprendernos en determinados momentos.

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