KLEO Espías caricaturescos

Rodrigo Ayala

En general, el término “caricaturesco” es usado de manera despectiva para criticar la descripción fallida de determinados ambientes y/o personajes. En este caso, el del comentario acerca de Kleo, la miniserie alemana recientemente estrenada en la plataforma de streaming Netflix, nosotros lo utilizaremos recurriendo a su acepción original; la de una construcción que deforma y exagera determinados rasgos tendiendo a la ridiculización, ya que evidentemente esa es la principal decisión creativa a la que recurrieron sus realizadores Viviane Anderegge y Jano Ben Chaabane.

Es imposible hablar de Kleo(2022), sin pensar en Killing Eve (2016-2022). El contexto en que se produjo y la similitud en las situaciones planteadas, nos dejan claro que la serie alemana fue pensada, por lo menos en parte, para aprovechar el enorme éxito cosechado por la producción británico – estadounidense. Killing Eve es la historia del vínculo romántico y fuertemente emocional, que se va creando entre una asesina psicópata y su perseguidora. En este caso la situación se replica suplantando a la agente británica por un policía alemán. Y si bien los rasgos psicopáticos de Villanelle, la antagonista de Killing Eve (que por otra parte constituían el mayor atractivo de la serie), no son replicados a profundidad por Kleo, si lo es su habilidad para acometer diversos asesinatos.

Pero Kleo, no es una vulgar copia; tiene sus propios intereses y los desarrolla a lo largo de la serie. Le interesa sobre todo describir el mundo en que se desenvolvía la ex – Republica Democrática Alemana (RDA socialista soviética), comentando el momento histórico en que se derrumbó y terminó reunificándose con la República Federal de Alemania (RFA capitalista pro-occidental).

Kleo es una obediente espía – asesina, orgullosa de sus habilidades, criada por su abuelo, un alto jefe de la inteligencia socialista alemana. Pertenece a una unidad semi oficial encargada de cometer asesinatos para salvaguardar la “seguridad del Estado”. Uno o dos años antes de la caída del muro, mata a uno de sus objetivos en Berlín occidental, pero a pesar de su éxito, y de manera inexplicable, es arrestada por orden de sus propios jefes y encerrada en una cárcel de máxima seguridad. Después de tres años, cuando el Estado socialista ha caído, recobra la libertad y en el ambiente de transición de la época, en el que la RDA sigue existiendo formalmente, aunque ya sabe que su destino inevitable es unirse al capitalismo de occidente, Kleo comienza su labor de investigación y venganza.

La serie es hábil para describir el ambiente de persecución, delación y espionaje que reinaba en los países socialista – estalinistas afines a la URSS. Abuelos, amigos, amantes, etc., eran potenciales soplones de la seguridad del Estado. Una sociedad que, como reproduce uno de los diálogos de la película, tenía a la mayor parte de su población convertida agente del Estado, pero que a pesar de ello (o quizás por ello) se derrumbó como un castillo de naipes.

Kleo es perseguida por Sven, un policía occidental fracasado, subestimado por sus colegas, que encuentra en la persecución a la espía, un aliciente para la lucha para luchar por recuperar su autoestima. La persecución en este caso, también genera la atracción, aunque en un tono mucho menos pasional que el de Killing Eve. Y aprovechando al personaje, la serie también se anima a hacer algunos comentarios irónicos acerca de la sociedad alemana occidental de la época; el culto al hedonismo, la profusión de pastillas de éxtasis, su propia versión burocrática del Estado, etc.

Sin llegar a las alturas de la época de oro de la televisión (de la que Killing Eve fue uno de los últimos manotazos), Kleo tiene el mérito de manejar ideas propias y además ser entretenida, lo que la convierte en un excelente atractivo en el decaído panorama de la televisión actual.

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