“Mank”, un discurso sobre la integridad artística
Hace poco leí una reseña de un periodista mexicano sobre “Mank” de David Fincher. En ella se sostenía que el eje de esta película era la pugna entre guionistas y directores, dos gremios de artistas que aspiran al crédito de “verdadero autor” o “autor final” de una producción cinematográfica. Esta interpretación me pareció tan alejada de mi visionado de “Mank” que me sentí obligado a refutarla en mi siguiente artículo en Tres Tristes Críticos y Brújula Digital (este artículo), pese a que mi colega Rodrigo Ayala ya había escrito sobre el mismo título. Eso sí, mi intervención será más lateral y acotada que la de Rodrigo.
Es verdad que la trama de esta película biográfica e histórica, en su parte final, describe la pelea entre el protagonista, un brillante y torturado guionista (Herman Mankiewicz, mejor conocido como “Mank”) y el legendario director de cine Orson Welles, por recibir el crédito por el guion de la que algunos consideran la mejor película de la historia del cine, “Citizen Kane”. Según Finch, Herman Mankiewicz fue el único autor de dicho libreto, mientras que el muy talentoso Welles no puso ni una letra en él. Y, sin embargo, razona el crítico mexicano, no cabe duda de que “Citizen Kane” le pertenece como logro a Welles.
En mi opinión, el gran tema de la película es muy otro. Me parece que “Mank” reflexiona sobre la integridad del artista y sobre el costo que tiene el mantener una posición creativa ética mientras se trabaja en un entorno corrupto, fatuo y filisteo como el constituido por las industrias culturales. Por eso el filme retrata varios casos o dilemas de índole ética, todos los cuales se relacionan con una pregunta clave: ¿El artista ha de expresarse, producir obras que le gusten o al menos no lo avergüencen, mantener una dignidad creadora, o, en lugar de eso, debe plegarse a los deseos de los comerciantes culturales, obedecer las órdenes de los capitanes de la industria del entretenimiento, vender su alma en 13 cuotas salariales al año? Y, luego, ¿qué ocurre cuando el artista capitula ante el sistema por la necesidad de alimentar a su familia, de producir sin trabas innecesarias o cualesquiera otros motivos? ¿Qué efectos tiene la corrupción moral en las personas con talento?
En “Mank” el artista íntegro y moral está representado por Upton Sinclair, autor de novelas sociales, socialista y en 1934 candidato a gobernador de California por el Partido Demócrata. Su candidatura fue saboteada por los jefes de los estudios de Hollywood, que financiaron la guerra sucia en contra de él. Sinclair planea por la película como una figura referencial y de contraste, como aquel que tuvo el valor, mientras que nosotros…
Otro caso moral es el opuesto: el colega de Mank que participa de la campaña sucia en contra de Sinclair para poder “seguir filmando”. Está además el caso de Louis Mayer, el dueño de la Metro Goldwyn Mayer, que engaña a sus trabajadores, traiciona a sus artistas y se curva la cerviz ante William Randolph Hearst, el magnate de los medios que sirve de modelo a Mank para el personaje de “Citizen Kane”. Y está el caso del hermano de Mank y otros guionistas que prosperan escribiendo lo que les piden y lo que sea, no importa, con tal de quedarse medrando en el negocio. Está el caso de los ejecutivos que un día tuvieron sueños y que se han convertido en chicos de los mandados de los poderosos de la industria. Y, finalmente, está el caso del propio Mank, cuyo perfil ético es ambiguo: parece ser el único que dice la verdad en la cara a quienes no quieren saber de ella, pero también ha hecho muchas concesiones y duda si hacer algunas más con este que será su último guion. Su alcoholismo parece una especie de extensión de esa ambigüedad. Un método para olvidarse de sí mismo, a ratos; un método para darse valor, otras veces. El propio Welles es uno de estos casos: arrastrado por su genio, duda en hacer lo más elemental en el arte o en la ciencia —respetar su base ética— que es reconocer el mérito de quien lo tiene.
Estamos ante una sarta de ilustraciones de actitudes posibles respecto al arte, entrevisto como espacio de libertad, pureza y autenticidad, situado más allá y en oposición a la industria y la vida moderna, concebidas en cambio como hybris: desmesura sin sentido de los apetitos, o como copia tosca y vil del verdadero ser.
Algo de esta concepción trasunta el original “Citizen Kane” y las filosofías de la época en la que vivieron Mank y Welles. “Mank”, que homenajea a esta clásica película, refleja esta problemática.