Niebla sin fronteras, el thriller tercermundista

Wikipedia dice que Borneo es la tercera isla más grande en el mundo, compartida por Indonesia y Malasia y donde también se encuentra el micro estado de Brunei. Es un territorio donde abundan las selvas tropicales, pobladas en algunos casos por orangutanes y panteras, sobrevivientes al avance de las actividades humanas. Una de las características más interesantes de la isla, es la de la espesa niebla que cubre frecuentemente partes de su territorio, y para nuestro caso, la zona fronteriza existente entre Malasia e indonesia.

No es casual entonces que la isla sea una referencia obligada en varias de las obras de la literatura clásica de aventuras (mencionada en algunos casos en forma explícita, o tomada como referencia en otras, para la construcción de sitios imaginados), es el caso por ejemplo de algunas novelas de Conrad, de Julio Verne y especialmente de Emilio Salgari, con su célebre serie dedicada al corsario Sandokan.

En la actualidad, sin embargo, esa imagen idealizada se desvanece ante una frontera tercermundista, con rasgos parecidos a los que podríamos encontrar en la Riberalta amazónica, o la Villamontes chaqueña, por dar ejemplos de Bolivia; un territorio inmenso con muy poco control estatal, caldo de cultivo para las actividades ilícitas, donde las contradicciones políticas y sociales se manifiestan crudamente, en medio de una corrupción generalizada.

En ese contexto, el director Edwin (así nomas, sin que sepamos si es nombre o apellido), se plantea realizar un thriller.

Una de las grandes condicionantes del cine a nivel mundial, es la fuerte influencia temática y creativa que el cine norteamericano ejerce sobre el conjunto. El cine no nació en Estados Unidos, pero sí se desarrolló en gran medida allí, y algunas de sus características (es una forma de arte que depende en gran medida de la técnica y de la “producción”, es decir de la cantidad de dinero invertida) han posibilitado que Estados Unidos, constituya una suerte de “semimonopolio” desde su nacimiento. Por ello, si bien existen diversas cinematografías nacionales, solo el cine norteamericano es omnipotente en cada rincón del mundo.

La influencia norteamericana ha sido decisiva en el diseño de los “géneros”, es decir, de las categorías en las que de manera común se clasifica la producción cinematográfica (comedia, drama, acción, etc., etc.). Por ello una de las grandes dificultades de los cineastas “nacionales” ha sido la de poder “aclimatar” las características del “género” elegido al contexto local. No es una tarea fácil, en la medida en que varios factores, tales como los tipos de personajes, características de las historias, etc., ya están “fijadas” en el público, y al desarrollarse en otras idiosincrasias corren el riesgo de parecer forzadas, débiles, etc. En todo caso vale la pena decir que dicho proceso es parte central en la evolución del arte, en el que nada está inventado y donde la creatividad precisamente reside en la “reinvención”, adaptándose a nuevos ámbitos y circunstancias (recientemente pudimos ver en Netflix el ejemplo de El detective Berloascoaran-2022, comentada también en esta columna, en el que el “thriller” se adapta en forma concreta al contexto de la izquierda mexicana de los años setenta).

En el caso de Niebla sin fronteras, a una policía llegada de la capital, le toca investigar una serie de asesinatos en serie cometidos en la zona fronteriza y lo que inicialmente está planteado como un thriller clásico, poco a poco va desenvolviéndose en los caminos que caracterizan a países como el nuestro: en la región hay un conflicto étnico entre la minoría local y la mayoría dominante en el país; por otra parte, los resabios de la evolución política indonesa, país donde en los años sesenta hubo una de las masacres más importantes de la historia, están presentes (la población afirma que el fantasma de un legendario dirigente comunista es omnipresente en la frontera).

La protagonista también responde a las características de un país del tercer mundo; es hija de un alto funcionario gubernamental, lo que le garantiza cierto grado de impunidad en las investigaciones que realiza, pero a su vez le inyecta una dosis de ambigüedad.

El director, Edwin, se mueve con pulso firme en los vericuetos que se van planteando en ambos terrenos; la investigación de los asesinatos propiamente dicha, y la descripción detallada de las características de esa realidad “abigarrada”, como diría Zabaleta. Lo importante en todo caso es que la película en ningún caso llega a aburrir.

Niebla sin fronteras, estrenada en Netflix hace unas semanas, es un buen ejemplo de lo que podríamos denominar como “el aclimatamiento del género”, que, en definitiva, no es más que la evolución de la narrativa cinematográfica en determinadas condiciones y en un contexto específico.

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