Insectario de Juan Pablo Piñeiro: De giros ontológicos y escarabajos peloteros


por Joan Villanueva

De lejos, los insectos son los animales que dominan el planeta. La entomología ha nombrado más de un millón de especies y la Royal Entomological Society del Reino Unido estima que hay como 10.000 millones de insectos por kilómetro cuadrado. Quizá pensando en estos números, la voz poética de Insectario nos dice que “para escribir es necesario consumar un insectario”. O porque hay tantas palabras en los distintos idiomas y dialectos del mundo como hay especies de insectos sobre la faz de la tierra. O porque las palabras y las letras del trazo de la tinta sobre el del papel son como las huellas que dejan los insectos sobre la tierra. O simplemente porque, como dice Jaime Saenz en el epígrafe de este libro, “el insecto, en cierto modo, es el creador del hombre”.

Crecer como acumulando materiales
Insectario reúne 23 poemas separados en secciones según las fases de la vida de algunos insectos: larva, pupa, subímago, ímago. Se añade, al final, una “invocación”. La mayoría de los poemas están escritos en vocativo-imperativo: “no dejes de palpar”, “no te fíes”, “es esencial mirar desde lejos”, se nos dice en un tono seguro de sí mismo, que oscila entre la sentencia y el chiste.
La sección “Larvas” contiene cuatro breves poemas contemplativos, de los cuales dos son haikus y dos escritos en tono de sentencia. En esta inauguración, la de los insectos en su primera etapa, se deja entrever cierta sabiduría, que es la que busca ser descrita por la voz poética. La segunda sección, “Pupa”, contiene seis poemas y destacan en ella la aparición de dos especímenes escasos en el libro: los signos de interrogación en el poema “La pulga no cambia” y la geología humana descrita en “Rozando el vientre”. La parte titulada “Subímago” contiene cinco poemas, que acude a la la personificación: los insectos se llaman de pronto Hugo Rugah, Harry Anópheles o Sulamita (la termita mística). Hay en todo esto un cierto giro ontológico: “No sé si te esperaré / como una piedra / o como una hormiga”, se nos dice. “Ímago” agrupa siete poemas, en los que se usan grandes palabras abstractas como “infancia”, “inconsciente”, “la verdad” que o bien son un exceso de poeta primerizo o son un juego de paradojas entre los pequeños insectos y esas grandes palabras. Hacia el final del libro aparece una “Invocación”, fase compuesta por solamente un poema, “El misterio del ciclo”. Este poema cierra el libro como el mensaje del profeta que vuelve de la montaña (o más bien, del insecto), agradecido por la buena nueva. ¿Y cuál es esa buena nueva? Pues los posibles giros ontológicos, los intercambios y superposiciones entre la voz poética y los insectos.

¿Entomólogo o insecto?
La práctica entomológica, como cualquier trabajo de campo, puede ser una experiencia turbulenta, una verdadera metamorfosis para el investigador. Se conoce como “entomología cultural” a las formas de crear arte o literatura a partir de investigaciones científicas y observaciones sobre la vida de los insectos. Y esas creaciones pueden ser a veces antropocéntricas (nos proyectamos en la vida de los insectos) o se puede intentar un giro ontológico (o varios): esos viajes de ida y vuelta entre el investigador y el insecto. Piñeiro opta en buena medida por el segundo de estos caminos: es concebible que las voces de Insectario sean las de los insectos que dan sus primeros pasos hacia la poesía como lo haría un escritor (un insecto) legitimado (disecado) en el marco (insectario) de la literatura boliviana.

“La metamorfosis divina”: de giros ontológicos y escarabajos peloteros
Con la expresión “giro ontológico” se alude a una corriente teórica de la antropología que “deja de tomar los enunciados y las prácticas del otro como proyecciones simbólicas, metáforas o enunciados equívocos de lo que realmente sabemos que existe (nuestro mundo)” (dice C. F. Tola). La labor del antropólogo ya no consiste en explicar o interpretar, sino en identificar las limitaciones de sus conceptos. En ese sentido, Insectario propone también un giro ontológico, esta vez a partir de la contemplación de los insectos y a partir de ser esos insectos. Si el ser fuese excremento, los afanes de la voz poética serían indistinguibles de los de un escarabajo pelotero. O si la poesía fuera canto o luz, no habría mayor diferencia entre un poeta y un grillo o una luciérnaga. Estas posibles ideas agregan al libro de Piñeiro, además, una tensión entre las grandezas de lo abstracto y las minucias de lo material.

El libro como insecto
Insectario fue publicado por El Cuervo, una editorial independiente boliviana. Se trata de un pequeño libro verde, de tamaño bolsillo (18 x12 cm). Además de textos, abundan en el libro las ilustraciones, de Mario Andrés Piñeiro, de siluetas, sombras, planos y dibujos de insectos. Es solo el cuarto poemario que ha editado El Cuervo (los otros son: Cosechar tempestades (poesía reunida) y Cuaderno de sombra de Julio Barriga y Kirki Qhañi de Elvira Espejo).

Sobre Juan Pablo Piñeiro
Juan Pablo Piñeiro (1979) es escritor y guionista. Es licenciado en Literatura Boliviana y Latinoamericana por la Universidad Católica Boliviana (generación del 2003). Sus novelas son Cuando Sara Chura despierte (2003), Illimani púrpura (2010) y Manubiduyepe (2020). También ha publicado un libro de cuentos, Serenata cósmica (2013). Como guionista, ha escrito Sena Quina (2003), dirigida por Paolo Agazzi; Hospital obrero (2009), dirigida por Germán Monje y escribió el guion de la serie boliviana Sigo siendo el rey (2017), también de Agazzi. Insectario es su primer libro de poemas.

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