Revisiones: De «Ukamau» a «Bartolina Sisa»

  1. “No es fácil escribir sobre una obra que a lo largo de los años se ha hecho cada vez más invisible en la medida en que su creador la guarda celosamente, temeroso de que la piratería la difunda en pequeñas pantallas, donde su sentido profundo se diluye”. Con estas consideraciones abre David Wood su estupendo y reciente libro sobre el cine de Jorge Sanjinés, El espectador pensante (México: unam, 2017).

 

2.¿Es cierto lo que dice Wood? Sobre Sanjinés, sin duda: ningún otro cineasta boliviano ha protegido con tanto celo el acceso a su obra. Y, sin embargo, pese a esta dedicada vigilancia, varias de sus películas circulan –como otras tantas bolivianas– en copias piratas.

 

  1. Con excepción del cine reciente –ya filmado digitalmente–, mal accedemos al cine boliviano a través de pésimas copias. De hecho, la mayor desgracia de la piratería no es la mencionada por Wood –que las películas “se difundan en pequeñas pantallas”– sino que esa difusión ponga en circulación versiones que no se ven ni se escuchan bien en ningún tamaño de pantalla o de sala.

 

  1. Tres películas de Sanjinés a la venta en las aceras de La Paz, en copias dudosas: Ukamau (1966), El coraje del pueblo (1971) y La nación clandestina (1989). Tienen más de algo en común: el mismo origen (transmisiones televisivas europeas), una muy baja resolución, subtítulos en inglés.

 

  1. Volver a ver el cine de Sanjinés en estas copias es un experiencia contradictoria: a) nos mueve a recordar –como esas malas fotos de queridos familiares muertos– algo que alguna vez conocimos en una mejor versión; b) nos permite detenernos a analizar en detalle algo que sólo podíamos, en sala, pescar al vuelo; c) nos ofrece los placeres de la relectura, antes imposibles; d) nos provoca ansiedades históricas varias, como esta: ¿existe una buena copia de El coraje del pueblo o esas imágenes deslavadas y borrosas son todo lo que queda?

 

  1. Los pequeños beneficios para el espectador son numerosos, aunque personales. Yo descubro, por ejemplo, gracias a estas copias, que El coraje del pueblo y La nación clandestina se abren de la misma manera. O me doy cuenta, con entusiasmo, de algo que seguramente otros cinéfilos sabían de sobra: que Sanjinés parece dialogar con el duelo final de Avaricia (1924) de Erich von Stroheim en su duelo final en Ukamau. Y se despiertan curiosidades: ¿quiénes son Juan Carlos Macías y Sergio Buzi, los responsables del magnífico montaje de El coraje del pueblo?

 

  1. Todo el cine boliviano reciente, en cambio, sobrevivirá en copias digitales siempre idénticas a sí mismas. Por ejemplo, Bartolina Sisa (2008), documental de media hora de Demetrio Nina.

 

  1. Quizá Bartolina Sisa sea un emblema de la teoría y práctica del cine junto al Estado boliviano. Su contenido es un versión despojada y escolar del mismo gesto que luego caracterizará al Sanjinés de Insurgentes (2011): la hagiografía –pomposa, devota, acrítica– de héroes y heroínas de lo nacional-popular en Bolivia.

 

  1. De Bartolina Sisa no se sabe con certeza mucho, pero aquí incluso eso poco que se sabe –por los trabajos mayores sobre la rebelión anticolonial de Tupac Katari, el de la chilena de derecha Eugenia del Valle y el del estadounidense de izquierda Sinclair Thompson– se reduce a unos cuantos trazos de cromito de primaria: Sisa era “leal”, “valiente” y “montaba bien a caballo”, como Juana de Arco.

 

  1. No digo que Bartolina Sisa sea “emblemática” por su contenido impreciso, como derivado de una lectura apresurada de Wikipedia. Lo digo por su rico contenido adicional y explicativo: sobre el chacha-warmi de Sisa y Katari (aunque, para no ningunear a la otra pareja de Katari, María Lupiza, ¿no era mejor hablar de un chacha-warmi-warmi?), sobre los tejidos andinos usados por Sisa en la peli (aunque las descripciones contemporáneas la retrataran de chola, vestida a la española, con cabriolé), sobre la interculturalidad, etc.

 

  1. En suma: el secreto estatal de Bartolina Sisa radica en los “extras” del DVD, no en el documental mismo. Se nos informa en ellos, por ejemplo, que Nina, en un acto de revisionismo histórico realmente audaz, busca hacer evidentes los valores universales de Sisa. ¿O sea que es mentira que considerase el objetivo de su rebelión, en sus propias palabras, “que extinguida la cara blanca, sólo reinasen los indios”?

 

  1. También en los extras del DVD, en la sección de “Actores”, la biografía de cada uno es en realidad la de su personaje. Leemos esto de Yomar Ferino: “Mujer aymara valerosa, con gran habilidad para el manejo del caballo y el uso de la q’orana. Se destaca por su fuerza, valentía y principalmente por su lealtad”. ¿O es que los actores fueron poseídos por sus papeles? Algo así sugiere Jorge Cárdenas al describir su interpretación de Katari como el resultado de una posesión benigna, como si hubiese sido arrebatado –explica– “por un aura, un magnetismo, un pachacuti en el cuerpo”.

 

  1. Un apunte final, sobre tejidos: años después (el 2011), en una crónica de Álex Ayala, nos volvemos a encontrar con Yomar Ferino, la intérprete de Bartolina Sisa en el documental del Nina. Ayala narra el encuentro de Manuel Sillerico, sastre de Evo Morales, y Ferino, encargada de una tienda de la calle Linares, uno de esos rincones de La Paz que al parecer –si creemos en el exotismo turístico de la nota– está “salpicado de adivinos y campesinos que leen la hoja de coca”. Los tejidos que quiere Sillerico no están a la venta, aclara Ferino, en una conversación que Ayala –acaso para provocar la ira de las tejedoras en todo el mundo– describe como “bastante poética para tratarse sólo de una tela”. Además, le recuerda Ferino al sastre, “los tejidos son como textos, cada uno cuenta una historia distinta. Cortarlos sería un sacrilegio”. Sillerico responde a esta objeción con una máxima que se ha convertido desde entonces en lema estatal: “Claro, pero hay que tener en cuenta que los utilizaría Evo Morales”.

 

  1. Otro apunte final, sobre piratería. Poco después del estreno de Bartolina Sisa, en 2008, Jorge Sanjinés acusó a Ninafilms de piratear una de sus películas. Demetrio Nina respondió iniciando una querella contra Sanjinés por “calumnia e injuria”. Según consta en una carta de 2009 dirigida “A los trabajadores del audiovisual boliviano”, Nina sostenía que la acusación de Sanjinés quería perjudicarlo en su candidatura a la dirección del Consejo Nacional de Cine: “No cabe en la visión conservadora la idea que un joven de provincia y quechua-hablante asuma un cargo jerárquico”, escribe. Nina obtuvo el cargo deseado poco después, en 2011.

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