Obsesión, Cómo entrenar a mi dragón III y Capitana Marvel
Apuntes sobre las tres películas de la cartelera de las multi-salas que concitan el interés del público nacional.
Uno no puede cometer el error de asistir a una sesión de Obsesión, el thriller psicológico de Steven Knight. Este es un guionista y director de segunda línea, del que últimamente vimos la sosa Aliados y la trepidante pero poco narrativa La muchacha en la telaraña (otra adaptación de las novelas del sueco Larsson).
Knight también fue, un punto que interesa aquí, el guionista “rechazado” de Isla siniestra, un exitoso thriller psicológico del que Obsesión sin duda se deriva. Usted seguramente recuerda Isla siniestra: esa historia de detectives protagonizada por Leonardo Di Caprio, que tiene un tremendo y algo inverosímil giro al final, con el cual las bases sobre las que se hizo el visionado previo se derrumban. Knight redactó el borrador del guion de esta película, pero al final su trabajo no fue utilizado. Quizá Knight quedó traumado por esto o no quiso perder el tiempo invertido y entonces maquinó Obsesión, que tiene la misma estructura de la otra película, en una suerte de versión inepta.
La misma estructura: se trata inicialmente de una historia criminal común y corriente, pero hacia la mitad se convierte en otra cosa muy distinta, una suerte de delirio científico o quizá paranormal, esto el espectador debe dilucidarlo. El argumento es tan torpe, es decir, desarrolla de un modo tan precario la “gran idea”, y esta “gran idea” a la vez está tan traída de los cabellos, resulta tan inopinada y artificiosa, que la participación de actores de gran calibre (Matthew McConaughey, Anne Hathaway y Diana Lane) no logra hacer ninguna diferencia. Es más, uno puede distraer su enojo por el modo en que se desenvuelve el show burlándose de cómo estos grandes actores también pueden parecer ridículos o sonámbulos al acometer unos diálogos tan poco inspirados. En resumen, huya. No entre a la sala. No se compre el video. Simplemente huya.
Cómo entrenar a mi dragón III
Hay una diferencia tan notoria entre la primera entrega de esta serie de DreamWorks, Cómo entrenar a mi dragón, que dirigió y escribió Chris Sanders, y las secuelas, debidas al codirector de Sanders, Dean DeBlois, que uno tiene la tentación de echarle la culpa a este último. Pero sería exagerar. Estas grandes producciones suelen ser criaturas de muchos padres, y su calidad (o la falta de ella) constituye un resultado, digamos, “institucional”.
Cómo entrenar a mi dragón fue verdaderamente encantadora, un hito en la historia de la animación y de las películas para niños. Hipo, un niño vikingo que es delgadito, sensible e “intelectual”, y que parece no tener cabida en la aldea situada en la isla de Berg –pese a que es hijo del jefe–, logra lo imposible: cambiar el destino de su pueblo al descubrir cómo entrenar a los dragones, hasta entonces enemigos feroces de los vikingos. Es algo así como la historia del descubridor de la rueda o de la alfarería, pero mejor, ya que se trata de una historia mágica, que entraña peligro, llamas, mucho vuelo (apartado en el que esta película resulta realmente fantástica) y bestias exóticas pero entrañables. Una historia redonda, que incluso tiene un toque “realista” bastante impresionante (Hipo se queda sin un pie), y que nos deja sin aliento y enternecidos.
Lo que vino después fue diferente, como ya dije. La segunda y la tercera entrega de la serie mantienen algunos de los elementos atractivos de la primera, como la profusión de dragones, los vuelos, la imaginería vikinga, los chistes de adolescentes, pero desvarían mucho (la segunda bordeando peligrosamente en el melodrama) y además, en especial esta tercera y última, carecen de verdadero conflicto. Como dijo alguien: “En Cómo entrenar a mi dragón III no pasa nada”. Es verdad. Todo lo que debería engancharnos a la trama es tan arbitrario que, si bien los niños que se encuentran en la sala se divierten como locos (y uno puede sentirlo), los adultos rara vez pueden acompañarlos.
Capitana Marvel
Esta película ya fue analizada por mi colega Rodrigo Ayala en una anterior columna, así que solo haré un par de apuntes sobre ella:
- Hay que tomar en cuenta que Capitana Marvel es un esfuerzo para superar el estereotipo de los blockbusters de superhéroes como un entretenimiento predominantemente masculino. La clásica pelea entre el chico que quiere ver una película de superhéroes y la chica que quiere ver una comedia romántica debería tener menos posibilidades de suceder.
Al menos en teoría. En esta película la proporción de héroes y heroínas, y de villanos y villanas, es más equilibrada, pero el argumento sigue insistiendo en viejos y anticuados esquemas de roles (no puedo ser muy explícito, para no arruinar la sorpresa de la trama, pero el lector debe pensar, luego de ver la película, en la siguiente situación: uno de los personajes, masculino, ha ido a la batalla, mientras que su esposa y sus hijos se ha quedado escondidos sin hacer nada por años en la Tierra).
- Todos fuimos a ver Capitana Marvel con la mente puesta en lo que su historia podía significar para la resolución de la batalla entre Avengers y Thanos, planteada en Infinity War y que debe resolverse en la próxima End Game. Esta forma de consumir historias, buscando y tomando en cuenta sus encadenamientos, historias que siempre son complementarias y que siempre requieren complementarse, modela la mente contemporánea: igual que en tantas otras cosas, ahora en la imaginación se impone la fragmentación y un sentido abierto o no concluyente, o, mejor, un sentido cuya única conclusión puede ser el flujo.