“Batman”: algo larga, más bien pretenciosa y sumamente “noir”
Una de las editoriales de cómic más grande e importante del planeta es la DC. La sigla significa Detective Cómic, adoptada por la National Cómic porque así se llamaba la más exitosa de las revistas que publicaba. En ella aparecieron por primera vez, en 1939, las aventuras de un personaje creado por Bob Kane y Bill Finger de nombre Batman.
Desde el principio, Batman ha sido, junto a Supermán, el principal atractivo de esta empresa (que también posee a Flash, la Mujer Maravilla, etc.) No extraña, entonces, que esta cuente su historia una y otra vez, como su ultrarrival Marvel hace con la de Spiderman.
Como ya hemos dicho a propósito de este, y ahora repetiremos sobre la trayectoria de Batman, se constituyen en “figuras” capaces de trascender las épocas y los contextos, en una suerte de “paradigmas narrativos” que se ensamblan con ciertas formas más o menos permanentes de la “condición humana”. En el pasado ocurría lo mismo con los mitos, que también se contaban con leves variaciones y sin cesar, sin por eso perder nunca su efectividad. En nuestra época, cada nueva variante es un “universo”.
La “figura” de Batman tiene los siguientes elementos: El niño que sufre, primero, y supera, después, el miedo a quedarse solo (por la muerte trágica de sus padres); la víctima que crece hasta hacerse un justiciero, es decir, hasta poder vengarse, así sea vicariamente, de quienes le hicieron daño; el atleta que vence gracias a su fortaleza física y emocional; el detective científico que puede aplicar el conocimiento y la tecnología a la obtención de justicia. Pero la característica más importante y singular de Batman no es otra que la oposición entre el sistema —encarnado por Ciudad Gótica con su corrupción, egoísmo y locura— y el individuo virtuoso y, por eso mismo, solitario. Oposición que se repite, aunque desplazada, con los villanos que enfrentan a Batman (Joker, Pingüino, etc.), que también son individuos extraordinarios y solitarios excluidos de la comunidad moderna, en este caso, considerada en su faceta de institucionalidad farsante y legalidad incoherente.
Es un mito modernista (en el sentido de Marshall Bergman), ya que critica la decadencia de la vida urbana; y es capitalista/individualista en su resolución.
De ahí que haga muy buen juego con el género cinematográfico “noir”, es decir, con ese tipo de expresionismo que, en los años 30 y 40, retrataba —en blanco y negro, por medio de luces y sombras— la vida ajetreada, peligrosa y plagada de crímenes de las urbes. Si el expresionismo clásico se ocupaba del lado oculto de las personas, el “noir” fijaba su atención en el lado oscuro de las comunidades modernas. Siendo New York, por supuesto, su epítome. En este escenario hacinado, inhumano y lúgubre, el personaje fundamental es el detective, figura modernista donde las haya: el detective es el buscador de un sentido para los hechos caóticos del acontecer, la voz desfalleciente de la cordura y la nostalgia de un orden, ya imposible de restablecer, en medio de la decadencia de la sociedad industrial.
Batman, y en particular Ciudad Gótica, siempre se han asociado a los manierismos del cine negro, pero nunca de la forma tan comprehensiva y ambiciosa que lo hace en la película de Matt Reeves (que también es autor de la última saga del “Planeta de los simios”). “The Batman”, presentada como simplemente “Batman” en los países hispanoparlantes, es fantástica en eso: su escenografía y su coreografía de claroscuros, de una cadencia incesante subrayada por las canciones de su banda sonora.
A ello contribuye mucho la personificación del batihéroe por Robert Pattinson, que tiene experiencia en ser un vampiro revoloteando por la ciudad (pues no hay que olvidar que un vampiro es solo una clase de murciélago).
Otro acierto del filme es que subraya la dimensión detectivesca del Batman, lo que corresponde con el embalaje ya descrito. Y otro más: que presenta la segunda gatúbela más creíble (y una de las más bellas) de la franquicia, interpretada por Zoe Kravitz, la hija del cantante Lenny Kravitz.
Batman investiga los asesinatos del Acertijo (Paul Dano), que actúa, igual que él, como un justiciero. La versión que este loco representa del enfrentamiento entre el individuo y la ciudad se solapa con la suya propia, pero hay una distancia moral, que Gatúbela no parece percibir. Reeves desarrolla esta trama y luego anuncia varios posibles giros de la historia que en su mayoría no se concretan, pero que mantienen la intriga; aunque, retrospectivamente hablando, terminen siendo demasiados.
Aparece además el Pingüino, sorprendentemente interpretado por Colin Farrel.
Si la historia se hubiera pensado de forma algo más modesta (una virtud que quizá resulte impensable para una producción de cien millones de dólares), sin las rebuscadas vueltas finales en busca de un sensacionalismo épico más bien barato (lo mismo que arruinó las películas de Reeves del “Planeta de los simios”), entonces quizá sí hubiéramos estado ante una superación de las sagas anteriores, como han dichos sud adherentes. A veces menos es más.
(El mito Batman tiene tres grandes mitógrafos cinematográficos: Tim Barton, que aportó una fuerte visión personal; Christopher Nolan, que incorporó la dimensión política y, ahora, Reeves).
Por los esfuerzos redundantes de este por lograr que nos emocionemos, la película termina siendo muy larga (dura tres horas y el espectador sí siente los últimos 60 minutos) y algo empalagosa.
Dicho de una manera más precisa y concisa: Reeves es pretencioso: quiere ser un genio, pero la verdad es que, sin negar su talento orquestal, no llega a tanto. Su inundación final de Gótica, hay que reconocerlo, resulta una idiotez. Y todo lo que viene a continuación de este momento desmerece el buen trabajo que había hecho para contar la investigación de los crímenes del Acertijo, la personalidad del Batman oscuro y demás.
De cualquier modo, “Batman” está en un alto nivel y puede considerarse un hito dentro del cine basado en cómics.