Guardianes de la Galaxia, vol. 2: Otra vez este déjà vu
- El superhéroe remiso: Acaso ya un poco agotados por las frecuentes y tediosas crisis existenciales de Batman y Spiderman, los dos mayores proveedores de este género –DC y Marvel– han estado intentando recientemente probar suerte con superhéroes que no lo son o que no lo quieren ser pero terminan siéndolo de muy mala gana. Estos superhéroes renuentes o remisos, como los del Escuadrón Suicida de DC Comics y los Guardianes de la Galaxia de Marvel, son estrictamente hablando maleantes de diversa monta empujados al heroísmo, un heroísmo en el que por supuesto no creen sino sólo en el fondo de sus corazoncitos, es decir, hacia el final de la película. (Ya se ha dicho que la ironía es hoy la forma más frecuente de ingenuidad ideológica).
- El superhéroe comediante: Los Guardianes de la Galaxia son cinco: un rubio que escucha hits musicales de los años setenta (Quill), una latina letal de color verde (Gamora), una mole de cicatrices y cuchillos (Drax), un mapache con metralleta (Rocket Raccoon) y una ramita adorable que no se sabe bien qué hace (Baby Groot). Además de sus variadas habilidades criminales, lo que une al grupo es la comedia ligera. La fórmula está a la vista: la rutinaria aglomeración de lo requerido –explosiones y matanzas, escapes y persecuciones– es generosamente condimentada con chistes e ironías, guiños culturales y parodias. Estos superhéroes, a diferencia de Superman o Thor, no se la creen realmente y, como Don Quijote y Sancho al final de su propia historia, se saben personajes imaginados por alguien o algo. En este caso, ese «algo» es una industria exhausta. El resultado general es exasperante: es como si las oscuras solemnidades a-la-Dostoyevski del Batman de Christopher Nolan hubieran sido contaminadas por torpes imitaciones de los diálogos de Seinfeld. Estos asesinos no sólo hacen lo suyo –destruir a diestra y siniestra–, sino que de paso nos torturan con malos chistes.
- Las maravillas numéricas de Marvel: Disney Co. no ha descansado desde que, en 2009, se compró Marvel por 4 mil millones de dólares. Lo que adquirió por esa suma fue en principio un catálogo potencial, superpoblado por personajes acumulados durante 70 años, algo así como 700 superhéroes y 6.000 secundarios: ayudantes y villanos con sus respectivos planetas, armas, uniformes, odios y orígenes. Pero como Hollywood, el de Marvel es un universo ferozmente competitivo: sólo algunos de los cientos de aspirantes a la fama se destacan y triunfan. Por ahora, esa lista incluye a Ironman, Thor, Spiderman, Capitán América, el recientemente fallecido Wolverine, quizá Dr. Strange, quizá Antman. (Algunos han conocido el duro fracaso: Hulk, Daredevil, Elektra). La estrategia empresarial de Marvel parece ser una apuesta a tres ideas: a) organizar a los superhéroes en grupitos: Los Vengadores, X-Men, Guardianes de la Galaxia; b) seguir explotando las franquicias mientras den plata: hay un nuevo Thor para este año y un Vengadores en dos partes para el 2018 y el 2019; y c) presentar en sociedad a los nuevos superhéroes poco a poco, con cautela y mucho bombo, como probando las aguas: Pantera Negra en 2018, Capitana Marvel en 2019.
- La muerte del autor: El dilema que enfrenta hoy este género cinematográfico –el de los superhéroes de historieta gringa– es viejo y conocido: ¿tiene sentido considerar estas películas como si tuvieran un propósito más allá de la necesidad de recuperar la gran inversión que las impulsa? Si una compañía –Disney– arriesga 200 millones de dólares en la fabricación de una película –Guardianes de la Galaxia 2–, ¿el director de la película –James Gunn– puede ser realmente un director de cine? ¿No es más bien el administrador de una franquicia? ¿Qué significa en este caso «dirigir»? ¿Controlar los gastos? ¿Supervisar las computadoras que generan las imágenes? ¿Hay un «estilo» posible en estas películas?
- Entusiasmos comparativos: Comparativamente, Guardianes de la Galaxia 2 es mejor que otras similares, se dice. Entre las virtudes que se le atribuyen, menciono estas: su música cool setentera (escuchamos a George Harrison, a la Electric Light Orquestra, a Cat Stevens); sus «eruditas» referencias a la cultura pop mundial; la «autoconciencia» de sus personajes, que se saben repitiendo diálogos ya dichos por otros; etc. Estas virtudes sugerirían, se dice, el estilo de su director, James Gunn, todo un Tarantino de los superhéroes. Pero en los hechos, cada personaje en Guardianes es un monótono manojo de tics, de repeticiones, de regresos. Como al final de un largo viaje en flota al lado de un obseso-compulsivo tonto, terminamos las dos horas y pico de la película agotados, con un renovado aprecio por las virtudes del silencio.
- Los orígenes del tedio: Las películas de superhéroes suelen avanzar sólo en dos direcciones: hacia adelante o hacia atrás (a diferencia de las buenas películas, que avanzan hacia el costado). Hacia adelante no tienen mucho que descubrir: los mismos villanos, las mismas batallas, las mismas victorias. El único avance real, en esa dirección, es la muerte: esto explica por qué el mejor Wolverine es el último, Logan. En cambio, los superhéroes que sobreviven al tedio son los que siempre pueden avanzar hacia atrás, es decir, los que pueden regresar a sus orígenes, a sus padres, a diversas epifanías formativas. Tal vez por eso el director y guionista de Guardianes de la Galaxia se haya sentido obligado a dedicar la segunda entrega de su saga a inventarles un pasado a sus personajes. Pero como esto es Hollywood y ninguno de los guardianes es Batman, a Gunn no se le ocurre otra versión del pasado que el provisto por la familia burguesa y sus psicodramas televisivos: padres biológicos que se fueron, padres alternativos que se quedaron, hermanas que se perdieron, hermanas que se recuperaron, reclamos y resentimientos a granel, mucho bla-bla sobre quién me hizo esto o aquello, etc. Ya alguien ha declarado su esperanza de que en la tercera entrega de la saga, que está en preproducción, volvamos al futuro.
- ¿Hay género que dure 100 años?: Felizmente, los géneros en el cine van y vienen. O sea: nacen, mueren, resucitan, vuelven a morir. Era impensable en los años cincuenta que las películas de vaqueros, de romanos, de carreras de autos, de desastres, de números musicales desaparecieran alguna vez, pero lo hicieron para luego resucitar sólo brevemente como Django sin cadenas, Gladiador, Rápidos y furiosos, Día de la Independencia y La La Land. ¿Nos cansaremos en algún momento de tantos superhéroes?: Esa es la pregunta. ¿Cuándo nos abandonarán por fin y de una buena vez?: Esa es la consigna. O esta: Superman, please, please go home.
Más que la reseña de una película, este parece un ensayo de por qué no te gustan las películas de superhéroes o basadas en comics… A ver si nos enfocamos en el tema y dejamos el ensayo general sobre el género para otro artículo con otro tema, en lo personal a mi me ha dejado encantado esta película… (Es acerca de la familia… acerca de cómo aceptamos ser amados o no… acerca de cómo nos relacionamos con los demás, en fin mi lectura de la misma es diferente, pero no por ello invalida tus puntos de vista) Bye…