EL HOYO: Reflexiones sobre la desigualdad y la sociedad capitalista

Hay películas que solo por su idea original, tienen la virtud de “descubrir”, visualizar diríamos con mayor propiedad, determinados aspectos o cambios que se operan en la sociedad, y que hasta ese momento permanecen ocultos para el gran público, o que por lo menos no han entrado en discusión.  Ejemplos modélicos son The Truman Show (1998) de Peter Weir y The Matrix (1999) de los hermanos (hoy hermanas) Wachowski.

The Truman Show nos retrató la pérdida de la individualidad en la sociedad contemporánea, la conversión de la intimidad en espectáculo público, la masificación del fenómeno comunicacional y su acentuada trivialización. A través del retrato de un personaje criado para ser espectáculo televisivo, la película reflejaba la nueva era poblada de Reality Shows y Talk Shows, en los que la cotidianidad se convierte en morbo y el morbo gana nuestro imaginario en un círculo sin fin. The Matrix, por su parte, fue mucho más allá, haciéndonos palpar en toda su magnitud el nacimiento de ese “nuevo mundo”, el virtual, como un fenómeno destinado no solo a cambiar nuestras vidas, sino tal vez, tal como señalan teorías como las del israelita Yuval Noah Harari, a cambiar nuestra esencia como sapiens, como seres humanos.

En el 2019 – 2020 se han estrenado dos cintas que han tenido un profundo impacto al “revelar” uno de los aspectos más obvios, pero menos discutidos, de la realidad social en que vivimos: la desigualdad.  Una de ellas fue la surcoreana  Parásitos de Bong Joon-ho, convertida en el gran suceso de la temporada al convertirse en la primera película de habla no inglesa al ganar el Oscar a la mejor película, y ahora la segunda es la española El Hoyo, de Galder – Gastelu Urrutia, que luego de haber ganado varios premios en festivales de ciencia ficción, se ha convertido en la gran sensación de Netflix, justo en los momentos en que la mitad de la humanidad se encuentra en cuarentena, fruto de la aparición del coronavirus.

EL “REBALSE” DE LA COMIDA

Parásitos es una propuesta sobre todo descriptiva; en gran medida su virtud ha sido la de no tomar partido por ninguno de sus personajes y retratarlos sin ningún tipo de sesgo, limitándose simplemente a mostrarnos sus sueños, virtudes y miserias. En todo caso su gran logro fue el de retratar de manera gráfica la estratificación social: los de arriba y los de abajo; los que viven en el subsuelo y los que habitan la superficie.

Si no supiéramos que ambas películas se filmaron casi de manera paralela, podríamos suponer que El Hoyo se inspiró en Parásitos. Allí también la división se da entre los de “arriba” y los de “abajo”, solo que en forma brutal. La sutileza de Parásitos la comedia, se ha convertido en un retrato ultra realista en El Hoyo.

En la cinta no importan demasiado los detalles; el planteamiento es tan fuerte, que guionistas y director no se esfuerzan demasiado en explicarnos (y a nosotros tampoco nos interesa demasiado), el porque de la situación. No sabemos si se trata de una cárcel o de un experimento social, o una mezcla de ambos, lo concreto es que nos encontramos en una estructura vertical formada por pisos donde habitan dos personas; son más de doscientos niveles. En cima de la estructura un ejercito de chefs prepara una mesa poblada de suculentos manjares; la mesa va bajando nivel por nivel mediante un elevador, los habitantes de cada piso tienen derecho a comer por un pequeño lapso de tiempo, pero no a guardar la comida. Los de los pisos altos se atiborran desesperadamente, los de los pisos bajos son presa del hambre y la desesperación. Los de los pisos altos no tienen problemas de comida, pero a veces se suicidan por el aburrimiento, los de los pisos de abajo enloquecidos por la miseria son capaces de los peores crímenes: asesinatos, canibalismo, mutilaciones, etc. Sin embargo, en toda la estructura reina el cinismo y el desprecio por los demás; una selva donde los más fuertes se aprovechan de todas las formas posibles de los débiles. ¿Alguna semejanza con la realidad?.

El protagonista es un voluntario; al llegar no sabe nada de las condiciones de la reclusión y poco a poco se convierte en “revolucionario”. En la empresa se cruza con diversos tipos de aliados: la idealista que cree que explicando a todos puede convencerlos del cambio mediante la racionalidad (si cada uno de los niveles come solo lo que necesita, alcanzará para todos), el filosofo reflexivo, el individualista que pretende salvarse solo, subiendo a los niveles altos por su cuenta. Finalmente, nuestro héroe decide utilizar la fuerza para promover el cambio.

En forma acertada guionistas y director optan por un final abierto. En los últimos días, en los foros de facebook, se han desatado diversas discusiones tratando de encontrar una explicación a la resolución de la película. A mi juicio se trata de una empresa inútil, salvando las distancias es como querer encontrar una explicación estructurada al final de una cinta como 2001 – Odisea del Espacio (1968). Los realizadores optaron por no tener un final panfletario o naif, y optaron entonces por atenerse a la fortaleza del planteamiento en si mismo.

Parásitos y El Hoyo se han animado a hablar de algo que de manera increíble ignoran cotidianamente la política e inclusive la mayor parte de los sectores “oficiales” de las ciencias sociales: la necesidad del cambio social, que no significa otra cosa que el cambio del patrón de acumulación y de la explotación de los recursos naturales. Se entiende que ese atrevimiento cobrara cada vez más valor en la medida en que nos encontramos en el desarrollo de una pandemia donde las diferencias entre países y personas, pobres y ricas, se harán cada vez más evidentes.

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