SUPERNATURAL. El cielo a semejanza de la tierra

Kripke Enterprises,Wonderland Sound and Vision (2005–13)

Erick Kripke

El orden que proponen las principales religiones monoteístas, especialmente el islam y el cristianismo, contrasta con el desorden en el que se mueve la humanidad. Supuestamente nos encontramos en un universo donde una deidad reina de manera absoluta controlando el mal, y sin embargo la incertidumbre, la pobreza, la injusticia, etc., son pan de cada día. Y el libre albedrío, aunque posee coherencia conceptual, no parece ser suficiente para justificar la contradicción. Seguramente por eso es que han florecido con tanta fuerza sectas, expresiones espiritualistas o el simple y puro ateísmo.

En las artes populares también se refleja este “relajamiento” en la visualización que tenemos los seres humanos sobre nuestra relación con el “más allá”. Supernatural es un ejemplo de ello. Una serie que, sin mucho barullo, se ha convertido en una de las más longevas de la historia de la televisión. Con sus 13 temporadas y 279 episodios, supera en extensión, a un clásico como Lost (6 temporadas, 121 episodios, 2004 a 2010), aunque está lejos de alcanzar a otro producto emblemático del fantástico: Dr. Who, que tiene 821 capítulos en 26 temporadas, pero divididas en dos periodos distintos, de 1963 a 1986 primero y luego del 2005 hasta ahora.

TIERRA Y CIELO

Los mejores momentos de Supernatural, son aquellos en que Sam y Dean, los dos hermanos protagonistas, van descubriendo la naturaleza del cielo. En un episodio clave, logran encontrar al único ángel con el que Dios se comunica, y este les manda un mensaje: no quiere saber nada, se ha cansado, no le importa lo que pueda ocurrir en los mundos emergentes de la creación.

El cielo y la tierra se encuentran en caos. Los ángeles están confundidos, y de manera frecuente sus actitudes y crueldad son comparables a las de los demonios. La violencia, atizada por fundamentalismo o simple ambición se impone, y ángeles, demonios y humanos disputan en medio de alianzas inestables y convicciones dudosas. En ese contexto Sam y Dean se asemejan a una hoja en la tormenta: sufren los embates de los bandos y se esfuerzan por encontrar algún tipo de salida (ídem a los seres humanos en circunstancias más terrenales).

Una vez más, a través del entretenimiento popular, terminamos diseñando los mundos de nuestras deidades (y reflejando sentimientos y temores). Nada nuevo: en el universo de Supernatural encontramos resonancias de las mitologíaa griega, romana, nórdica e inclusive de historias del antiguo testamento. Pero lo que queda atrás no es solamente la visión del mundo de las iglesias “históricas”, sino también del positivismo occidental, el que decía que para la humanidad era inevitable un futuro de bienestar.  En todo caso, digan lo que digan los jerarcas religiosos y los políticos empoderados, lo que menos sienten los ciudadanos de a pie es seguridad y confianza (tanto en el “más allá”, como en el “más acá”).

El imaginario contemporáneo está poblado de personajes cargados de ambigüedad moral (de otra manera no resultarían creíbles). En la trama de Supernatural no son raros los demonios que a pesar de su maldad terminan ayudando al otro lado (Crownley, el rey del infierno), o los ángeles que por su visión estrecha causan daños inimaginables (Castiel, el más noble de todos, que en un arrebato de pureza extrema, extermina a miles de seres humanos).

Un apunte interesante en las historias mitológicas del entretenimiento contemporáneo, es que han comenzado a presentar a Dios acompañado de una deidad femenina equivalente. En el caso de Supernatural se trata de su hermana, en otra serie actual de relativo éxito, Lucifer (2016-2018), se presenta como su esposa. ¿Una tendencia que refleja los avances de la visión de género, una casualidad causada por necesidades narrativas? En ambos casos sin embargo la dicotomía Dios – diablo (bien -mal), termina reducida a un malentendido familiar, el que finalmente se resuelve (y consolida por tanto la ambigüedad moral).

279 LARGOS EPISODIOS

Supernatural ha contado con el apoyo de un grupo compacto del público y ha recibido el beneplácito de la crítica. Sin embargo, no se trata de una serie emblemática, de esas que si o si tendrían que mencionarse en una historia del audiovisual. Es un producto agradable, que tiene picos de calidad notable pero que carga con el peso de una trama excesivamente prolongada.

Las historias en la serie se estructuran a tres niveles entrelazados; las de capítulo, las de temporada y la general. El segmento que más sufre es el intermedio; los guionistas tienen que inventar un antagonista cada vez más amenazante en cada temporada lo que a momentos se vuelve poco creíble y repetitivo. De esa manera también Sam y Dean repiten las situaciones en diversas variantes: ambos cruzan al infierno o al purgatorio, se aproximan al mal en determinados momentos, tratan de reintegrarse a la vida normal, se conflictúan por parejas, terrestres o demoniacas, etc.

Pero Supernatural casi siempre supera sus dificultades merced al buen desarrollo de los personajes. Sam y Dean son acompañados por Castiel (un “outsider” del cielo), el cínico y hedonista Crownley (al final casi parte de la familia), y Bobby, una suerte de padre putativo. Lo mejor de la serie emerge cuando los guionistas se decantan con el humor negro; los momentos en que Dean se hace amigo íntimo de Crownley por ejemplo o el capítulo “Fin de Semana de Sam”, que resulta ser una pequeña joya.

¿Vale la pena ver Supernatural de principio a fin?; solo si eres un fanático del fantástico o si tienes mucho tiempo disponible (si estás recuperándote de una fractura en cama, por ejemplo). Sin embargo, no es una serie para desechar; en ese sentido quizás lo aconsejable sea indagar sobre cuales son las mejores temporadas (a mi juicio las que están alrededor de la quinta) y comenzar a probar. Puede haber decepciones, pero también momentos de autentico disfrute.

Publicaciones Similares

Deja un comentario