“Blade Runner 2049”, gris pero brillante

Vale la pena aclarar que el color al que hace referencia el título de esta crítica se refiere específicamente a la estética visual del film, nada más. Y es que en una propuesta como la encarada por estos dos trabajos, el original y la secuela, en la que tienen tanta importancia los espacios y los colores, lo primero que notamos es la variación existente en ambos.

En “Blade Runner”predominaban los azules, los tonos fuertes combinados, especialmente los dorados y rojizos, siempre brillantes. En “Blade Runner 2049” se conserva el mismo principio, el azul sobre todo (el dorado también hace su aparición en forma puntual, pero contundente, como en la oficina del magnate Wallace). Pero en general es un azul que ha adquirido una tonalidad grisacea. La ciudad de“Blade Runner”, la del 2019, era decadente, pero brillante en su estética, en cambio la del “2049” se ha opacado, la polución ha ganado terreno, lo cual obviamente concuerda con el tono de la historia.

El otro cambio es el de los espacios: en el primer “Blade Runner” la acción se desenvolvía en escenarios apretujados, que en este caso se han expandido, y lo que antes daba la sensación de ser un microclima, ahora es una inmensidad. En este aspecto podemos pensar que la intención del realizador se ha facilitado gracias a los avances en la generación de efectos especiales, que se han dado en el lapso que separa ambas cintas.

Lecciones para construir una buena secuela

La relación existente entre este segundo “Blade Runner” y el primero nos hace recuerdo a la dinámica con la que Coppola construyo “El Padrino II”.  En ambos casos, salvando las distancias, lo que se hizo es desarrollar el concepto original, profundizarlo, hacerlo avanzar. Por eso es que en ambas experiencias hay un disfrute estético y temático. Los directores se regodean (en el buen sentido de la palabra) explorando caminos ya conocidos, pero adentrándose más en ellos, llevándonos a nuevos derroteros. Gran diferencia con la formula convencional de las secuelas que generalmente consiste en repetir la historia básica anterior “intensificando”, “aumentando” los factores que se cree la hicieron exitosa (si hubo persecución en el primer caso, poner dos en el segundo, etc.).

En este caso, tanto la primera película, como la secuela giran sobre unas interrogantes básicas: ¿qué es lo que convierte a los seres pensantes artificiales (en este caso “replicantes” ) en humanos?, ¿qué es lo que diferencia el asesinato de un humano, del “retiro” de un replicante? Y, un poco más allá, ¿qué es lo que inhibe a esos replicantes/seres pensantes para tener la misma libertad que supuestamente poseemos los humanos?.

En “Blade Runner”, Deckard (Harrison Ford) un detective humano (o que por lo menos pensaba que era humano) se iba encontrando con la “humanidad” (disculpas por la repetición excesiva del termino) de los replicantes en la medida en que los iba asesinando/retirando a lo largo de la trama. En “Blade Runner 2049”, el agente K ( Ryan Gossling), rebautizado Joe en medio de la historia, cuando ”asume” su humanidad, es un replicante programado para obedecer ciegamente las ordenes de sus jefes; sin embargo, al enfrentarse con otra interrogante básica que profundiza la anterior, ¿tienen alma los seres que nacen de un parto, así sean replicantes?, cuestiona su misma naturaleza, desafía el régimen “natural” que lo condena a ser esclavo y elige la libertad, aun si esta decisión le signifique un riesgo enorme. Tanto Deckard como K son seres que van tomando conciencia, pero lo hacen desde puntos de vista distintos; el primero desde la perspectiva del amo y el otro desde la del sometido.

Pero “Blade Runner 2049” va más allá y de manera explícita (aunque aparentemente casual) pone sobre el tapete la cuestión referente a la existencia de las inteligencias artificiales y autónomas, así se trate de conciencias no corporales. Es el caso de Joi, la amante virtual de K, que en un principio da la impresión de ser tan solo un divertimento, pero que en la medida en que avanza la trama se convierte en un elemento fundamental de la evolución del protagonista. En ese sentido esta segunda cinta demuestra ser coherente con su tiempo (vale la pena apuntar que varios científicos y pensadores tales como Elon Musk o Stephen Hawkins han advertido sobre el riesgo del desarrollo de la inteligencia artificial, aquella que puede evitar por sí misma ser desenchufada).

La ecuación de “Blade Runner”

“Blade Runner” se convirtió en una película de culto debido a que combinaba un fuerte ejercicio de estilo formal (la base del formato de la cinta es el cine negro de detectives del Hollywood de los cuarenta con Harrison Ford emulando a Humphrey Bogart), un preciosismo pulcro y cuidado, con una trama cargada de un auténtico sentido filosófico. Me da la impresión que parte del enorme culto que ha desarrollado a su alrededor en estos años se debe a que en la mayor parte de los casos quienes la valoraron hicieron hincapié en la parte formal, sin darle importancia a la temática.

“Blade Runner 2049” es heredera de ese preciosismo, pero uno de sus mayores aciertos consiste en no haber tratado de repetirlo de manera mecánica. En el “Blade Runner” original había un culto a la belleza que se expresaba no solo en la fotografía, sino en la música y en el diseño de los personajes (los replicantes presentados como ejemplo de belleza y perfección) que de alguna manera podía ser sospechado hasta de un cierto etnocentrismo. Los personajes de la secuela son seres agotados, así sean replicantes; es el caso por ejemplo de Sapper Morton, el personaje con el que K se enfrenta en las escenas iniciales.

¿Es“Blade Runner 2049” una película excesivamente larga? Da la impresión de que sí; es dable pensar que con veinte minutos menos hubiera podido ganar en intensidad. En todo caso se trata de uno de los riesgos del “regodeo” señalado anteriormente. Por otra parte, creo que el introducir el señuelo para una tercera secuela (el ejército de replicantes que está esperando un líder para la rebelión) debilita la estructura general.

En todo caso se trata de fallas menores que no opacan un trabajo soberbio. La solidez narrativa de Denisse Villeneuve tuvo en este caso un encuentro virtuoso con el desarrollo brillante del primer “Blade Runner”, llevado adelante por Ridley Scott.

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