Las imágenes globales de Potosí
Tal como prometí en un artículo anterior, que puede encontrarse en este mismo blog, voy a continuar con la reseña de la monumental obra de la historiadora Rossana Barragán El imperio del trabajo. Historia social de la producción de plata en Potosí para el mundo (s. XVI-XVIII). Lo haré con un comentario, ahora, sobre el primer capítulo del libro y otro, la siguiente semana, sobre las dos últimas secciones del mismo. He escogido este procedimiento porque la propia autora nos anima, en la introducción, a leer los nueve capítulos que presenta como independientes entre sí. También porque los capítulos que he escogido pertenecen a una disciplina con la que estoy familiarizado, la historia intelectual.
El primer capítulo de la magnum opus de Barragán ya se había publicado como artículo de revista, primero, y luego como un precioso libro de Plural Editores, intitulado Potosí global. Viajando con sus primeras imágenes (1550-1650).
Se trata de una suerte de fragmento de historia de los libros, en tanto objetos que pueden ser estudiados desde muchas perspectivas, inclusive por las ilustraciones que contienen. Son estas ilustraciones o, con más precisión, las imágenes sobre el Cerro Rico, las que constituyen el tema de Barragán.
¿Cómo fue representado (dibujado) el Cerro, según qué impresor y qué época?, ¿qué influencias tuvieron las imágenes iniciales en las posteriores?, ¿qué nos dice esto de las relaciones entre los mercados editoriales dentro del Imperio hispano? y ¿cómo estas ilustraciones simbolizaron –al mismo tiempo que impulsaron– las concepciones predominantes y más populares sobre Potosí, sobre la mita, sobre la “leyenda negra” de la Conquista, sobre las características idiosincráticas de España?
Estas cuestiones surgen y se responden en este capítulo, a lo largo de una travesía que va de las primeras crónicas sobre Potosí publicadas en Sevilla por Cieza de León y Agustín de Zárate, a las reimpresiones de las mismas en Amberes, y luego a las miniaturas con las que se iluminaron las diferentes versiones de un manuscrito otomano, y a ciertas ilustraciones de un editor protestante, que hizo dibujar las minas de Potosí como una chimenea de entrada en el infierno, para rematar en una alegoría de lo español —que incluye a Potosí— realizada por el gran artista flamenco Rubens.
Barragán tiene la habilidad de escribir sobre un tema estrechamente monográfico con resultados que permiten penetrar en el gran cuadro de la historia. Usa cada elemento iconográfico como un indicio, una pista puesta ahí para que la detective historiadora pueda hablar sobre la extensión global del mito potosino (de ahí el título de este capítulo) y también de ciertas diferencias entre las mentalidades de quienes produjeron las imágenes (De Bry, por ejemplo, protestante, respeto a Guamán Poma, que reivindica la posesión de una perspectiva ”interior”) y, por tanto, de las diferencias entre sus contextos religiosos o geográficos.
En mi libro El pensamiento boliviano sobre los recursos naturales (2008) bautizaba el sentimiento generado por la posesión y explotación del Cerro Rico de Potosí entre los altoperuanos –y que perduraría en los bolivianos de antes y de hoy– con el nombre de “nacionalismo geológico”.
Una figura célebre de este tipo de fervor nacionalista es la del “puente de plata” que supuestamente se habría podido construir entre Potosí y Madrid con el metal arrancado al Cerro, la cual se refiere en la literatura desde las primeras crónicas de los conquistadores hasta, por lo menos, Las venas abiertas de América Latina, en los años 60 del siglo pasado (libro que también usa el grabado del Cerro Rico de De Bry, nos indica Barragán), y que probablemente se siga enseñando sin burla en nuestras escuelas.
Exaltar y jactarse de la “portentosa” riqueza de Potosí constituye una de las operaciones fundacionales de la literatura boliviana, en tanto que es el tema axial de la Historia de la Villa Imperial de Potosí de Bartolomé Arzans, obra que por buenas razones Carlos Medinaceli elevó hasta el sitial de principal libro nacional.
Otra expresión del culto al recurso natural que por primera vez nos dio visibilidad y admiración internacionales es la famosa imagen de la “Virgen-Cerro”, clave en la pictórica nacional, que muestra al mineral de plata imbuido de los atributos de la divinidad.
Los recursos naturales que hemos explotado y explotamos aún explican el pasado, la historia del país y, en esa medida, son importantes componentes de su identidad. El “nacionalismo geológico” prueba que lo son, además, de la ideología y la mentalidad nacionales.
No resultará nada fácil librarnos de ellos, de la economía que generan y de su “sombra cultural”. Así que hacen falta más estudios sobre la influencia que han tenido en la cultura y la mentalidad nacionales. Por ejemplo, del impacto –“trauma”, han dicho algunos– que pudo haber tenido en nosotros el papel mundial y local de Potosí en los siglos XVI y XVII. Estos estudios tendrán que hacer una suerte de inversión del trabajo de Barragán (pasar de la mirada exterior a la interior), tomándolo, sin embargo, como referencia y ejemplo.