SHERLOCK (Serie de Televisión)
El dato encontrado en la Web dice que este personaje ha sido protagonista principal de por lo menos 260 películas y alrededor de una treintena de filmes y series hechas para la televisión. Probablemente se trata del personaje más representado en la pantalla, pero hay que decir que aunque varios directores celebres se hicieron cargo de la implementación de estas historias en diferentes etapas (Billy Wilder en 1970 con la Vida Secreta de Sherlock Holmes, o Barry Levinson en 1985 con El Secreto de la Pirámide, solo por dar un par de ejemplos), son pocas las cintas dedicadas al detective que han dejado huella en la historia del cine. Por eso es que nos animamos a decir que esta serie de televisión, creada por Mark Gatiss y Steven Moffat, y lanzada el 2010, probablemente constituya la más importante adaptación audiovisual realizada al respecto.
Sherlock es una actualización contemporánea del personaje y fue lanzada en el mismo periodo en que se estrenaban los films de Guy Ritchie, diseñados para ser un fenómeno de blockbuster (éxito de taquilla global) y también cargados de pretensiones respecto a la renovación del detective, a pesar de que en ese caso lo situaban en su época original. Tengo la impresión de que la continuidad de la saga inaugurada de Ritchie fue afectada por el enorme impacto que consiguió Sherlock en el momento de su estreno. También este producto obnubiló a Elmentary (2012), otra serial que sitúa al detective en el mundo contemporáneo, aunque en ese caso en Nueva York y acompañado por una Watson mujer.
Familia de sociópatas
“Soy un sociópata altamente funcional” le dice Sherlock a un criminal, un instante antes de asesinarlo disparándole a quemarropa. Esa frase se ha convertido en uno de los distintivos de la serie de televisión. Y lo que ocurre es que la “modernización” de los personajes que plantea la serie se basa en su caracterización de “sociópatas positivos”, de adictos a la violencia que tienen buenos sentimientos.
En el primer capítulo vemos a un Watson con stress post-traumático después de su paso por el conflicto de Afganistán, problema que solo puede superar cuando vuelve al ritmo de la violencia de la mano de su nuevo amigo Sherlock Holmes. Pero unos capítulos después entendemos que el médico no solo es un acompañante del conflicto, sino también su protagonista, cuando al estar separado de su compañero y aparentemente embarcado en una tranquila vida familiar, no puede aguantar el tedio y compulsivamente se dirige a un refugio de drogadictos para empezar a lanzar golpes sin motivo justificado. Unas entregas más tarde nos enteraremos que su esposa es una asesina con doble identidad, y para terminar de formar este núcleo, en algún momento percibiremos que la señora Hudson, la dulce ama de casa de los relatos de Conan Doyle, es en realidad la viuda de un narcotraficante.
Completan el cuadro un personaje oscuro, Microft el hermano de Sherlok y dos blandos, débiles de carácter, pero también adictos a la tortuosa personalidad del detective; el inspector Lestrade y la encargada de la morgue Molly.
La historia de Sherlock en las cuatro primeras temporadas, es el de la constitución de este grupo como un ente filial. En realidad todo el mecanismo dramático de la serie consiste en la articulación de esos dos elementos: por una parte el desarrollo de la complejidad de las personalidades y la sordidez del entorno en el que actúan, pero por otro su cohesión en un núcleo familiar, solidario en las situaciones más extremas. En un momento dado Sherlock perdona a la esposa de Watson el que esta le haya disparado, y un tanto después ella se sacrifica salvándole la vida. El eje de este armado, por supuesto, es el de la relación entre los dos protagonistas (Sherlock y Watson) y algunos de los momentos cumbres de la historia se dan cuando ambos entran en contradicción.
En ese sentido puede apreciarse que sus creadores han realizado un verdadero desarrollo conceptual del personaje y no solo una “adaptación, es decir una reubicación del mismo en contextos distintos y con leves añadidos de matiz, tal como ha ocurrido con la mayor parte de las producciones que se han hecho sobre él.
Conan Doyle en digital.
La otra gran virtud de la serie se centra en su armado narrativo. En sus historias Conan Doyle utiliza la palabra, la narración escrita, para describir la habilidad deductiva del personaje. El gran reto de las adaptaciones audiovisuales que se han hecho sobre él, siempre ha consistido en trasladar ese mecanismo a la narrativa audiovisual, pero en la mayor parte de los casos no lo han logrado; se han limitado a convertir los textos del autor literario en diálogos entre actores y seguramente ahí radica una de las claves de su poca trascendencia.
En las recientes películas de Guy Ritchie (Sherlock Holmes 2009 y Sherlock Holmes Juego de Sombras 2011), el director desarrolla una suerte de mecanismo audiovisual para describir los pensamientos del detective (ralentizar las imágenes, y luego acelerarlas rápidamente). Sin embargo este artificio no sirve para describir la deducción del personaje, sino más bien para mostrar su habilidad predictiva frente a situaciones de violencia (Holmes en base al análisis de sus oponentes y el entorno, “adivina” cómo se desarrollará la confrontación). Al director entonces no le interesa profundizar la esencia del personaje, sino más bien acelerar los momentos de acción; de ahí su debilidad conceptual.
El caso del Sherlock es completamente distinto: los guionistas y realizadores usan todas las herramientas digitales que tienen a mano para describir la manera en que el detective “deduce”. De ahí que los momentos en los que Holmes entra a su “castillo mental”, se convierten en verdaderos diálogos interiores, que paralizan la acción, aunque transformándose en pilares esenciales del andamiaje narrativo general.
Uno de sus creadores describió a “Sherlock” como el “Rolls Royce” de las series de televisión. Y evidentemente funciona así; sus temporadas son de solo tres capítulos y duran aproximadamente 90 minutos cada 1. La fluidez de la serie ha sido irregular, ya que para su realización deben acomodarse las agendas de sus cada vez más famosos actores. Pero los capítulos prácticamente nunca decepcionan: llevan la acción al límite, reproduciendo la vieja (pero efectiva) fórmula de enfrentarlos a situaciones sin salida, que se van intensificando paulatinamente.
Sherlock tiene el efecto de aumentar nuestra ansiedad, haciéndonos esperar el momento en que se estrene la próxima temporada, y a su vez tiene la virtud de llevar a un nuevo nivel, el placer que hace tiempo sentimos, cuando leíamos las historias originales de Conan Doyle.
Tu ultimo párrafo resume lo que siento con esta serie, ya la vi unas tres veces y la disfruto siempre.