ROOM 666 EN EL 2009

ROOM 666 es el nombre de un documental que Wim Wenders filmo en el festival de Cannes de 1.982. Lo que hizo el alemán fue instalar una cámara en un cuarto de hotel e invito a quince directores, que en una excéntrica soledad ( a lo largo de la cinta no se observa la necesidad de que hicieran sus disquisiciones con solo la compañía de la cámara)  tuvieron que responder a tres preguntas que giraban sobre la misma temática: ¿Cuál es el futuro del cine?, ¿desaparecerá frente al avance de la televisión  y la dictadura de los altos presupuestos?.

La forma de la pregunta es distinta, pero la substancia, el “entrelineas” de las interrogantes, refleja los mismos temores y dubitaciones que se viven hoy  de acuerdo a los distintos ámbitos geográficos y sociales de los que hablemos, frente a las nuevas herramientas expresivas que crecen bajo el amplio manto del digital.

En el terreno de lo puramente anecdótico, llaman la atención algunos  detalles que se observan en los directores y su escenario: un televisor enorme a un costado, que en la primigenia intención del director simbolizaba la creciente amenaza de esos tiempos, pero que hoy  por su enorme grosor solo puede representar la ya superada etapa  analógica, y en el caso de algunos de  los entrevistados,  un nerviosismo que en esos tiempos era fácil de enfrentar con un cigarrillo, detalle que posiblemente hoy no se repetiría, dada la corrección política imperante respecto a ese tema.  

Es interesante observar como la mayor parte de los entrevistados sucumben ante la sorpresa y caen en el desconcierto. Solo un puñado da respuestas interesantes y entre ellos se destaca Godard; para él es un problema que las pequeñas películas estén desapareciendo frente a la tendencia de la industria a encarar solo grandes producciones, pero uno  mayor, por su fuerza expresiva es el de la publicidad, que atiborra al espectador de momentos culminantes; en las tandas publicitarias “se ofrece  múltiples climax de Potiemkin, pero sin las dos horas de respaldo de Potiemkin”, dice el Suizo –Francés. Y si pensamos en el atiborrado contexto de “efectos especiales” producidos merced al abaratamiento de la tecnología en nuestros tiempos, amén de la sobresaturación publicitaria, no nos queda más que seguirle dando la razón.

Varios de los otros entrevistados vuelven sobre el tema: ¿la estética de la televisión se comerá a la del cine?. Como han pasado veintitantos años de la realización de dicho documental y se puede decir que ya hemos superado los embates más fuertes (y en algún caso definitivos) de la videocasetera, la televisión por cable y el DVD,  sabemos categóricamente que no. A pesar de que en muchos casos el principal vehículo de difusión de los filmes se da en la TV o el video casero,  el encuadre para la gran pantalla no representa ninguna desventaja; igual las películas se consumen y su capacidad de “rating” sigue enfrentando sin problemas a los mejores productos hechos específicamente para la televisión. En ese sentido podemos tomar las palabras de Hertzong, cuando dice que el cine posee una fuerza expresiva superior a la de la TV: “Tiene la capacidad de expresar  mejor la vida”, y si le damos la razón, podríamos concluir también que también tiene la capacidad de atravesar las limitaciones de cualquier vehículo de difusión,  otra cosa es que  como todo arte vivo, tienda a reinventarse y a dejarse influir periódicamente por otras formas expresivas; por el teatro y la misma radio en determinados momentos y por la televisión  y sus descendientes en otros.

Paul Morrisey, el “operador” de Andy Warholl por mucho tiempo, da otro criterio complementario. En un inusual ataque al cine de autor afirma que en realidad el medio  está muriendo porque ha abandonado a los personajes y por  tanto carece de vida. “Hay más vida en los Talk Shows, que en las películas” proclama, y culpa por ello a los directores y a la fotografía  que han ocupado el rol primigenio que antes le correspondía a las historias.  

Spielberg se preocupa por los presupuestos; “una producción importante costaba ocho millones hace un tiempo,…hoy no se puede hacer una película de ese alcance, por menos de veintisiete”. Seguramente el director podía imaginar las “medias” que hoy llegan a los cien millones de dólares y que en ocasiones trepan hasta los doscientos.

Temores de hace casi tres décadas, pero que en la práctica no han hecho más que desmentirse. Es verdad que la tecnología ha dado saltos impresionantes, pero ellos no han hecho más que facilitar el acceso masivo a las herramientas creativas de la imagen en movimiento. Por su parte, las grandes producciones de Hollywood han elevado hasta las nubes sus costos, merced a una atropellada carrera inflacionaria, pero en contrapartida ha aparecido el digital para posibilitar un cine de bajos presupuestos. En realidad podríamos decir que nuestra situación es mucho mejor que la de los ochenta, setenta e inclusive sesenta en cuanto a posibilidades de realizar un cine independiente de grandes capitales.

Respecto a la difusión; los cines siguen viviendo el cuasi monopolio del cine norteamericano. Este es un terreno en el cual no habrá grandes modificaciones, si es que no hay políticas firmes por parte del estado. Sin embargo, si lo que nos interesa es la difusión no comercial, el Internet se ha convertido en una vía sin limitaciones, de mucho mayor alcance que todas las herramientas que en el pasado la humanidad diseño para tal propósito.

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