Hotel Bolivia: Reconstrucción de una historia olvidada

por Fabrizia Balboa

 “Bolivia.., dígame, ¿dónde queda eso?”, preguntó Egon Schwarz al recibir su visa. “Sabía de Bolivia lo que uno sabe del Polo Norte”, añade Renate Schwarz. “Como si hubiéramos ido a la luna”, recuerda Andrés Simón de su llegada. Estas son las memorias de judíos obligados a escapar de sus países y que, tras largas odiseas burocráticas, finalmente encontraron un país que los acogiera, lejos de la persecución nazi. Las fronteras habían empezado a cerrarse y los países que les negaban las visas eran casi todos: Bolivia fue uno de los pocos y últimos países que ofrecía asilo.

Estos testimonios son recogidos por Leo Spitzer en su libro Hotel Bolivia: La cultura de la memoria en un refugio del nazismo, que reconstruye la historia de la familia de Spitzer y otros que huyeron de Austria hacia Bolivia. Calcula que llegaron aproximadamente veinte mil, entre 1933 y 1940. Luego hubo una segunda ola de emigración, más reducida, entre los que estaban los sobrevivientes del Holocausto.

Leo Spitzer nació en La Paz, en 1939, no mucho después de la llegada de sus padres a Bolivia. Hasta sus diez años creció y se educó en esta ciudad y luego, con su familia, migró a Estados Unidos. Estudió en Brandeis University y recibió su maestría y doctorado de la Universidad de Wisconsin en Madison. Fue profesor de Historia en Dartmouth College y en la Universidad de Columbia. Sus intereses como historiador se concentran en los llamados ‘estudios sobre la memoria’ y sus investigaciones se han ocupado de África, América Latina y Europa.  Spitzer cree que el exilio, las condiciones de los refugiados, las noticias en torno a la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto marcaron su niñez: “Ciertamente, la persona que soy, y el historiador que soy, ha estado marcado por eventos cataclísmicos que rodearon mis años de formación”. Entre sus publicaciones, se pueden destacar los libros de historia: Los creoles de Sierra Leona: Respuestas al colonialismo (1974), Vidas en el medio: La experiencia de la marginalidad en la era de la Emancipación (1989), Actos de la memoria: Recuperación cultural en el presente (1999) y Espectros de casa: La perduración de Czernowitz en la memoria judía (con Marianne Hirsch, 2010).

Para Hotel Bolivia, Spitzer primero recopiló memorias y testimonios orales de familiares y conocidos; luego, volvió a Bolivia, en los años noventa, para recoger más testimonios. Algunos fragmentos de la investigación en curso se fueron publicando en revistas especializadas: “Una migración al filo del Holocausto” (1993), “Cargas invisibles en un refugio del nazismo” (1993) y “Vals andino” (1994). Finalmente, en 1998, fue publicado Hotel Bolivia. The Culture of Memory in a Refuge from Nazism por la editorial Hill and Wang de Nueva York. El libro no tuvo mayor difusión en Bolivia; luego de 20 años, por una invitación de Plural Editores, aparece ahora una edición en español: Hotel Bolivia: La cultura de la memoria en un refugio del nazismo traducida y editada por Virginia Ruiz Prado. La edición del 2021 tiene siete capítulos y dos prefacios, uno de 1998 y el otro añadido para esta nueva edición. En su nuevo prefacio, el autor reitera su gratitud con Bolivia y describe sus impresiones sobre los cambios en las ciudades de La Paz y El Alto.

El libro se abre en un espacio autobiográfico: el autor relata la primera visita de Spitzer a Austria en 1978, en compañía de su madre, Rose, y su hijo, Manon. Luego, el autor retrocede a 1938, año en que “se desata el terror”. Se van entrelazando, en la narración, testimonios de familiares, de conocidos y de otros refugiados. Se describe su desesperación por encontrar un escape, los deprimentes procesos burocráticos para conseguir visa a cualquier parte, el largo viaje para llegar a Sudamérica. “Y, sin embargo, nosotros fuimos los afortunados”, dice la madre de Spitzer al recordar a los familiares que no lograron salir porque no encontraron un lugar que los recibiera.

Una vez en Bolivia, el libro se detiene en la memoria de las primeras impresiones de un país que solo era conocido en atlas geográficos o por folletos recibidos luego de obtener la visa y que decían: “Bolivia es uno de los países más pobres, menos desarrollados y, por muchos años, menos estables de las tierras sudamericanas. Hasta ahora, pocos inmigrantes alemanes y judíos han llegado al país”. Extrañeza es el común denominador de los testimonios de los recién llegados y de los lugareños: “Los indígenas. Nunca habíamos visto nada parecido… Nosotros los mirábamos, ellos nos miraban”. “Tan extraño, tan increíblemente extraño”. “La música… el sonido de la música indígena nunca antes escuchada”.

Spitzer aborda luego la adaptación de los refugiados, la formación de comunidades, los prejuicios antisemitas con los que se encontraron, su inserción en la economía nacional y la función de instituciones como la Sociedad de Protección a los Inmigrantes Israelitas. Además de múltiples testimonios, la reconstrucción de Spitzer incluye la reproducción de fotos, páginas de folletos, recortes de revistas, litografías y documentos.

En Hotel Bolivia, los recuerdos y el material de archivo arman un panorama complejo y conmovedor de la historia de la inmigración judía en Bolivia. Entre la autobiografía, la historia familiar y la historia oral, Spitzer  se propone, dice, “analizar los factores sociales e ideológicos que influyen en la configuración de los recuerdos individuales y colectivos”, además de prestar atención a cómo la experiencia se organiza y se narra de acuerdo a “necesidades cambiantes”. Impulsa a Spitzer, además, un gesto de agradecimiento: “Los bolivianos –escribe– han sido poco reconocidos por la generosidad de haber acogido a miles de refugiados y por permitirles restablecer sus vidas”.

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