Lo que le hace falta a Tu me manques de Rodrigo Bellott
- Como si no termináramos de adivinar las intenciones o ideas detrás de lo que acabamos de ver, salimos del cine con un vacío en el estómago y la urgencia de responder preguntas: ¿Qué nos cuenta la película? ¿Qué sería de Tu me manquescon actores protagónicos menos solventes? ¿Se puede hablar de sus historias sin considerar la buena causa social que las impulsa? ¿Y si las formas de prejuicio que retrata y denuncia fueran otras? ¿A quién está dirigida? ¿Qué relación hay entre este melodrama directo y explícito y las películas anteriores de Bellott?
- ¿Qué nos cuenta la película?Por lo menos cuatro historias: a) la de una pareja de jóvenes –Sebastián, cochabambino; Gabriel, cruceño– y su romance en Nueva York, posible tal vez por la distancia que los protege de la “retrógrada Bolivia”; b) el suicidio de Gabriel, torturado por la dificultad de aceptar o confesar su homosexualidad; c) la transformación de Jorge, padre del suicida, que de homofóbico militante pasa, en tiempo récord, a patriarca comprensivo; d) la obra teatral montada por Sebastián, que no es sino lo que hemos visto en a, b y c. Como si desconfiara del cine, Bellott conjura estas cuatro hebras narrativas a partir de clímax sueltos, apenas motivados: la película se abre con uno –el padre que acusa a gritos al novio de su hijo– y acaba con otro: el padre que se revela solo un actor en el papel de María en la Pietá de Miguel Ángel o de don Vito en Mi socio. No hay aquí tiempo para momentos muertos, observaciones, desarrollos dramáticos, ambigüedades, complejidades o matices. Tampoco para explicaciones: los personajes saltan de un estado de conciencia a otro como impelidos por epifanías y revelaciones que no vemos.
- ¿Qué hubiera sido de la película con actores menos solventes?Como está hecha de pura “escena culminante” y como el tono que Bellott escoge es el pedagógico, proliferan en la película los discursos, las declaraciones, las sentencias a voz en cuello. Que conste que notar que una película está llena de palabras no es, en principio, un juicio en su contra: hay un gran cine “teatral”, hecho de personajes que hablan y hablan sin parar (recuérdese sino algunas cintas clásicas de Luis Buñuel, Woody Allen, Éric Rohmer, Noah Baumbach o Richard Linklater). Pero para que el cine palabrero sea memorable lo dicho tiene que ser interesante. No es el caso con Tu me manques, en la que la gente, más que hablar, fatiga la declamación de perlas de sabiduría, de definiciones del tipo “el amor no es…”, de mantras de autoayuda, de cursilerías sentidas y sinceras (como suelen ser las cursilerías). Es acaso sintomático que tal vez el mejor parlamento de la película sea el de Rossy de Palma recitando La vida es sueño de Calderón de la Barca. (¿Es posible que un buen actor redima malos diálogos? Felizmente, a ratos, Tu me manques prueba este portento. Apenas).
- ¿Es legítimo valorar una película por la importancia social del asunto que trata?Sin duda. Es más: no poco del goce del cine está hecho de placeres parciales y específicos. Podemos disfrutar Érase una vez en… Hollywood (2019) de Tarantino simplemente porque su reconstrucción de época –con sus 37 canciones y media docena de autos– relaja tanto como tres horas de sauna; o de El último tren (1973) de Granier-Deferre porque no podemos dejar de contemplar, con la boca abierta, a Romy Schneider; o de El turista accidental (1988) de Kasdan porque adapta una novela que nos gustó; o de El ladrón de orquideas (2002) de Jonze porque aspiramos a coleccionar orquideas. Por eso mismo es probable que existan espectadores para los que basta y sobra que una película combata algún mal social o histórico: el racismo, la misoginia, el cambio climático, la explotación capitalista o, como en que Tu me manques, las violencias y miserias de la homofobia. Pero de todos modos terminamos enredados en un conocido dilema crítico: ¿La denuncia del nazismo convierte La lista de Schindler en una buena película? ¿La de la explotación neocolonial del indio hace de Yanakuna una novela memorable?
- ¿Y si las formas de prejuicio que retrata y denuncia fueran otras?Más allá del tema de la película, se debe, claro, considerar su tratamiento. E incluso, antes que eso, debemos reconstruir su “mensaje”. De las cuatro historias de Tu me manques, tres permanecen en estado embrionario: la del romance es esquemática y banal; de la del suicidio no se sabe casi nada; la obra de teatro y su discusión es una didáctica excusa discursiva. La excepción es el relato del padre y su transformación: parece que Bellott quiere que este sea el núcleo de la película. Y, sin embargo, uno no se entera –yo no me enteré– cómo y por qué se produce la conversión. Porque me niego a creer que las razones sugeridas al final de la cinta sean las de Bellott. A saber, escuchamos que el padre, ya arrepentido, le dice a Sebastián, como quien ofrece su absolución: “Eres una buena persona y estás rodeado de gente valiosa”. Lo que suena, claro, a: “A pesar de que eres gay, he descubierto que eres una buena persona, rodeado de gays valiosos”. ¿Funcionaría esta frase con otros prejuicios? ¿Creeríamos aceptable la transformación de un racista que declarara, al final de su toma de conciencia: “Eres negro, pero una buena persona”? ¿Y si la frase fuera: “eres mujer, pero una buena persona”? ¿O: “eres un cholo, pero una buena persona”?
- ¿A quién está dirigida?Este, para mí, es el gran misterio de la película de Bellott, el que me sigue causando una sensación de vértigo en el estómago. No tengo una respuesta, aunque no me falten las posibilidades: a) Puede que esté dirigida a un público que necesita que le expliquen que la homosexualidad no es una abominación y que “los gays pueden ser buenas personas”. b) O puede que su target audience sean gringos liberales de ciudad grande, esos que se apresuran a imaginar un tercer mundo primitivo donde la homosexualidad o ser mujer o ser negro es una tragedia griega, poco importa que ese lugar sea Afganistán, Bolivia o Alabama. c) O quizá el público buscado sean young gays, aislados del mundo, a la espera de un empujón cinematográfico para animarse a salir del closet, lo cual convertiría la película en una suerte de proyecto educativo. Este horizonte utilitario ayudaría a justificar la insistencia de Bellott en el uso de estereotipos: en su universo gay no hay viejos (es decir, mayores de 30), todos han ido al gimnasio toda su vida y están pendientes de la menor excusa para demostrarlo, la gente chistosa se escapó de alguna mala imitación de Almodóvar y las pocas mujeres son algún tipo de figura materna. d) O quizá la película se dirija a un público inventado por la fantasía infantil –o la obra de teatro de Sebastián–, gente imaginaria a la que le basta tener un poco más de contacto –así sea sólo cinematográfico– con los grupos que desprecia para caer en cuenta del error de sus rechazos: “sólo si conocieran a más gays o indios o judíos se darían cuenta de que su homofobia o su racismo o su antisemitismo es un despropósito”.
- ¿Qué relación hay con sus otras películas?Hay hilos conductores en el cine de Bellott, visibles incluso en este, su cuarto largomentraje. Se me ocurren por ahora tres: a) la inclinación a representar las angustias y violencias de la identidad; b) una pulsión expresiva que asume los ritmos algo apurados de la catarsis, de la terapia; c) cierta curiosidad o afán formal. En Tu me manques nos reencontramos con estos tres impulsos, pero en una versión reducida: la identidad se exhibe como arenga y sermón, la catarsis es de telenovela sobreactuada y la audacia formal está al servicio del sentimentalismo.
La película que aborda la homosexualidad más aburrida y patética que he visto en la vida! Coincido en cada palabra de tu crítica! ????????