Engaño a primera vista: frases escuchadas al pasar

La reposición en cartelera de Engaño a primera vista, ópera prima de los hermanos Yecid y Johanan Benavides, provoca estos apuntes.

 

1″Es una película ligera”: Comedia adolescente sin mayores complejidades que las de su financiamiento,  Engaño a primera vista no quiere complicarse la vida con obligaciones como la de desarrollar a sus personajes -que aquí son solo tres o cuatro estereotipos- o como la de diseñar una historia más allá de su sinopsis.  Es una película que quiere ser ligera. Y lo logra, aunque también en otro sentido: su ligereza la mueve a proponer un cine que consiste en el amontonamiento de escenas, diálogos, chistes, movimientos de cámara, discursos y moralejas «tomados” -al pie de la letra- de una enciclopedia del cine B juvenil gringo. «En una apuesta para ganarse la laptop de sus sueños, dos nerds tienen que lograr, en 48 horas, ser besados por dos bellezas”. Uno se puede imaginar, exactamente, el resto. Para hacerlo, no es necesario ver la película.

 

2 «Porque uno va al cine a divertirse”: Claro que uno va al cine también a divertirse. Aunque habría que preguntarse en qué momento este sano propósito -«ir al cine a divertirme”- se convirtió en versión cifrada de aquella famosa consigna del resentimiento: «No voy al cine a pensar”. Y también habría que preguntarse cuándo ese «divertirse” devino además sinónimo de repetición: pasarla bien en el cine consistiría en volver a ver reencarnaciones inánimes de lo que hemos visto ya miles de veces en la tele, en nuestros celulares, en otros cines.

 

3″Quiere ser una película comercial”: Como casi todo el cine, Engaño a primera vista quiere ser comercial. En su entusiasmo, logra algo más: ser un largo comercial. O sea: la aventura de estos dos nerds es un pretexto para publicitar todos los locales y todas las marcas de un centro comercial paceño. Esta es, sin duda, una solución eficiente de uno de los problemas del cine boliviano, del que se dice que no puede ya recuperar costos solo en taquilla: en vez de hacer cine sólo para el público, se lo puede hacer también para los productos y las empresas.  Acaso por eso el talento de los hermanos Benavides se manifieste mejor en las sutilezas de su minucioso y complejo product placement, que no está aquí fuera de lugar o es excesivo precisamente porque ese placement es en realidad la historia central de la película, su auténtico contenido. Se podría incluso ir planificando emprendimientos similares: por ejemplo, una película que publicite la Expocruz. La historia, destinada a mostrar los stands, puede venir después; digamos: dos chicas del Plan 3000 aspirantes a Magníficas persiguen en la feria, de local en local, al empresario que las ha estafado con falsas promesas; en el camino, conocen a dos jóvenes de buen corazón que las ayudan y las orientan entre los productos. Una picaresca juvenil.

 

4″Rompe paradigmas de nuestro cine”: Hay tan pocas películas bolivianas (la historia de nuestro cine se puede ver en 10 días), que aquí cualquier nueva película «rompe paradigmas”. Si reproducir con cierta destreza mimética decenas de malas y viejas comedias juveniles es una «ruptura” de esa tradición, entonces Engaño a primera vista lo es. También lo sería una porno sadomasoquista en el Salar de Uyuni; o una versión cruceña de El señor de los anillos; o Juego de tronos en el Potosí colonial entre vicuñas y vascongados; o una de ciencia ficción en el lago Titicaca (cinta que ya existe y ya rompió, por eso, «paradigmas”). Lo único que rompe realmente paradigmas, en cualquier cinematografía, es lo singular.

 

5″Es humor a la boliviana”: Salvo la exageración acostumbrada de hablas regionales (cambas, chapacos, paceños), es difícil encontrarle a este largo ejercicio publicitario -de franquicias y copias de franquicias- lo «boliviano”. A menos que  consideremos su gozosa alienación una reivindicación identitaria o que reputemos un centro comercial -que es igual a miles- una excrecencia del «genio local”. De hecho, los mecanismos humorísticos de Engaño a primera vista no sólo son formulaicos sino arcaicos: sus nerds, por ejemplo, son más bien herederos del primitivo «Screech” de la serie televisiva Salvado por la campana, en un mundo en el que todavía no han nacido los supernerds de Judd Apatow (Freaks and Geeks, El virgen de 40 años, Superbad, Love) y ni siquiera los de Bing Bang Theory.

 

6″No hay que verla porque sea una película boliviana, sino porque es buen cine”»: Esta sugerencia -escuchada otra vez a propósito de esta comedia- es difícil de seguir. Una prueba de tal dificultad son estas líneas: si no fuera una comedia juvenil boliviana, muchos no la hubiéramos visto y mucho menos comentado. Entre otras cosas, porque probablemente no se hubiera estrenado en una sala de cine, suerte frecuente de las B-movies del mundo. Hay, de hecho, otras contradicciones asociadas a esta sugerencia: al mismo tiempo que se nos pide que veamos algo por sus valores «intrínsecos” y «no locales”, se incluye entre esas virtudes logros como «el sonido no es defectuoso”, «la edición es profesional”, «los actores no sobreactúan notoriamente”. ¿Se destacarían tales virtudes básicas si la película no fuera boliviana?

 

7 «Es un logro para nuestro cine”: Engaño a primera vista es un logro de nuestro cine si es que consideramos un logro la capacidad, más bien técnica, de copiar correctamente. En ese plano, por ejemplo, serían también logros las canciones bolivianas a la Justin Bieber en las que los cantantes no desafinaran y las novelas bolivianas a la Stephenie Meyer en las que no hubiese mayores errores de ortografía y gramática.

 

8 «No hay que pedirle a una película algo que no quiere ser”: Es cierto, pero ésta es una conminación que teme algo que nunca sucede. Porque nadie, en sus cabales, le reclama a una comedia juvenil ligera que no sea una tragedia política andina; tampoco nadie le pide a una película de acción con Stallone que tenga los diálogos de un relato moral de Éric Rohmer. Generalmente, lo que sí sucede es que a las películas se les reclama simplemente lo que son. Y son, a veces, malas. Que lo malo tiene su público con frecuencia y en todas partes, lo prueba entre nosotros el hecho de que la película boliviana más taquillera de 2016 no haya sido ni Engaño a primera vista ni Juana Azurduy ni Viejo calavera sino Mi prima la sexóloga. Ni los errores de ortografía ni las desafinadas estorbaron aquí el éxito. Un éxito plenamente boliviano.

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