Las recetas del libro Cocinar vida

por Sebastián Cáceres

Cocinar vida. Recetas del corazón y mente, la última obra de David Montecinos
Gallardo, no es, como se podría concluir luego de un primer vistazo, solo un recetario:
aunque utiliza como premisa la estructura de un libro de cocina, muy pronto de deshace
de ella. En otras palabras, si bien el libro ofrece recetas –seis de ellas, con sus
respectivos ingredientes, sus grados de dificultad y los procedimientos recomendados
para su elaboración–, los textos van más allá: por ejemplo, evocan un recuerdo
doloroso o son parte del juego erótico entre dos amantes.
David Montecinos (1989) es un escritor y cocinero paceño. Ha publicado tres
libros: Infierno verde (2017) (con una segunda edición de 2022), Para conocernos
(2018) y el libro que aquí comentamos, Cocinar vida. Recetas de corazón y mente
(2021). Todas estas obras son atravesadas, como señala el prólogo, en mayor o menor
medida, por la culinaria: “el autor ahonda en un tema que ya venía siendo explorado en
Infierno verde y Para conocernos: la cocina”. Montecinos trabajó como cocinero
(Jardín de Asia, Los Tajibos), como chef operativo (Camba Calavera) y como jefe de
cocina (Flor de Loto). Actualmente practica su oficio de manera independiente en
trabajos eventuales de catering a domicilio e impartiendo talleres de cocina.
Este su último libro se divide en ocho partes: “Quebranto”, “Lucidez”,
“Alegría”, “Egoísmo”, “Esperanza”, “Deleite”, “Disciplina”, “Ágape” (más un prólogo
de Roger Maldonado). De las ocho partes de libro, seis siguen la estructura de una
receta y las dos restantes (“Alegría” y “Disciplina”) la de un relato. Cada receta
enumera los ingredientes a ser usados, indica su grado de dificultad y explica los modos
de preparación. Y luego, como decíamos, las recetas se desbordan. En “Quebranto”, por
ejemplo, la receta termina con instrucciones para la destrucción del plato elaborado:
“Tome el plato por la base con la yema de los dedos y, con la fuerza de toda su
emoción, con esa fuerza que haría escuchar un te amo negativo a través de las montañas
y mares, causando ecos potentes, fuertes como si la causa de la obra (anónimo
comensal) estuviera presente y se tratara de llamar su atención por primera vez, con esa
fuerza arroje el plato contra la pared”. En “Deleite” la preparación es solo la excusa para
dar pie a un juego erótico entre dos amantes: “Deje la preparación en su velador con una

cuchara lista y que se entibie. Si usted es afortunado, el ingrediente final, el amante,
llegará puntual a la cita; recíbalo y guíelo a la comodidad de sus aposentos”. En
“Deleite” se lee una interpelación directa al lector en caso de que los pasos no puedan
seguirse exactamente: “¿¡Y si su amante se recostara de espaldas en un comienzo!?
¡Pues usen su imaginación, queridas y queridos lectores!”.
En “Egoísmo”, después de la preparación de una parrillada y luego de haber
“devorado” el vacío, “el siguiente paso dependerá mucho de la capacidad de su
estómago. Si siente ser un romano de clase, basto y narciso, puede seguir con el
banquete tranquilamente. Pero si ve la necesidad de hacer espacio en el estómago para
recibir dignamente el resto de las carnes y la bebida, es este buen momento para
vomitar”. Y termina: “Acá terminan mis instrucciones, disfrute lo más que pueda su
banquete, y siempre recuerde que el hedonismo es una de las mejores herramientas para
olvidar nuestras desgracias”. En oposición a “Egoísmo”, leemos en “Esperanza” una
receta nada suntuosa, que incluso sugiere escasez: “Debemos tomar en cuenta tres
aspectos importantes en esta situación: el primero es que por más arrugados y
manchados que se encuentren los nabos, se debe conservar su cáscara, no podemos
darnos el lujo de botar esa fibra con tantos nutrientes. Segundo, que si bien nuestro
objetivo en mejores tiempos hubiera sido conseguir una sopa, para ahorrar agua hoy nos
limitaremos a hacer una crema de sémola tipo upma. Y, por último, debemos
resignarnos a que nuestra preparación tenga algunos grumos, ya que, al solo disponer de
quince minutos de gas a baja potencia, no alcanzaría el tiempo para calentar
previamente el agua que cocerá la sémola”. “Esperanza”, en su contraposición a
“Egoísmo”, propone así otra cosa: una perspectiva no hedonista. “Esperanza”, a su vez,
presenta algo que escasea en la receta de “Egoísmo”: alude a los procedimientos
alquímicos, transformadores, de la cocina. Si bien en la parrillada los ingredientes se
cuecen, no sufren una transformación drástica, como lo hacen en “Esperanza”.
Otros dos relatos destacan en la obra por las diferencias y contrastes que
proponen: “Alegría” y “Disciplina”. Ambos , como las recetas, trazan una perspectiva
culinaria. “Alegría” se ocupa del lado afectivo de la cocina: el acto de preparar un plato
para alguien específico, en este caso para el padre. Al final, el plato es entregado
envuelto en papel aluminio, como un regalo. En “Disciplina”, en cambio, ocurre lo
contrario: se genera una atmósfera fría y mecánica en la reproducción de las órdenes de
un chef en jefe a sus pasantes.

Cocinar vida. Recetas de corazón y mente es un libro de recetas que, al mismo
tiempo, es más que un libro de recetas. Ofrece en ello una serie de perspectivas sobre la
cocina, unas más críticas (“Egoísmo”, que retrata el consumo de alimentos como un
consumo excesivo), otras más bien propositivas ( “Esperanza”, por ejemplo, que
propone una cocina modesta en sus pretensiones) y otras que se centran en el aspecto
afectivo de la culinaria.

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