AVENGERS, INFINITY WAR

Los viejos manuales de iniciación cinematográfica hacían hincapié en esa doble cualidad del cine: la de lograr la unidad de la complejidad técnica, con la creatividad artística. Lo que en algunos casos les faltaba añadir a esos textos, es que el cine además necesita de un tercer elemento fundamental para su concreción; el capital, la inversión financiera que permita solventar esas características técnicas y creativas. El séptimo arte es entonces un hijo dilecto del capitalismo y ahí es donde le ha tocado desenvolverse a lo largo de la historia. La excepción la constituyen los cines de los países socialistas en el anterior siglo, aunque bien vale la pena señalar que, salvo el periodo de los primeros años de la revolución rusa, esas cinematografías fueron generalmente victimas extremas de la burocratización y las imposiciones oficiales.

La producción cinematográfica entonces esta ligada a la necesidad del mercado, y prácticamente sin excepciones todos quienes producen para la exhibición pública se dirigen a uno en específico (mercado del cine independiente, del cine gay, del cine “artístico”, del cine de izquierdas, etc., etc.). En estos tiempos en los que la globalización capitalista ha construido el mercado más grande de la historia, es natural que el cine también haya desarrollado productos dirigidos a él, y por lo que podemos ver “Avengers, Infinity War” es una firme candidata a posicionarse como uno de los ejemplos acabados en esa construcción de mercadotecnia.

BRINDANDO POR EL MERCADEO GLOBAL.

Es fácil imaginarse a los responsables de “Infinity War” brindando al conocer los primeros datos de taquilla de la cinta. Igual que con Black Panther (2018) hace poco, las primeras noticas sobre esta esta película solo hablaron de los “récords” que ha ido batiendo respecto a cantidad de asistencia de espectadores (récord en funciones de trasnoche, en preventa de entradas, en primer fin de semana de exhibición). Pero más que los resultados de una cinta en solitario, en realidad se trata de un trabajo de posicionamiento de marca, de creación de expectativas, de mercadeo global constante, diario, llevado a cabo durante los últimos diez años.

La habilidad de los responsables de Marvel ha sido la de mantener el interés en este estilo de cine y en esta propuesta comercial durante tanto tiempo. A diferencia de otros intentos similares (el universo de DC comics, el de los “monstruos” de universal, etc.), esta línea de películas ha sabido mantener cierta conexión con las sensibilidades del gran público, expresadas a través de la liviandad y el humor; por eso es usual oír como elogio a títulos como Guardianes de la Galaxia (2014) o Thor: Ragnarock  (2017) el que “no se toman demasiado en serio a sí mismas”.

Se trata de una visión del cine donde es preponderante la figura del productor (casi en la misma forma que toma en las series de televisión contemporáneas) y en esa construcción comercial también ha tenido que ver la creación de expectativas futuras (el uso de las escenas post – créditos), así como la renovación de directores con la capacidad de insuflar interés a un material que tiene un enorme riesgo de volverse repetitivo. De ahí que a lo largo de los años hayamos visto pasar a figuras como las de Jon Favreau; Iron Man I(2008), Iron Man II (2010); Joss Wedon, The Avengers (2012), Avengers: Age of Ultron (2015) y James Gunn, Guardianes de la Galaxia (2014), Guardianes de la Galaxia II (2017), como principales estrellas “creativas” de la serie. En el caso “Infinity War”, la película esta dirigida por los hermanos Anthony y Joe Russo, que ya en Capitán América: Civil War (2016), pero especialmente en Capitán América: El Soldado de Invierno (2014), demostraron una notable capacidad narrativa (en esta última lograron que la cinta funcionará merced una clásica historia de conspiración política).

¿QUE HAY DE LA PELICULA?

Los Russo muestran su pulso narrativo desde el principio; no se detienen en dar explicaciones, apuestan a un público que conoce al dedillo los antecedentes de la historia (y al que seguramente no le importará demasiado toparse con algún cabo suelto, si el ritmo de la cinta es bueno). Por eso es que en los primeros cinco minutos vemos uno de los personajes principales (de la saga) muerto, a otro derrotado y a un tercero flotando por el espacio. A partir de allí la misión de los realizadores es la de ir introduciendo a los innumerables “vengadores” en la situación, en forma creativa y coherente. Es un cometido que logran a pesar de uno que otro vacío argumental (¿Cómo los villanos se enteran de la ubicación de Visión y su novia?, etc., etc.).

Siguiendo el ejemplo de las mejores cintas de la saga, los directores ironizan sobre la relación de los personajes (Iron man con el hombre araña, Thor con Peter Quill) y recurren a chistes referentes a los protagonistas, o a los mismos actores (los comentarios en doble sentido respecto al físico de Chris Hemsworth, la conversación sobre los dramas familiares entre Thor, Quill y Gomora). Otro acierto de los Russo se encuentra en la construcción del villano Thanos, aunque su motivación, lograr una suerte de equilibrio universal, tiene cierto oportunismo ecologista.

El problema de Infinity War se produce en la segunda parte, cuando esa necesidad de presentar personajes, cede a la de justificar su presencia en las escenas de acción. Ahí se da una sobresaturación evidente. Los tiempos bien manejados en un inicio, se atropellan al último dando lugar a una acumulación de acciones en las que va naufragando el interés dramático.

¿Cómo se determina si una película es buena o mala?, fundamentalmente comprobando si es que es fiel a la promesa que ella misma ha hecho en su planteamiento (de ahí que la crítica sea exactamente lo contrario a la calificación). En el caso de “Infinity War” se trata de un trabajo que se queda a medias; cumple con la articulación de personajes y la presentación del conflicto, pero luego naufraga en la resolución final (darle importancia a “todos” quienes son candidatos a protagonizar cintas en solitario, justificar la segunda parte que se estrenara el próximo año).

¿Cuánto más durara la moda de los superhéroes?; hasta que el mercado lo determine (mientras siga entrando el público a las salas), aunque es muy probable que ese resultado tenga también que ver con la maduración ideológica de la sociedad (en los sesenta géneros tan populares como el western o el musical se vinieron debajo de repente, cuando el mundo se “izquierdizo”). En este caso parece que tendremos Thors y Capitanes América para rato.

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