El cine Después de Sanjinés

Compartimos con ustedes la reseña que realizó Fernando Molina sobre el Libro: «Cine después de Sanjinés» Una década de cine boliviano (2009 – 2018), de Mauricio Souza.

La presentación del libro se realizará el próximo jueves 4 de Abril de 2019 en La Librería Plural Editores.

 

Después de Sanjinés. Una década de cine boliviano (2009-2018). En esta obra el literato, periodista y crítico de cine Mauricio Souza presenta sus más recientes contribuciones a un campo que ha estado labrando desde principios de los 90, cuando comenzó a dirigir la Teleguía de La Razón (arena del debate crítico sobre la producción, la distribución y el consumo audiovisuales, y uno de los medios fundadores del periodismo cultural contemporáneo de Bolivia).

En esa época ya era Souza, veinteañero, el principal candidato de su generación –que también es la mía– a continuar y suceder a los pioneros de la crítica nacional, predominantes en las décadas previas, aunque el peso de reseñar películas todavía descansara principalmente en la pluma de Pedro Susz, fundador y director de la Cinemateca.

El pronóstico se cumplió y Souza se convirtió en el autor más interesante e incisivo de un panorama crítico enriquecido por la irrupción de muchos jóvenes –y no tan jóvenes– escritores. Souza ocupa este lugar, primero, por su capacidad para juzgar sin sinuosidades ni enconos histéricos las películas nacionales, y, segundo, por su intensa cinefilia, que –como descubrirá quien lea atentamente su libro– una vez lo llevó a dejar de comer para poder pagarse una entrada y, en otra ocasión, a “ver 27 películas en seis días” de viaje a Madrid.

Quien esto escribe alimenta con Mauricio (y Rodrigo Ayala) el blog de cine Tres Tristes Críticos. Debo confesar que existe una importante distancia entre un crítico diletante y un verdadero cinéfilo. Un día tuve que tomar la decisión de ser lo primero o lo segundo, y escogí lo segundo porque lo primero me hubiera demandado un tiempo que prefería consagrar a otras y más antiguas musas. Souza logró amar al cine, a Clío y a Calíope a la vez. Su erudición es admirable y explica que sus opiniones se lean con tanto agrado y provecho, incluso cuando versan sobre películas de poca monta y efímero recuerdo. El lector no siempre estará de acuerdo con sus apreciaciones (yo mismo he discrepado públicamente con algunas de sus críticas), pero no dejará de reconocer su calidad.

En un libro clásico, Umberto Eco divide a los críticos de la cultura en dos tribus antagónicas: los apocalípticos, que observan con desagrado a la cultura industrial, por lo que esta tiene de comercial y alienante, y los integrados, que se niegan a hacer una división tajante entre cultura “seria” y otras formas más “populares” de practicar el arte y la reflexión, y que aplauden las posibilidades democratizadoras de las nuevas tecnologías y formas productivas. ¿Es Souza un apocalíptico o un integrado? Por un lado, protesta contra las multisalas, Hollywood, el doblaje, los superhéroes… Incluye en la lista de los libros que quisiera releer permanentemente Minima Moralia, escrito por el máximo profeta de los “apocalípticos”, el “filósofo de Frankfurt” T. Adorno. Por el otro lado, considerando que Adorno pensaba que cada vez que iba al cine “salía más tonto”, y tomando en cuenta que el séptimo arte es el único de los siete que no podría sobrevivir sin industrialización, hay que concordar con que ningún crítico de lo audiovisual puede ser considerado realmente apocalíptico. Además, Souza celebra ciertos cambios que tienen sumidos en la depresión a los apocalípticos comunes y silvestres, como la mudanza del verdadero arte cinematográfico de los teatros a los sofás, de las carteleras a las parrillas del streeming, y de las grandes a las pequeñas pantallas.

Pero no perdamos de vista de qué va el libro, esto es, al cine nacional. Ya dijimos que aporta impresiones de casi todas las películas bolivianas de la década, con las que se puede acordar o disentir. Pero además Souza proporciona mapas de su material, “después” de Sanjinés, y, en el ensayo final del libro, que se sale del marco temporal pero es el más elaborado y profundo, también un mapa de la cinematografía boliviana antes y durante el tiempo en el cual la figura de Sanjinés regía plenamente. (Este ensayo se llama “Los regresos del cine boliviano”).

El mapa de nuestro cine actual dibujado por Souza muestra los siguientes “continentes”: el neo-costumbrismo de películas como Zona Sur, La Huerta o Muralla; la imitación más o menos feliz de los estilos extranjeros (Engaño a primera vista, Las Malcogidas, etc.); el cine “reticente” que, apoyándose en una suerte de mutismo argumental y en la profusión de citas cinéfilas, busca un efecto estético que es más aplaudido en los festivales que en las salas de visionado (Eugenia, Viejo calavera, etc.); las reconstrucciones históricas (los últimos filmes de Sanjinés, Insurgentes y Juana Azurduy, entre otros); y los documentales, sean casi ficcionales (La Nana) o “desinformados” (¿Por qué se fue McDonald’s de Bolivia?).

El texto de Souza provee mapas pero, a diferencia de otros libros de cine recientemente publicados, también nos entrega rutas para recorrer estos mapas. La erudición sola es aburrida y vacía; debe siempre, como aquí, servir a la penetración crítica.

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