THE BOYS Deconstruyendo superhéroes

The Boys es una serie de televisión que está destinada a tener  impacto en la evolución del subgénero de superhéroes (más aún en estos tiempos en el que las fronteras entre la televisión y el cine se van borrando poco a poco). Si bien el ruido que ocasionó en nuestros países se ha limitado al haber sido estrenada en un plataforma de difusión todavía no arraigada en el gran público (Amazon), ya está en los puestos de venta locales, los que quiérase o no, son indicadores confiables sobre la evolución de los gustos de los consumidores.

DECONSTRUIR

The Boys pretende jugar el mismo rol que la obra de directores como Sam Peckinpah o Sergio Leone, tuvo respecto al western. Ambos espacios creativos (Western y cine de Superhéroes) comparten varias características comunes: son  conservadores,  rígidos en sus formatos temáticos y formales, y atractivos para la gran masa (en sus respectivos contextos históricos).

The Boys parte de una premisa poderosa:   ¿Qué pasaría si es que trasladáramos a los superhéroes desde su mundo idealizado, donde los buenos y malos tienen valores absolutos,  hasta el mundo real?, ¿y si de manera más precisa los colocáramos en el segmento más mercantilizado y marketinero de esté?, ¿el que precisamente se consume en los grandes multicines y las cadenas de televisión y plataformas de streaming?  De ahí que en el universo formulado por la serie, los superhéroes más allá de seres excepcionales, sean en sí mismos un negocio.

Se trata de un entorno donde estos seres ya son parte de la cotidianidad social, y donde por tanto, al igual que en los otros segmentos que se “venden” al gran público (actores, deportistas, modelos, etc.) existe una pequeña élite que tiene suculentos beneficios económicos, y que por tanto está sujeta (al igual que cualquier otro producto en la sociedad capitalista), a las leyes de la oferta y demanda y a las distintas manipulaciones que se realizan sobre la primera (publicidad, imagen, marketing intensivo, etc.). Los superhéroes en este caso son mercancías y por tanto deben amoldar su comportamiento a las características de ellas.

Por eso es que los nombres de los componentes del grupo, más que buscar por una identificación propia, pretendan que los espectadores identifiquen en ellos a los “otros” superhéroes, los de los “universos” ya establecidos. De esa manera Homelander (Patriota), el líder del grupo, no es sino un Superman con ciertos aires de Capitán América,  Reina Maeve  la Mujer Maravilla, The Deep un Aquaman juvenil,  A – Train  es Flash, Translucido el Hombre Invisible, etc. El único personaje de este grupo con identidad propia es la protagonista “Luz Estelar” (Starligh), en la que recaen las esperanzas de espectadores y guionistas para redimir ese mundo dominado por el interés y la apariencia.

SOBREDOSIS DE CINISMO

¿Vivimos en una sociedad donde las apariencias son determinantes sobre los contenidos?, ¿dónde los valores fundamentales de anteriores etapas históricas (honestidad, principios) están subordinados  a la lógica capitalista de “el fin justifica los medios”?. Si es así The Boys acierta en la caracterización social que realiza, en la que lamentablemente la caricaturización se asemeja notablemente a la realidad.

Por eso es que los superhéroes de la serie son seres atormentados por la presión de las apariencias y por la necesidad de llegar de cualquier manera al éxito. Profundo es un depravado sexual lleno de inseguridades, A-Train un adicto, Reina Maeve es cómplice de diversos crímenes y el Patriota (Superman), el jefe de todos, un psicópata con severos problemas emocionales.

El mundo de The Boys está lleno de cinismo, de ahí  que inclusive los propios enemigos de este grupo, una suerte de núcleo terrorista que pretende acabar con la élite descrita, también se entreguen de lleno a la violación de todo principio ético. Y entonces, tal como viene ocurriendo en nuestra realidad desde hace varias décadas, moros y cristianos terminan  confundidos, arrastrados en el fango, “manoseaos”,  tal como reza la letra de un célebre tango que describe el anterior siglo.  En ese contexto, “Starlight” la heroína que no se rinde ante abusos sexuales, tentativas de corrupción, amenazas, etc., se constituye en  depositaria de  la única esperanza de redención.

En correspondencia a su línea temática, The Boys está llena de gags escatológicos (superhéroe al que hacen explotar insertándole explosivos por determinado orificio corporal, novia estallando en sangre en las narices de su pareja, etc.). En el primer capítulo la tendencia es tan fuerte que a momentos configura un cuadro de extrema agresividad, aunque luego deviene en un  humor negro más suave.

La serie desestructura un género cuyas reglas los consumidores conocemos de memoria, y en ese sentido cumple su primer objetivo, aunque no alcanza mayores niveles de creatividad narrativa.

Leone y Peckinpah deconstruyeron el Western, pero al hacerlo desarrollaron una propuesta estética propia, impregnada en ambos casos de sensibilidad y poesía. Leone acentuó determinados rasgos tradicionales del género y dinamitó su dicotomía tradicional (Lo bueno, lo malo y lo feo, 1966). Peckinpah sin renunciar a sus valores iniciales lo acerco a la denuncia social y le hizo diversos cuestionamientos morales (Pat Garret y Billy The Kid, 1973). Es interesante como ambos en este proceso “cruzaron la frontera” y llegaron al tercer mundo acercándose a México (Los Héroes de Mesa Verde, 1971,  de Leone, La Pandilla Salvaje,1969, de Peckinpah).

The Boys cumple en la medida en que deja en evidencia la chatura ideológica en la que se manejan las películas del género y sin duda es entretenida, pero no alcanza un vuelo narrativo mayor. En todo da indicios en sentido de que la vida de esta corriente puede ser longeva y quizás preanuncia lo que productos como Joker (2019), recientemente aclamada en el Festival de Venecia, pueden llegar a desarrollar.

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