Dos películas con problemas de guion. Apuntes críticos sobre Cuando los hombres quedan solos y Tolkien

Cuando los hombres quedan solos es una obra póstuma. Su director, Fernando Martínez, murió poco después del rodaje, sin tiempo para realizar la post-producción, que fue concluida por Viviana Saavedra. Es difícil creer, sin embargo, que los problemas que la película presenta puedan deberse a esta infortunada situación. Porque estos problemas son principalmente, y como es habitual en nuestro cine, debilidades de guion.

Vayamos por partes. Después de mucho tiempo, una película nacional de ficción tiene tema político, lo que requiere que haga una visita a la historia contemporánea (lo uno y lo otro van juntos de manera más o menos inevitable). Sin embargo, hablar de la política y la historia contemporánea era la tendencia predominante del cine –y, en general, del arte– nacional hasta los 80, pero se perdió en la década siguiente, tiempo de liberalización de la economía, individualización de la sociedad y derrota de la izquierda. El cambio de los 90, sin embargo, no fue coyuntural, meramente “oportunista”, sino que implicó una mudanza de largo plazo de los creadores bolivianos, como muestra el hecho de que continúe dándose en nuestros días, 16 años después del comienzo de una revolución política que, sin embargo, ha ofrecido muy poco cine político a nuestra cinematografía.

El fenómeno se debe a las características que el largo periodo democrático y las transformaciones económicas mundiales marcaron sobre las nuevas generaciones de artistas. En general, los equis y los millennial no se interesan por la sociedad y mucho menos por la política: lo suyo son las relaciones interpersonales y, para los segundos, los géneros comerciales y la sensación –tan actual– de vivir en vísperas de una catástrofe.

Por esta razón, el planteamiento de Cuando los hombres quedan solos me pareció interesante. Me gusta el cine político y, en general, la política, y creo que los bolivianos tenemos mucho que decir en ambos campos. Quedé prontamente decepcionado. La película habla de la historia y la política del país a partir de unos cuantos estereotipos y lugares comunes, sin verdadera penetración histórica o sociológica. El guionista hace algo parecido a armar un texto sobre un tema mayormente desconocido sobre la base de “citas” y prejuicios. El final del filme es la prueba más patética de lo que digo (no lo anticiparé aquí a quienes aún no lo han visto), pero la más importante es otra: la caricaturización, en clave de teoría de la conspiración, de los poderosos y su papel en la sociedad.

Para decirlo en una sola frase maliciosa: esta cinta evidencia una lectura demasiado exclusivista de la literatura de cómics.

Cuando los hombres quedan solos muestra las circunstancias personales de un trío de paramilitares que, habiendo participado del asesinato de Luis Espinal y del golpe de García Meza, malviven en el tiempo de la democracia, cargando sus recuerdos y secretos, y todavía enrolados en alguna clase de red secreta de malvados.

Para pintar a los personajes, el guion los hace proferir frases como “qué lindo era sacarle la mierda a los rojos”, entre otros alardes de penetración psicológica. Con intención preceptiva, la película busca retratar la descomposición moral de estos hombres, castigados por la divina providencia a penar en soledad; únicamente consigue contar un puñado heterogéneo de anécdotas débilmente asociadas entre sí, algunas de los cuales no pasan un mínimo examen lógico. Por ejemplo: uno de los exparamilitares obedece las órdenes terribles de un abogado, que, sin embargo, al mismo tiempo está a punto de arruinarlo. ¿Por qué el protagonista lo ayuda, entonces? ¿Quizá está siendo extorsionado? Pero en ese caso, ¿con qué instrumento? Vaya uno a saber,  ya que los documentos comprometedores los tienen él, no el abogado.

Estamos una vez mas ante un creador que se emociona ante el colorido y el ambiente, ante el mismo acto de filmar, pero que no logra tramar una historia que dé continente a sus expansiones visuales ni dar vida a aquellos personajes que ha convocado a unos actores a interpretar.

 

Tolkien

La biografía de Dome Karukoski del famoso autor de El Hobbit y El Señor de los Anillos, J. R. R. Tolkien, sí cuenta con una historia bien narrada, pero adolece de otro nivel de defectos de guion.

Relatando la primera etapa de la vida del escritor, desde el doloroso momento en que, siendo un muchacho, este quedó huérfano, hasta su transformación en hombre en el terrible escenario de la Primera Guerra Mundial, el guion incluye una serie de temas ya muy vistos: en el colegio, un chico desamparado pero brillante, una hermandad de camaradas estudiantes, su lealtad y sus tensiones; el primer amor y, finalmente, un hecho bélico bastante inverosímil, la búsqueda del amigo en medio de las trincheras. Todo esto no está fuertemente conectado con el maravilloso mundo creado por Tolkien, que es la razón por la que, en primer lugar, estamos interesados por este personaje. Hay, sí, algunas alusiones y algunos tenues vínculos, más bien decepcionantes. Insuficientes para evitar que el filme, producido por la todopoderosa Disney, fuera un fracaso de taquilla. (Hoy solo podemos adquirirlo en el mercado pirata, aunque de seguro pronto aparecerá en la tv). Como dictaminó un crítico estadounidense: la biografía de un genio de la fantasía necesitaba de un poco más de imaginación.

 

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