Sugar: el detective estilizado

Se trata de una serie de televisión que comienza con una premisa argumental, y termina con otra completamente distinta. Uno de los pocos casos donde realmente se puede decir que plantea un giro argumental completo, inesperado, en los primeros capítulos de la visualización.

Pero Sugar, recién estrenada en la plataforma de streaming Apple TV, pretende mucho más que eso. Se trata de una propuesta llena de intenciones, algunas de las cuales se cumplen, y otras que probablemente se seguirán desarrollando en las siguientes temporadas.

En primer lugar, hay que destacar su factura formal cuidada y trabajada al detalle. Se nota la inversión económica notable, y el desarrollo cuidadoso que realizaron los productores ejecutivos Mark Protosevich (también creador del concepto) y Colin Farrell (actor protagónico). Y seguramente para concretar esa línea, contrataron a Fernando Meirelles para la dirección de los principales capítulos (y probablemente la definición del estilo).

Meirelles es un realizador que el 2002 saltó a la fama con la película brasilera Ciudad de Dios, notable retrato de la violencia y la marginalidad de las urbes brasileras. Más tarde, ya afincado en Estados Unidos, el realizador ha realizado diversos productos, impecables desde el punto de vista formal, pero menos atrevidos en la propuesta narrativa, el caso por ejemplo de 360 (2012) o Los dos Papas (2019). En todo caso se trata de un realizador, sin duda ideal para “pulir”, el concepto desarrollado por Protosevich.

Sugar, se inscribe en la tradición del “cine negro” detectivesco norteamericano, en la tradición de cintas notables como El halcón maltés (1941) y Chinatown (1974), por dar tan solo un par de ejemplos. Y de manera más precisa su argumento tiene un punto de partida similar al de la cinta más destacada de este género; El sueño eterno (1946), en la que un abuelo pide al detective, ayudar a su nieta.

Al igual que todos los protagonistas de este subgénero, John Sugar, en nuestro caso, es un investigador privado solitario, que interactúa con el espectador a través de comentarios y reflexiones íntimas. En este caso, las ciudades llenas de sombras en que se movían estos personajes, se han convertido en una Los Ángeles, también llena de lugares vacíos, pero con colores sofisticados en tendientes al pastel; podríamos decir que en forma gruesa logra una suerte de combinación entre la estética de El halcón maltés y la de Miami vice (1984 – 1989).

Los creadores de la serie reafirman su adhesión al género, al introducir pequeños fragmentos en blanco y en negro, pertenecientes a películas clásicas, en momentos clave de la evolución de la historia. Una idea arriesgada, pero que funciona muy bien (por lo menos para los cinéfilos).

El cambio más notable que propone la serie en relación a los modelos clásicos, se refiere al “carácter” del personaje principal. El detective del cine negro clásico, era invariablemente un personaje cínico, desencantado, que respondía a un código ético personal, pero que en general tenía una visión negativa de los seres humanos que lo rodeaban. John Sugar es fundamentalmente “bueno”, no solo tiene fe en los seres humanos, sino que más bien apuesta a ellos e intenta en todos los casos no hacerles daño, así se trate de maleantes redomados. Podríamos pensar que una bondad tan consistente le quita fuerza a la historia, pero en general no es así; más bien le da otra perspectiva.

Realmente despierta curiosidad ver la forma que le darán los realizadores a la segunda temporada, dado que toda la estructura narrativa construida corresponde a una línea argumental, que como dijimos anteriormente cambia radicalmente en los últimos capítulos.

Sugar es una serie llevadera y ampliamente disfrutable si es que usted es adepto al género y le gusta la construcción estética detallada. Si bien se ha estrenado en una plataforma de streaming, de poco uso en nuestro medio, sin duda podrá ser adquirida en cualquier tienda especializada de películas.

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