“King’s man. El origen”
La franquicia “Kingsman” comenzó en 2015 como una extraordinaria adaptación del director y guionista inglés Matthew Vaughn de un cómic creado por uno de los más destacados escritores de este género, el también británico Mark Millar. Vaughn ya había llevado al cine otras creaciones de Millar antes, y con gran impacto. Estas fueron “Kick-Ass” y “X-Men: Primera generación”. Originalmente, el cómic de Millar se llamaba “Secret Service”; el éxito de la adaptación cinematográfica de Vaughn y Jane Goldman fue tal, que hoy se publica como “Kingsman”.
Alentado por estos resultados, que no se repitieron exactamente pero tampoco se disiparon con la segunda parte, “Kingsman: El círculo dorado”, Vaughn concibió la idea de hacer una “precuela”, es decir, contar el origen la agencia de espionaje privada que había retratado en las dos películas citadas. Para eso se apartó mucho más del cómic original y dejó de colaborar con Goldman; en su lugar enganchó al guionista estadounidense Karl Gajdusek, quien había escrito, entre varios thrillers, la futurista “Oblivion”.
“King’s man. El origen” tenía que estrenarse en 2019, pero unas y otras cosas postergaron su lanzamiento hasta hace poco. Una de estas cosas fue la pandemia. Otra, la toma de la compañía distribuidora, 20th Century Fox, por parte de la mega Disney. Cuando finalmente esta se convirtió en propietaria de la película, le dio un tratamiento controvertido: decidió lanzarla poco después de “Spiderman. Sin regreso a casa”, es decir, en una fecha muy inconveniente. Así, “King’s man. El origen”, que costó 100 millones de dólares, solo hizo 39 millones en Estados Unidos. Según algunos, la mala calendarización se debió a que posiblemente Disney siente aprensión por productos como este, que por un lado parecen corresponder con el “reino mágico” y, por el otro, están completamente orientados a un público adulto. (La tercera parte también incluye las escenas violentas y con alusiones sexuales que causaron incomodidad entre los espectadores de “Kingsman”).
Es probable que la franquicia ya esté muerta. En ese caso, la despedida fue una película muy distinta que las anteriores. Estas habían destacado por sus vibraciones posmodernas, su sentido del humor irreverente y por la relación entrañable entre Eggsy, un muchacho de los arrabales londinenses y Galahad, el agente de Kingsman que sorprende con su habilidad en la lucha y, simultáneamente, despliega las estereotípicas elegancia y buena educación británicas. La “precuela”, en cambio, está filmada en el más venerable “estilo comic”: Una narrativa compleja se despliega en locaciones exóticas e interesantes pero poco desarrolladas, con una gran cantidad de personajes, ayudantes y villanos, uno de los cuales es muy atractivo –Rasputín, interpretado por el estupendo Rhys Ifans– y los demás simples bocetos. De fondo un decorado barroco y manido: la Primera Guerra Mundial. Y al frente de todo, una agencia de contrainteligencia más o menos convencional, que poco tiene que ver con una sastrería o una fábrica de whisky, como en los otros títulos…
Un extraordinariamente rico y noble personaje, Orlando Oxford (Ralph Fiennes), crea esta agencia para impedir que una logia secreta dirigida por esforzados y hábiles villanos, entre ellos Rasputín, los cuales son dirigidos por un “Pastor” (literalmente, ya que cría cabras), genere las condiciones para la derrota final de Inglaterra. Según la película, que combina elementos históricos reales con adobos de una fantasía algo desbocada, esta logia fue la causante, en primer lugar, de que la guerra comenzara.
El hijo de Oxford, Conrad (Harris Dickinson), está empeñado en ir al frente de batalla, lo que logra finalmente pese a la oposición de su padre. Sus aventuras en la guerra son narradas con otra entonación que el resto de la película y por eso algunos críticos consideran esta parte como una digresión innecesaria. En mi opinión, es impactante, pero en efecto digresiva y contrasta tonalmente con las demás.
“King´s man: El origen” probablemente decepcionará a quien vaya a verla en busca de la misma sensación que le provocaron las otras dos cintas. Al mismo tiempo, no es un filme que simplemente haya que evitar, en particular quien aprecie los manierismos del comic de aventuras (distintos de los del cine de superhéroes). Siendo más lenta y larga que sus predecesoras, el filme es entretenido y a momentos tiene dinámica y genuino interés. Otros ratos, en cambio, nos mueve a levantar una ceja (cliché británico donde los haya) ante sus exageraciones y su dispersión.
La fotografía es excelente, así como sólida la actuación de Fiennes, que encarna bien la mitología que los británicos han concebido sobre sí mismos y sus virtudes bélicas. Como ya hemos dicho varias veces en este blog, los cómics son la continuación contemporánea de la mitología, solo que más explícitos y sangrientos. Concurrentemente, la mitología tiene un aspecto cómico involuntario que el comic hace premeditado y explícito.