MUNDOS DENTRO DE OTROS MUNDOS

Es en esta cuarentena donde el universo digital se ha mostrado como un ingrediente imprescindible, que va desenvolviéndose por los estratos más altos de la sociedad, pasa por las clases medias e inclusive se introduce en amplios sectores populares. Solo aquellos grupos sociales que se encuentran en la extrema pobreza, en una marginalidad lindante con la indigencia, logran sustraerse por completo de la influencia de este mundo paralelo.

Las empresas que tienen las condiciones impulsan el teletrabajo. Los clasemedieros encerrados en nuestras casas hemos dado lugar a una explosión de talleres virtuales; debemos demostrar no solo que existimos, sino que además somos útiles, se trata de una forma remozada de ganar posicionamiento social, y para ello los webinars constituyen el instrumento ideal. En las relaciones sociales ya se han puesto de moda los cumpleaños o pasanakus celebrados vía zoom. La prensa escrita por su parte, al tiempo que ha visto crecer su importancia como una referencia creíble en tiempos de crisis, tiene que ingeniárselas para sobrevivir, porque contradictoriamente su mayor vehículo de llegada, es el que menos beneficios económicos le reditúa.

Pero donde se ve con más énfasis este “desdoblamiento vital” es en las redes sociales.  Allá observamos mezclarse con la mayor naturalidad la angustia genuina del momento, la búsqueda de salidas en medio de la incertidumbre, las noticias falsas, los rumores y en cantidades cada vez mayores, la frustración y el resentimiento, personificadas en el crecimiento y la impunidad de los  “haters”, los odiadores. En las redes todos los días, se crean y se disuelven numerosos microclimas, pequeños y grandes mundos cuya inter relación con “el otro”, el “de verdad”, todavía es motivo de estudio.

En todo caso no se trata de un fenómeno nuevo, ya que desde hace años fue anunciado por diversas cintas, generalmente de ciencia ficción, en las décadas pasadas.

MUNDOS DENTRO DE OTROS MUNDOS

En 1998 se estrenó Dark City de Alex Proyas. Allí un ciudadano se encontraba inmerso en una serie de crímenes en cadena, pero solo para acabar descubriendo que su realidad era todos los días literalmente alterada por seres de otro planeta. En un mundo cercano al expresionismo, las calles, fachadas y en definitiva la realidad en si misma podía ser alterada como si se tratara de un juego de plastilina. Así la película de Proyas aprovechaba las propiedades de la tecnología en boga en el fin de siglo, para pintarnos una realidad amarga en la cual el libre albedrio y la identidad misma eran objetos de manipulación.

Ese mismo año se estrenó The Truman Show, del australiano Peter Weir. En este caso se trataba de una ciudad artificial poblada por actores y creada en un estudio de televisión, en la cual se seguía la del protagonista desde su nacimiento hasta la edad adulta. La propuesta era una respuesta a los reality shows en boga en ese momento y reflejaba la capacidad de los medios para crear realidades simplificadas, imitando sus rasgos formales, pero simplificándolos hasta extremos lindantes con el grotesco.

1999 fue el año de estreno de The Matrix, de las hermanas (antes hermanos) Wachowski. Se trata de la obra fundamental referente a la reproducción de las percepciones generadas por el naciente mundo virtual. No somos los dueños de la realidad, somos una especie adormecida por quienes nos usan como una fuente de energía; para liberarnos tenemos que romper con la imitación de vida que nos ofrece la matrix y asumir una realidad dolorosa, aunque verdadera. Finalmente ambas realidades se funden en una sola. En esta trilogía no solo se moldea con claridad los dos mundos conectados entre sí, sino que se señala al virtual como el instrumento de dominación, de erradicación de la libertad.

Ready Player One (2018) de Steven Spielberg, realizada una veintena de años mas tarde, nos presenta una realidad virtual edulcorada. Un grupo de adolescentes compite en una recreación en línea. La sofisticación de esta contrasta con la miseria que se vive en la realidad “verdadera”, pero se trata de un detalle sin importancia. Los protagonistas se realizan en el juego; por tanto, este ha pasado a ser el polo dominante en la dualidad retratada. The Matrix era la denuncia, Ready Player One es la aceptación resignada de un mundo donde las maravillas se viven a través de los artilugios digitales, a la vez que las miserias se acentúan en la vida real.

San Junipero (2016) el cuarto capítulo de la tercera temporada de la serie de televisión futurista Black Mirror, rompe con el esquema. Nos presenta una realidad virtual donde las personas en definitiva tienen la posibilidad de ser felices para siempre. Las mentes de los enfermos y fallecidos, se trasladan y dejan atrás las penurias de la realidad material.

MUNDO REAL Y MUNDO VIRTUAL

¿Se cumplirán por lo menos algunas de las predicciones reseñadas? El historiador israelita Yuval Noah Harari, en su ensayo Sapiens: De Animales a Dioses, describe un proyecto de miles de millones de euros, que actualmente financia la Unión Europea, cuyo propósito es trasladar el cerebro de una persona a una computadora. Harari señala que, si cumpliera el objetivo, tal vez entraríamos a una nueva etapa de la existencia, una “singularidad”, en la medida en que por primera vez distintos cerebros podrían existir “en línea”, es decir que se daría lugar a un nuevo tipo de existencia. En un momento histórico en el cual por primera vez se esta generando “vida planificada” en laboratorios, rompiendo el esquema natural que ha regido nuestro planeta, el de la “vida por competencia”, uno puede pensar que las elucubraciones de Noah Harari son posibles, a pesar de parecernos enormemente lejanas.

Sin embargo, es el aspecto “opresor” de la tecnología resaltado en The Matrix (y aceptado en Ready Player One), el que nos parece mas cercano. A pesar de todas las posibilidades que nos han abierto el internet y las redes sociales, no he leído muchos trabajos que identifiquen a estos con algún tipo de “liberación”.  Por el contrario, la tecnología acentúa los métodos y sistemas de control, y el acceso al conocimiento que puede conllevar el internet empalidece frente a fenómenos como el de la venta de información, la universalización de la pornografía, el auge de la información falsa etc.  Por otra parte, varios pensadores, incluyendo Noah Harari ya han anticipado los diversos métodos de control biotecnológico que podrían comenzar a utilizarse en las postpandemia.

¿Las películas nos advierten contra la tecnología?, mas que contra ella, contra los efectos políticos y sociales que puede tener su uso en determinados contextos. Los instrumentos tecnológicos pueden variar y de seguro seguirán desarrollándose (en la medida en que exista la humanidad por supuesto), pero seria un error culparlos por nuestras miserias. Por muy avanzadas que estén las maquinas no podrán vencer los fenómenos que nosotros mismos generamos, especialmente el de la despolitización. Un mundo que no discute, ni se propone resolver temas como el de la desigualdad, es un mundo donde la tecnología seguirá estando al servicio de los círculos de poder dominantes y donde las maravillas digitales seguirán contrastando con los millones que mueren de hambre, los bosques que se agotan o los polos que se derriten aceleradamente.

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