Los siete magníficos
Cuando un cineasta se atreve con un “remake” o nueva versión de una vieja historia es muy probable que reciba una paliza de la crítica.
Así ha ocurrido con Antoine Fuqua, director de “Los siete magníficos”, filme que vuelve a presentar una tragedia ya filmada por nadie menos que Kurosawa en los años 50, aunque con samuráis, y convertida en los 60 en una importante película de vaqueros. Un pueblo invadido por maleantes solo atina a contratar a unos mercenarios para que luchen por él; estos lo hacen primero por dinero y luego por camaradería y sentido del honor.
Los críticos suelen considerar las repeticiones innecesarias si no logran la misma calidad que el original. Se preguntan “¿cuál es su aporte?” En este caso han encontrado uno solo, pero que ha sido más motivo de burla que de aplauso: el multiculturalismo del grupo de héroes, que, liderado por un afroamericano (Denzel Washington), incluye a un asiático, un mexicano y un indio. En el tiempo en que la película está ambientada, ha dicho una crítica, estos salvadores hubieran sido echados a patadas por la gente que pretendían ayudar.
Sin embargo, estas exquisiteces no le interesan al público. Como tampoco le interesa, por cierto, el homenaje del director a los tópicos del western: la habilidad con las pistolas y las cartas, la entrada del cowboy en el bar en el que le aguardan grandes peligros, la matanza de “malos” que no parecen capaces de otra cosa que de caer por cientos, etc. Para el público, estas “citas” del director solo vuelven la película previsible. Lo que no significa que sea aburrida, gracias al atractivo del elenco y la calidad de la producción.
En mi opinión, Fuqua pudo haber hecho algo mucho mejor si profundizaba en los motivos que pueden llevar a los hombres que “viven peligrosamente” a buscar una muerte “magnifica”. En lugar de eso, se distrajo demasiado en filmar una película “de género”.