LAS HORAS MÁS OSCURAS

El interés por la figura de Winston Churchill, no se detiene a pesar de que ya pasan más de cincuenta años desde su muerte, y alrededor de unos ochenta desde la realización de sus mayores hazañas. De manera sostenida no paran de publicarse biografías varias, libros especializados sobre determinados aspectos de su carrera (relaciones con otros políticos, actividad periodística) o periodos de su vida (cuando era joven, en los años pico de la guerra), memorias de personas allegadas a él, recopilaciones de sus citas (solemnes o humorísticas), sus propios escritos (por los que recordemos, gano el Premio Nobel de Literatura), etc.  Y el interés no solo se da por parte de los académicos; según reza una nota aparecida en la prensa, una amplia encuesta realizada en su país, lo posiciona como el británico más prominente de la historia, por encima de figuras como las de Shakespeare, Newton o Darwin.

¿Cuál la razón para este fenómeno?. Una explicación simple, comúnmente utilizada, aunque no por ello poco valedera, es que su figura está identificada como la de un estadista que supo otorgar certeza a su país (y a gran parte del mundo) en un momento en el que la incertidumbre reinaba a escala global. En estos días en que nuestro destino planetario parece atado a la personalidad de personajes como Trump, Putin o Kim Jong –un, es natural que muchos vean a esta figura con reverencia.

“Los Días Más Oscuros”, retrata el momento en que Churchill asumió su mandato y logro imponer la idea de continuar la guerra a cualquier costo, en contra de gran parte de la opinión pública, de los miembros más importantes de su propio partido, y sobre todo de la sensación generalizada de que sus posibilidades de victoria eran sumamente escasas.

Para entender la importancia histórica de esta figura, basta con hacerse una sola pregunta ¿Qué hubiera pasa si en ese momento  Gran Bretaña hubiera llegado a negociar un tratado de paz en solitario con Alemania?. Sin caer en algún exceso de política ficción, es dable pensar que eso hubiera otorgado a Alemania la posibilidad de atacar con mayor éxito a la Unión Soviética y de evitar o por lo menos retrasar el ingreso de Estados Unidos en la confrontación, con lo que la posibilidad de la pervivencia de los regímenes fascistas, hubieran aumentado exponencialmente.  

¿Quién era Churchill?

Era un ser estrafalario y creativo, tal cual lo pinta Gary Oldman,  pero a su vez también era antipático, profundamente detestado por gran parte de la clase política británica y famoso por los enormes errores que cometió en su vida política, entre ellos el desembarco realizado en Gallipoli  en la primera guerra mundial, cuando era Lord del Almirantazgo  (que supuso una cruenta derrota para los aliados), la decisión de devolver la libra británica al patrón oro, cuando era ministro de finanzas, (que generó una fuerte tendencia deflacionaria en la económica) y la violenta y exagerada represión contra un grupo de anarquistas, cuando era ministro del Interior (lo que lo convirtió en objeto de burla por parte de la prensa y la opinión pública).

Solo el hecho de que diez años antes del inicio de la guerra hubiera estado apartado de cualquier cargo de importancia y el que en ese tiempo fuera el único político importante en sostener una línea belicista contra Hitler, explica que fuese elegido Primer Ministro, en ese momento crítico.

Pero esa actitud puntual esconde una realidad mayor: Churchill combinaba en su perfil a un estratega excepcional junto a un pésimo táctico. Era capaz de visualizar con profundidad los problemas a largo plazo, aunque en el día a día se enredará con decisiones apresuradas y en muchos casos erróneas. No solo se trata de su visión respecto a Hitler y el nazismo, sino respecto a los temas sociales (siendo ultraconservador, en el apogeo de su carrera se “robo” las reivindicaciones de los laboristas).  Y también de su visión respecto a Europa: a la vez que fue el primero en formular el concepto de “Telón de Acero” que definió la realidad política mundial en la guerra fría, también fue el principal impulsor de los “Estados Unidos de Europa”   (lo obviamente hace que se incremente el sentimiento mezclado de cierta pena y repulsión respecto a los actuales líderes de su partido en relación al “Brexit”).

A su vez esa virtud opaca las acciones más detestables del personaje; tales como su apoyo a la intervención armada en la naciente Unión Soviética en 1919, su férrea oposición a la independencia de la india y la violenta represión a los comunistas griegos (que habían luchado valientemente contra los nazis) realizada antes de que acabará la guerra (a todo lo cual podía añadirse un comentario elogioso a Mussolini en algún momento de su carrera, destacando su lucha contra “la subversión”).

Quizás la clave de su personalidad, se encuentra en el comentario que Roosevelt,   realizó sobre el (y que en la película se atribuye a otro personaje, debido a necesidades narrativas): “Winston tiene mil ideas al día, de las cuales cuatro son buenas, aunque lamentablemente no se sabe cuáles son”. Una frase que tendería a confirma la hipótesis de que el personaje sufría del Síndrome de Déficit de Atención (lo cual a su vez explica su costumbre de consumir alcohol en diversos momentos del día, en un tiempo en que los medicamentos para combatir dicha afección no se habían desarrollado).

La película

Se trata de un emprendimiento discreto, que se apoya en la interpretación de Gary Oldman. Tiene la virtud de crear un marco adecuado, para que el público conozca las principales características del personaje, aunque evitando en todo momento ingresar en profundidades.

No se trata de una biografía inquisitiva, de gran magnitud (el mejor ejemplo que me viene al mente es el de “Nixon” de Oliver Stone de 1995), ni de una obra laudatoria y acartonada (como el “Gandhi” de Richard Attenborough de 1982). La mayor de sus virtudes se encuentra en haberse focalizado en “ese” momento; el instante preciso en que Churchill hizo historia al imponer su visión política al gobierno de coalición que encabezaba y por tanto encarrilar los acontecimientos mundiales en esa dirección.

El director Joe Wright responde a sus antecedentes. Se trata de un especialista en la adaptación de obras literarias como tales Orgullo y Prejuicio (2005), Ana Karenina (2012) y Pan (2015) y en este caso, al igual que en muchos de los anteriores, cumple sus objetivos con modestia y efectividad.

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