Un libro que reconstruye la construcción de La Paz
Por Fabrizia P. Balboa.
En su introducción a Imágenes paceñas, el escritor paceño Jaime Saenz dice que “la destrucción de la ciudad ha sido la verdadera causa de su definitiva permanencia”. En efecto, el espacio que ocupa la ciudad de La Paz fue primero “descubierto” y, a plan de picota, construido y destruido. Luego fue otra vez movido, construido de nuevo y destruido por segunda vez, para recibir, se decía entonces, a ‘la modernidad’. Este vaivén entre construcción y destrucción parece haber sido necesario para llegar a La Paz del 2022 y, quizás, será necesario para llegar a La Paz del 2322. Es esta formación del espacio paceño la que aborda Nadia Guevara en el libro Construyendo la ciudad. Orden, control y jerarquización en el espacio urbano paceño a inicios de siglo XX (Plural editores). A partir de un viaje cronológico, Guevara no solo arma la historia de la construcción de La Paz, sino que devela la construcción misma de los sujetos que la habitan.
Nadia Guevara es politóloga, con una maestría en Estudios Latinoamericanos y un doctorado de la Universidad Humboldt de Berlín. Sus investigaciones se centran en el espacio, la biopolítica y las políticas urbanas. Además de su libro Construyendo la ciudad, ha publicado trabajos como “La incorporación de lo indígena en el espacio urbano paceño a principios del siglo XX”. El 2020 fue ganadora del premio FOCUART en la categoría de fomento a la investigación y formación, premio que hizo posible el libro que comentamos. Sobre cómo desarrolló su propuesta, la autora dice que “es el resultado de un largo proceso de ejercicio teórico y de investigación histórica enmarcado en el doctorado en Estudios Culturales de la Universidad Humboldt”. A partir de la materialidad, del espacio, de las practicas culturales y políticas, propone un análisis histórico del desarrollo de la ciudad de La Paz.
El libro tiene siete partes (una introducción, cinco capítulos y una conclusión). La introducción nos remite a los conceptos en los que se basará el libro (biopolítica, biopoder, modernidad, materialismo y dinámicas étnicas, entre otros). Esos conceptos permiten a Guevara organizar mejor la explicación de las causas y consecuencias de la continua transformación de la ciudad. A partir del primer capítulo vemos a la ciudad de La Paz como un personaje que evoluciona y se transforma desde su “descubrimiento” por los españoles. Ya aquí Guevara muestra que su historia no solo tendrá como protagonista a la ciudad (espacio tangible), sino un otro espacio alterno: el social (espacio intangible) y sus dinámicas. Las características de ese espacio –como lo hídrico (los cientos de ríos que la cruzan) y lo irregular (los cientos de desniveles que la hacen) son visibles en esta primera parte. Y el segundo protagonista (la gente) adquiere también, tempranamente, sus características: la centralidad de las diferencias y separaciones entre indígenas y españoles.
En el segundo capítulo, la ciudad de La Paz evoluciona como personaje: de ser un espacio vacío y solo un proyecto de ciudad pasa a ser al fin una ciudad, pero una cerrada y aislada por puentes y puertas. Lo social se hace presente en el miedo a la “barbarie” indígena y la necesidad de diferenciación. En los tres capítulos restantes, un nuevo personaje entra en acción: la modernidad. Esta ciudad cerrada descubre que ese encierro no es funcional y se convierte en una ciudad abierta. La modernidad influye tanto en los espacios de la ciudad como en las relaciones de la sociedad: hay una nueva ciudad ‘abierta’, las normas y modos de relación entre sus habitantes cambian, sus maneras de intersubjetividad son otras, aunque esas otras maneras ahonden –lejos de disipar– las jerarquías. En su explicación de todo esto, el libro ofrece un buen número de planos, fotografías y mapas.
La construcción/destrucción de la ciudad a partir de lógicas sociales nos remite a dos niveles: aquello visible y aquello que ignoramos. O como escribe Saenz al respecto, “la ciudad de La Paz tiene una doble fisonomía… una que se exterioriza y otra que se oculta”. Guevara retoma esta noción de una doble fisonomía de la ciudad y la trabaja para que logremos unirlas y no verlas de forma separada. Por ejemplo, la evolución de la ciudad y las vicisitudes de la llamada ‘cuestión indígena’ van siempre unidas, como causa y consecuencia. En cada capítulo la autora insiste en esta idea: no solo se nos cuenta la historia de la construcción de la ciudad, sino de la ciudad como un espacio de orden, control y jerarquización social: “Desde la división dentro de la ciudad blanca y la ciudad indiana –escribe–, la dicotomía espacial en América Latina, en general, y particularmente en el caso de la ciudad de La Paz, asigna un lugar especifico a los sujetos, inscribiéndolos en una posición de exterioridad tanto física como discursiva, social, cultural y política”.
El libro de Guevara es un libro valioso en principio por su alcance historiográfico: rastrea la construcción de La Paz desde su “descubrimiento” hasta su modernización. A eso se le añade su valor como historia de zonas de la ciudad: Sopocachi, Miraflores, Obrajes y Challapampa. Ya en más detalle, es una explicación de las lógicas de la planificación urbana y del ‘diseño’ de la ciudad o de la modificación de los materiales de construcción y formas de construir, entre otros aspectos arquitectónicos que discute el libro. Por si eso fuera poco, en el libro hay una aporte a la descripción de las dinámicas sociales que acompañan y explican la evolución de la ciudad desde la época colonial hasta el siglo XX, aporte concentrado sobre todo en las relaciones entre indígenas y españoles, entre blancos y mestizos, entre cholos y clases acomodadas. Si bien los menciono aquí de forma separada, estos aspectos –lo histórico y lo arquitectónico, lo social y lo político– están entrelazados de tal manera en el libro que logramos reconstruir, desde nuestra experiencia y junto a Guevara, una imagen general y a la vez rica en detalles de la construcción de la ciudad.
Al terminar de leer el libro nos queda claro que la ciudad no solo es el telón de fondo de nuestras cotidianidades o de nuestras narraciones, sino que a veces tiene un papel protagónico. No es insensato, de hecho, preguntarnos si nosotros la hemos construido o ella nos ha construido a nosotros.