The Offer
The Offer, no se destaca ni por su narrativa, ni por la construcción de sus personajes, ni por algún aspecto tecnológico en particular, y sin embargo tiene un público cautivo en los miles de fanáticos de la saga de películas El Padrino (1972-1990). Las dos primeras cintas de la serie, se encuentran según diversas listas de expertos, entre las mejores de la historia, y a lo largo del tiempo se han tejido una serie mitos, basados probablemente en verdades exageradas, respecto al proceso de realización de la primera.
The Offer, partiendo de las memorias del productor de El Padrino Albert S. Rudy coge esas verdades “exageradas” y trata de construir con ellas un arco narrativo coherente e interesante a lo largo de los diez capítulos de la serie. ¿Vale la pena ver The Offer?, si, si es que usted, como quien suscribe estas líneas es un cinéfilo empedernido y además fanático tanto de la película, como de la novela. Por el contrario, si usted es ajeno, probablemente le despierte algún interés la descripción del mundo del Hollywood de los setenta, pero en definitiva sentirá que ha perdido el tiempo con un producto endeble y edulcorado.
La apuesta más “arriesgada” del guion, es la de haber tratado de armar otra historia de El Padrino, alrededor de la misma realización de El Padrino. Basándose en los conflictos que la producción tuvo con la liga Italo – norteamericana, que en principio la acuso de ser difamatoria para los migrantes de dicho origen, el argumento nos presenta una serie de secuestros, extorsiones y asesinatos que no es más que una mala copia de la historia original de la novela. Otras de las dificultades por las que atravesó la producción de la película están claramente exageradas; ¿alguien puede creer en serio que Paramount Pictures en algún momento pensó en abandonar el proyecto, cuando se basaba en una de los textos más vendidos de la Norteamérica contemporánea?
Por otra parte, lo más atractivo de la serie se encuentra en la descripción que realiza del mecanismo de la producción de la película, refrendada además por el escrito “La realización de El Padrino”, publicado en el texto Los documentos de El Padrino y otras confesiones (1972) del escritor Mario Puzo. En la publicación el autor de la novela describía como una “auténtica democracia” el equilibrio de poder ejercido por Bob Evans el director del estudio, Francis Coppola el director y Albert S. Rudy el productor, en la toma de decisiones clave para la realización de la cinta, tales como la elección de los actores, las locaciones y los giros centrales del guion. Un ejemplo claro de cómo operaba el sistema de producción de los grandes estudios.
En ese relato se puede disfrutar también de la descripción de los rasgos principales de los protagonistas, todos figuras de legendarias de Hollywood: Bob Evans en la cumbre de su carrera después de haber producido películas como Él Bebe de Rossmery(1968) y Love Story (1970) y poco antes de acometer proyectos como Chinatown (1974) y Marathon Man (1976); el prototipo del productor exitoso, brillante, mujeriego, pero ya afectado por la adicción a la cocaína que lo conduciría a un lento declive en los años ochenta y noventa.
En el caso de Coppola nos encontramos con el realizador joven y brillante, que ya había conseguido un Oscar al mejor guion por Patton (1970), pero que como realizador no había logrado ningún triunfo significativo. Se remarca su persistencia en la presencia de los actores clave, especialmente de Al Pacino que entonces era un desconocido, el respeto que mantuvo respecto a la trama original y su autoría en la creación del entorno formal, que evidentemente fue una proeza artística. Después vendrían sus tiempos de gloria con películas como, La Conversación (1974), El Padrino II (1974) y Apocalipsis Now (1979), que hicieron que fuera considerado el mejor realizador de la época. Aunque también en su caso, asistimos en una tercera etapa a una larga decadencia llena de altibajos, signada por la bancarrota, un fuerte egocentrismo, y probablemente la frustración por no poder repetir el nivel de éxitos de su mejor época. Evans y Copola se reencontraron en 1984, merced a la realización de The Cotton Club (1984), una cinta injustamente olvidada debido a su debacle comercial, pero que creativamente es una pequeña obra maestra, al nivel de los mejores trabajos del realizador.
Albert S. Rudy, en cuyas memorias se basa la serie, es presentado como el productor por antonomasia, el héroe que hizo posible la cinta. Y más allá de la exageración o no en los hechos relatados respecto a su actuación, evidentemente resulta sensible, aunque un poco candorosa, para los que conocemos dicha labor. La presentación de un trabajo que para resultar exitoso, tiene que ser inflexible y mantener una sola fidelidad; la de la película misma, más allá de egos, intereses comerciales, etc. Rudy después del éxito de El Padrino, no quiso repetir la producción en la segunda parte, y posteriormente si bien tuvo éxitos como el de la cinta The Longest Yard (1974), y se consolidó como productor de Clint Eatswod (merced a lo cual gano otro Oscar en los 2000), tampoco pudo repetir un éxito al nivel de El Padrino.
Finalmente resulta acertada la descripción de Puzo, como el escritor talentoso que recién en la cincuentena logra un éxito comercial de magnitud y a partir de allí comienza a medrar de la fama que le otorga suculentos contratos tanto literarios como cinematográficos (descripción refrendada por el mismo en sus escritos y entrevistas posteriores).
The offer se ha estrenado en una plataforma no muy extendida como Paramount (no podía ser de otra manera), aunque si usted está interesado en verla, sin duda no tendrá dificultad en conseguirla por pedido en alguna tienda especializada de películas. Si lo hace, seguramente valdrá la pena le añada algunos de los otros títulos con los que estuvieron relacionados los responsables de su realización.