Ocean’s 8. Las estafadoras
En 1960 Frank Sinatra, Dean Martin, Peter Lawford y Sammy Davis, Jr., que conformaban la élite actoral de ese momento, hicieron una película en la que 11 excombatientes amigos se reunían en Las Vegas y ejecutaban el “robo perfecto” de varios casinos. En 2001, con el nombre de “Ocean’s 11” o “Los 11 de Ocean”, la película fue rehecha por el gran director Steven Soderbergh y la élite actoral de hoy: George Clooney, Brad Pitt, Matt Damon, Julia Robert, etc. El gran éxito de crítica y taquilla de la película dio lugar a dos secuelas, también dirigidas por Soderbergh y también bien recibidas. En todos los casos la fórmula fue la siguiente: la química y el atractivo del súper elenco, más un guion enrevesado pero vertiginoso y lleno de sorpresas, más el aprovechamiento de un cierto sentimiento de complacencia que todos tenemos porque los ricos sean robados, en especial si gozan de una fortuna mal habida y si no se usa la violencia para quitársela.
Cuando parecía que dicha fórmula había quedado agotada, aparece “Ocean’s 8. Las estafadoras”, filme que cuenta con un nuevo plantel de ladronas de guante blanco, esta vez completamente femenino, y también de alto nivel: Sandra Bullock, Cate Blanchett, Helena Bonham Carter, Mindy Kaling Anne Hathaway, Rihanna, Awkwafina y Sarah Paulson. En este caso el director Soderbergh fue remplazado por el guionista y realizador Gary Ross (“Los juegos del hambre”), que también es un artista valioso. Sin duda se esperaba que repitiendo los ingredientes, con la novedad del sexo de las protagonistas, la sopa sería igual de sabrosa, pero esto no se cumplió del todo. La sopa no está desabrida, pero tampoco lleva el mismo sobresaliente sabor original.
Una hermana hasta ahora desconocida de Dani Ocean, el personaje que interpretó George Clooney en las versiones masculinas de la secuela, sale de la cárcel con un plan muy elaborado y complejo para robar un collar de diamantes en la gala del Met, el museo neoyorkino. Para ejecutarlo reúne a ocho carteristas, hackers, estafadoras y toda la gama de “amigas de lo ajeno” que es de uso para estos propósitos. El proceso de conformación del grupo es lo más divertido de la película, mientras que la ejecución del robo, siendo tan “eléctrica” como podía esperarse, resulta sin embargo lo más débil del filme, por previsible y fantasiosa, esto es, inverosímil. El guion de Ross se muestra bastante menos convincente que los precedentes, incluso que el de la última parte de la trilogía masculina, que era el más desquiciado y redundante de ellos. No puedo entrar en detalles que probarían mi afirmación pero resultarían “spoilers” para los lectores que aún no vieron la película.
Pese a los errores de narración, la caracterización de la película por un elenco lleno de gracia y talento la hace merecedora de la atención de quienes buscan, sin demasiadas exigencias, un rato de entrenamiento. Bullock y Blanchett son las líderes de la actuación, pero los papeles más encantadores esta reservados para Bonham y Hathaway, que hacen un par cómico muy divertido.
Otro asunto, más sociológico que crítico, es la vinculación de esta película con el debate actual sobre las relaciones de género en la industria cinematográfica, debate que últimamente se ha extendido a otros sectores laborales de alto perfil. Como se sabe, las mujeres del cine han dado un “grito de independencia” a partir de la revelación de los abusos sexuales del célebre productor Harvey Weinstein, articulando una actitud reivindicativa que tuvo su clímax en la entrega de los Globos de Oro del año pasado. Como resultado se están produciendo mejoras, tanto en el ambiente de trabajo en el que se desenvuelven las actrices, productoras y realizadoras, cuanto en el pago de salarios, hasta ahora desigual en detrimento de las mujeres, y, también, en el protagonismo de las figuras femeninas en los argumentos. “Ocean’s 8”, al poner a los hombres en una situación muy secundaria, como la clásicamente reservada a las mujeres en tantos y tantos filmes, muestra, aunque sea de manera superficial, pero sin duda gráfica, una nueva percepción de los roles de género. Y puesto que Hollywood es una de las principales fuentes de la cultura de masas actual, puede esperarse que los cambios que se produzcan en la industria del cine tengan influencia, aunque no sabemos si perdurable, sobre la mentalidad mundial. Una nueva forma de percibir los roles de género puede ser sin duda una ayuda en la lucha por la emancipación femenina.